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Arte y Espectáculos 27 de agosto de 2024

Buenos Aires rinde homenaje a Troilo, el bandoneonista que tocaba “como cantaba Gardel”

Un bandoneón doble A, fotografías, partituras originales y anuncios de sus conciertos son algunos de los objetos de la exposición 'Aníbal Troilo, el otro Gardel del Abasto'.

Aníbal "Pichuco" Troilo.

Por Concepción M. Moreno y Julieta Barrera

‘Pichuco’, el bandoneonista que tocaba “como cantaba Gardel”, protagoniza la exposición ‘Aníbal Troilo, el otro Gardel del Abasto‘, que busca vincular a dos nombres fundamentales de la historia del tango en Argentina y que vivieron en el mismo barrio porteño.

Un bandoneón doble A, perteneciente a Troilo (1914-1975), innumerables fotografías, partituras originales y anuncios de sus conciertos son algunos de los objetos que integran una muestra organizada en el Museo Casa Carlos Gardel, dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en el marco del Festival y Mundial de Tango.

“Fue un admirador permanente de Gardel. Tenía todos sus discos y tenía, además, una devoción por escuchar a Gardel e incluir en el repertorio de su orquesta a cantores con temas que Gardel había grabado en la década del 20 o la década del 30”, indica a EFE Gabriel Soria, director del espacio y comisario de la muestra.


Muestra_Troilo


El nombre de la exposición se debe a que “Troilo nació a cinco cuadras de aquí, de la casa de Gardel, su admiración y lo que representa en la historia del tango”, agrega.

‘Pichuco’ descubrió el instrumento por el que se hizo mundialmente conocido cuando tenía 9 años y “vio a una persona tocar el bandoneón, y cuando dejaron solo en el escenario el instrumento, se subió y se lo puso en las rodillas”, relata Soria, quien apunta que después “tocaba con la almohada de la cama” porque no tenía uno.

Esa devoción hizo que su madre le comprara un bandoneón a cuotas y que aprendiera “con algunos maestros que lo guiaron”, pero también “de forma intuitiva” fue dándole una impronta particular que es la que, en su opinión, lo vinculaba al ‘Morocho del Abasto’.

“Es esa delicadeza tan profunda que tiene Troilo cuando tiene que contar y cantar con el bandoneón. Por eso es fundamental cuando él dice: ‘Yo en mi orquesta toqué, toco y tocaré como cantaba Gardel’, porque toca de una forma muy especial. A veces con una sola nota permite no solamente encontrarse con la música, sino también emocionarse profundamente”, resume Soria.

Recuerdos de ‘Pichuco’

Su primer disco, ‘Comme il faut‘, grabado en 1938 con ‘Tinta verde’ en su cara B; documentos personales, como cartas y carnets de identidad; fotografías de distintos momentos de su vida, entre ellos algunos compartidos con otra gran figura del tango en Argentina, Astor Piazzolla; anuncios y carteles de conciertos o notas publicadas en revistas; y partituras originales de ‘Garúa’ o ‘La trampera’… y su inseparable bandoneón.

Todos esos objetos, la mayoría cedidos por sus familiares, recuerdan a ‘Pichuco’, figura universal del bandoneón, además de compositor y director de orquesta.

“Genera desde su bandoneón un sonido orquestal, que es el que está plasmado en los discos; él trabaja todos los días de su vida para evolucionar en ese estilo que había creado”, asevera Soria.

Piezas inolvidables de la historia del tango como ‘Barrio de Tango’, ‘Garúa’, ‘Sur’ o ‘Responso’ instalan una suerte de “sonido troiliano” y colocan a ‘Pichuco’ en un pedestal de ese estilo musical rioplatense.

Otro habitante de ese Olimpo, sin duda, es Piazzolla (1921-1992), con quien Troilo mantuvo “una amistad entrañable”, ya que “se admiraban y se querían mutuamente”, según Soria.

Siete años más joven que Troilo, ‘El gran Astor’ llegó a Buenos Aires desde su Mar del Plata natal “e iba a ver todas las tardes a esa orquesta de Troilo que él admiraba y le sorprendía”, hasta el punto de que empezaron a colaborar.

A la muerte de ‘Pichuco’, de la que en 2025 se cumplen 50 años, el autor de ‘Adiós Nonino’, ‘Libertango’ u ‘Oblivion’ creó una “obra integral” para él, ‘Suite Troiliana’, en la que vuelca “todo ese estado de ánimo que le había causado su amistad y la pérdida”.

Su breve incursión en el mundo del cine también tiene lugar en esta muestra que, en resumen, busca recordar que “su figura dentro del ambiente artístico de Buenos Aires es tan particular” que, de no haber existido, concluye Soria, “hubiese faltado una personalidad mágica de una época de Buenos Aires” y “hubiese faltado contar que había un bandoneón que tocaba de esa manera”. EFE