Brillante y cautivadora, Martha Argerich abrió su festival en el Colón
La excelsa piasnista seleccionó dos piezas, una de Josef Rheinberger y otra de Robert Schumann y en la segunda parte del concierto interpretó el Quinteto para piano en Mi bemol mayor de Schumann.
Martha Argerich en el Teatro Colón. Foto: Télam | Cristina Sille | Archivo.
Por Agustín Argento
La excelsa pianista Martha Argerich abrió una nueva edición del festival que lleva su nombre frente a una sala colmada del Teatro Colón, que se dejó hipnotizar desde el primer momento y ovacionó de pie las dos interpretaciones para cámara elegidas en esta primera jornada.
Cuando una obra de arte es verdadera y sincera, no hacen falta explicaciones. Sucede con los frescos de la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel; con la trilogía de “El Padrino”, de Francis Ford Coppolla, y, por supuesto, con las dos piezas, una Josef Rheinberger (1839-1901) y otra de Robert Schumann (1810-1956) seleccionadas para abrir la gala que durará hasta el 30 de julio y tendrá ocho funciones.
Sin embargo, para quienes querían ver a la eximia pianista, unas de las mejores de la historia desde que se tiene registro -según, por ejemplo, Daniel Barenboim- debieron esperar hasta esa segunda parte, cuando apareció sonriente desde detrás del escenario para interpretar el Quinteto para piano en Mi bemol mayor, Op.44, de Schumann.
Tras un escueto saludo, se sentó en su piano de cola negro, detrás de las cuatro cuerdas que la acompañaron durante los 40 minutos que duraron los cuatro movimientos y el inesperado bis. El chileno Freddy Varela Montero en el primer violín es quien guiaba a la violinista Tatiana Glava, al violista Fernando Rojas Huespe y al violonchelista búlgaro Stanimir Todorov, miembros, estos tres últimos, de la Orquesta Estable del teatro.
El Allegro brillante del primer movimiento de esta obra de Schumann puso en clima a la sala entera, que con un silencio sacro se entregaba a la pieza más famosa y trascendental del nacido en Zwickau, Alemania. Concebida para el piano de su esposa Clara, fue otro prócer de las teclas como Félix Mendelsohn el que la interpretó en su debut.
La guía de Varela Montero por momentos cedía para el duelo junto al violín de Glava, mientras Argerich desde el fondo armonizaba con una suaves notas agudas y brindaba, con las graves, el sostén necesario para que sus jóvenes colegas brillaran delante de ella. Argerich, nacida en Buenos Aires en 1941, demuestra que la grandeza no sólo es el virtuosismo del piano en el Scherzo: Molto Vivate del tercer movimiento, sino, también, saber darle el lugar necesario para el lucimiento del resto de los músicos del escenario.
Podría haber elegido alguna obra de Chopin o Mozart (la Marcha Turca hubiera sido excelente para la ocasión) para resaltar sus dotes; pero, sin embargo, prefirió una partitura que Schumann compuso en esa etapa en la que supo hacer una sinopsis entre las cuerdas de cámara y su anterior, frente al piano.
Pero esta elección en el repertorio no sólo puede pensarse como una muestra de dar paso a las generaciones futuras, puesta en la piel de los jóvenes Varela Montero (que se lució en el noneto de cámara de Rheinberger que abrió la noche), Glava o Rojas Huespe, sino, también, como hecho histórico: este quinteto de Schumann puso a la música de cámara para cuerdas en el pedestal que le sucedió al Siglo XIX, con un sonido moderno y que se puede rastrear en la música contemporánea, ya sea en el rock -como los mencionados sustains de teclas-, como en el jazz -con los duelos estilísticos instrumentales-. Hasta el tercer movimiento tiene reminicencias a una rítmica tanguera, tras el exquisito requiem de la segunda parte de la Op. 44, compuesta en 1842.
