Caetano explora la crueldad humana en “El otro hermano”
La película aborda las desventuras de un hombre al que nada parece importarle y que queda envuelto en una sorprendente trama de secuestros, torturas y asesinatos.
por Paulo Pécora
Adrián Caetano explora la crueldad humana en “El otro hermano“, un policial extraño y oscuro protagonizado por Leonardo Sbaraglia y Daniel Hendler que se estrenará el jueves, y donde aborda las desventuras de un hombre al que nada parece importarle y que queda envuelto, a partir de la muerte de su mamá y su hermano, en una sorprendente trama de secuestros, torturas y asesinatos.
El cineasta vuelve a desplegar aquí todo su talento, con un estilo seco y preciso, y expresa su amor por el cine de género: “Siempre quise hacer un policial negro. En este filme son todos muy crueles y darle un marco de género me ayudó mucho, porque es un espacio contenedor para tanta maldad. Había que reírse un poco de toda esa negrura para poder hacer una película que pueda ser apreciada a nivel popular”, indicó Caetano durante una entrevista con Télam.
Libremente inspirada en la novela “Bajo este sol tremendo“, de Carlos Busqued, la nueva película de Caetano sigue los pasos de Cetarti, un hombre indiferente a todo, sin proyectos, que pasa el tiempo encerrado fumando marihuana y viendo TV, hasta que alguien le informa que su madre y su hermano fueron acribillados a escopetazos en Lapachito, un pueblo perdido en el Chaco, a donde viaja a reconocer los cadáveres.
En ese lugar caluroso y desértico, Cetarti (Hendler) conoce a Duarte (Sbaraglia), un ex suboficial del Ejército, colega del asesino de sus familiares -que supuestamente se suicidó de un escopetazo después de matarlos-, que lo ayuda a hacer los trámites para cremar los cuerpos y le propone, de manera sorpresiva, la posibilidad de mentir para cobrar un seguro de vida y repartir ese dinero en partes iguales.
“Es un personaje tomado por la desidia, un hombre de inacción total. Y ese es el desafío que recoge la película, es decir: ¿Cómo hacer protagonista a un personaje a quien nada le importa?”, recordó Caetano en relación a las dificultades que le presentaba filmar a un hombre emocionalmente anestesiado, preso de una inactividad total provocada por su indiferencia y por su afición a la marihuana.
Mientras Duarte (rol por el que Sbaraglia acaba de ser reconocido como el mejor actor en el Festival de Málaga) cobra el rescate de las personas que secuestra y mantiene cautivas en la casa de Danielito, su joven colaborador, Cetarti transforma esta visita inesperada a Lapachito en una oportunidad para juntar dinero para viajar a Brasil, ya que cobra ilegalmente ese seguro y además vende a un chatarrero todas las pertenencias de su hermano muerto, un hombre con el síndrome de Diógenes, que juntaba montañas de objetos en su casa.
Sin preocuparse demasiado por nada, aunque empiece a sospechar que Duarte guarda oscuros secretos, Cetarti se va sumergiendo lentamente en una nebulosa de complicidad, mientras el calor y el efecto de la marihuana le impiden ver hasta qué punto su nuevo socio es heredero de lo más siniestro de la última dictadura militar, donde el secuestro, la tortura y la violación fueron moneda corriente.
“En esta película la construcción del héroe fue muy difícil, porque se trata de alguien a quien no le importa nada. Todo es de una podredumbre humana tan grande que hace que este héroe sea muy difícil de identificarte”, apuntó el autor de filmes como “Bolivia” y “Un Oso rojo”, que ahora prepara el rodaje de “Sandro de América”, una serie de TV sobre el cantante popular Sandro.
Con la célebre actriz española Ángela Molina en el papel de la madre de Danielito, que por esos juegos del destino “es el único que guarda un poco de humanidad” y podría ser hermano de Cetarti, la película expresa con contundencia el hastío y el vacío existencial de los protagonistas, “huérfanos que viven en el culo del mundo, todos con padres muertos y aprendices de hijos de puta”, graficó Caetano.
“Parece una película de posguerra en un lugar donde no hay ley y donde reina la post dictadura, con ex militares que ahora son mano de obra desocupada y, en el medio, estos chicos huérfanos que son como víctimas y herederos, porque aprenden una especie de conocimiento macabro que se transmite de una generación a otra”, afirmó Caetano, para quien esa práctica “se trata de una forma de aprender lo peor y legitimar el odio, como si el amor fuera signo de debilidad”.
“La novela tiene una anarquía que le permite moverse en ese mundo oscuro. El género y el cine precisan mucho más rigor, por eso dejé de lado y despojé a la película de todo lo onírico que la novela tenía. Decidí correrme de eso para evitar lo caricaturesco e hiperrealista. Tenía miedo de que la película fuera una prolongación de Cetarti y se volviera morosa”, explicó Caetano sobre cómo adaptó el texto de Busqued.
Para el director, que “no quería hacer una obra críptica, sino algo popular, comprensible y llevadero, sin traicionar a la novela”, la suya “es una película bastante claustrofóbica, calurosa, que transcurre en gran medida en un sótano en el Chaco. El paisaje donde ocurre todo es un pueblo devastado, apocalíptico, que parece haber sufrido una guerra o algo que dejó a todo el mundo hecho mierda”, según apuntó.
“Lo que me mantiene vivo son las películas que tengo ganas de hacer y no pude filmar todavía”, agregó Caetano, que en los títulos de la película posee el crédito de “encuadre y dirección”, un poco en homenaje a Leopoldo Torre Nilsson y otro poco porque, según dijo, “al encuadre nunca lo dejo librado al azar. Me cuesta mucho y me encanta, pero intento siempre buscar un encuadre muy seco, sin manierismos ni búsqueda de falsa belleza”.
(*): Télam.