Fue tal la ovación que recibió el quinteto tras el Allegro ma non troppo, que luego de dos salidas para vítores, Rojas Huespe, a pedido de la pianista, arrojó a la platea el ramo de flores que le habían regalado sobre el escenario. Aplausos y gritos obligaron a los cinco músicos a regresar sobre tablas para interpretar, nuevamente, el Scherzo: Molto Vivace, extendiendo unos minutos más una noche que debería haber sido eterna.
Más temprano, a las 20.05, el noneto integrado por Varela Montero, Fabio Mazzitelli en flauta, Alejandro Lago en oboe, Guillermo Astudillo en clarinete, Abner Da Silva en fagot, Gustavo Ibacache en corno, Adrián Feliza en viola, Chao Xu en violoncelo y Elian Ortiz Cárdenas en contrabajo sirvió de plato principal con la composición de Rheinberger. Con ellos, las ansias por ver a Argerich se apaciguaron para disfrutar este encuentro entre bronces y cuerdas.
Al igual que en la obra de Schumann, la del oriundo de Vaduz (Liechtenstein), compuesta en 1885, ofrece en el cuarto movimiento Allegro – Adagio molto – Allegro vivo un duelo de instrumentos en el que participan principalmente los bronces, mientras que la parte en las que se lucen las cuerdas queda para la segunda. Divertida, elegante, pero lejos del snobismo y la sofisticación, esta pieza es un disfrute particular en un compositor que basó su trabajo en partituras para misas, lo cual lo acerca al público y que se reflejó en la extroversión de los interpretes en la noche de Buenos Aires.
Sin la presencia de un director, al igual que en la segunda parte con Argerich, fue Varela Montero quien guiaba al noneto, que actuó de parado -a excepción del chino Chao-, que por varios momentos marcaba la rítmica con el uso de los dedos en el contrabajo, armonizado, también con los dedos, por los violines. Una pieza de lujo y amena que abrió un festival que continuará el martes, con el recital a dos pianos (Argerich-Nelson Goerner) con obras de Debussy, Mozart y Rachmanimov. Los siete conciertos restantes, al igual que sucedió con el de anoche, serán transmitidos por streaming a través de las redes oficiales del Colón.
La tercera presentación, el viernes 21, tendrá como protagonista al pianista Sergio Tiempo abordando un repertorio compuesto por obras de Frederic Chopin; la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, bajo la dirección musical de Sylvain Gasançon, junto a Argerich en piano, Sergei Nakariakov en trompeta, Gidon Kreme y Madara Pēterson en violines, abordarán obras de Kancheli, Strauss y Shostakovich, el sábado 22.
El lunes 24 se presentará en compañía de los violinistas Gidon Kreme y Madara Pēterson para interpretar piezas de Loboda, Weinberg, y Schubert; el jueves 27, la Camerata Bariloche dirigida por César Bustamante se presentará junto a los solistas Javier Perianes (piano); Sergei Nakariakov (trompeta); Freddy Varela (violín); Claudia Nascimento (flauta) y Fernando Cordella (clave). El programa musical tendrá obras de Bach, Haydn y Mozart.
La Orquesta Filarmónica Buenos Aires volverá al escenario el sábado 29, bajo la dirección de Vasily Petrenko y con el pianista Nelson Goerner como solista.
El cierre del festival está programado para el domingo 30 con el maestro Charles Dutoit al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón, con la participación del Coro Estable del Teatro Colón, dirigido por Miguel Martínez, y el Grupo Vocal de Difusión con dirección de Mariano Moruja.
Argerich estará acompañada por los pianistas Iván Rutkauskas, Alan Kwiek y Marcelo Ayub y las voces de Jaquelina Livieri, Guadalupe Barrientos, Santiago Martínez y Hernán Iturralde. El programa musical tendrá a “Les Noces”, de Igor Stravinsky; y a la “Sinfonía N° 7 en la mayor, Op. 92” y la “Fantasía Coral en do menor, Op.80”, de Ludwig Van Beethoven.
Télam.