¿Bajará el precio de la carne vacuna?
Por José Luis Stella, licenciado en Economía
El año pasado el precio de la carne subió en promedio 67% y la exportación que alcanzó las 900 mil toneladas peso-res tuvo un aumento del 7% con respecto al 2019. En un análisis parcial el gobierno correlacionó esos datos y adjudicó la suba de precios internos a las mayores exportaciones, tomó una medida drástica y decidió cerrarlas. La Resolución 75 del 20 de mayo con la firma del ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Luis Basterra, oficializó el cierre de exportaciones de carne por el plazo de 30 días, que tiene lógica en el contexto electoral que se avecina porque puede lograr una leve mejora en los precios internos en el cortísimo plazo aunque dañará la cadena de comercialización y los precios en el largo plazo.
No es correcto afirmar que los precios de Alemania son iguales que en Argentina. En Europa el valor del cuadril argentino es de 30, el bife angosto vale 35 y el lomo 48 Euros. Precios que se mantienen bastante estables en el tiempo. El mercado de carne es eficiente ya que el productor canaliza los distintos cortes a los lugares que más pagan por ellos. Los cortes con hueso son más aceptados en Chile y Argentina. Los bifes anchos, y angosto, gustan y se pagan más en Europa con particularidades, por ejemplo en Francia, el bife angosto (bife de chorizo) no gusta tanto, prefieren el bife ancho (ojo de bife) y eso lo lee el mercado a la perfección. Que sea eficiente el mercado no significa que es equitativo.
Una medida similar a la actual se tomó en el 2006, cuando Néstor Kirchner cerró las exportaciones por 6 meses, y luego la medida se extendió diez años. Esta historia reciente nos dice que nuestro país dejó de ser el tercer exportador mundial de carne vacuna. Cerraron entre 80 y 100 frigoríficos chicos. Se perdieron 10 millones de cabezas de ganado (58,7 millones en 2006 a 48 millones en 2011 según datos de La Sec. de Gobierno de Agroindustria de la Nación) y más de 10.000 personas se quedaron sin trabajo. De más está decir que los precios internamente nunca bajaron. Desde el 2006 hasta la fecha cayó el consumo de carne vacuna y aumentó el consumo de pollo y cerdo como sustitutos más próximos.
Los cuatro cortes más populares en nuestro país son: asado, vacío, matambre y falda, prácticamente no se exportan. Un segundo grupo de cortes: lomo, colita de cuadril, peceto, bifes ancho y angostos son cortes “premium” se consumen internamente y se exportan con el 50% de arancel a Europa dentro de la cuota Hilton cuyo ciclo vence el 30 de junio. A China se le exporta garrón, brazuelo u osobuco extraído de lo que comúnmente se llama “vaca conserva” y lo aprovechan para fabricar chacinados, o lo consumen directamente en guisos. China no come lo mismo que nosotros, se ha convertido en el principal destino de nuestra carne. Cuando se faena un animal en Argentina el 70 % queda acá y el 30% se exporta.
Para tener idea de cantidades, la República Popular China resultó el principal destino en volumen para la carne vacuna argentina durante enero de 2021, con aproximadamente 35,9 mil toneladas, seguido por Israel (3,8 mil toneladas) y Chile (2,3 mil toneladas) que se encuentra en tercer lugar.
Buenos Aires y Santa Fe son las provincias con mayor stock ganadero del país, las que más exportan, por ende la medida adoptada a los frigoríficos les pega muy duro, de allí que el gobernador Omar Perotti que siempre apoyó las medidas del gobierno nacional ahora diga que “hay que aumentar la producción y no cerrar las exportaciones”.
Al 1º de enero de 2020, las existencias de ganado bovino sumaban 54.5 millones de bovinos según estimación del Consorcio de exportadores de carnes argentinas. De $ 100 que pagamos en el mostrador de la carnicería, $ 70 corresponden a carne y $ 30 corresponden a impuestos. De manera que los impuestos representan el 43% del valor neto. Si el gobierno realmente quisiera bajar el precio bien podría haber bajado algún impuesto.
La semana pasada los medios anunciaban que el presidente de la nación, el ministro de economía y el ministro de la producción se reunían con el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), y descontaron que el cierre a las exportaciones se levantaba porque los frigoríficos aumentarían la cantidad de carne de cortes populares destinada a la mesa de los argentinos. Cosa no ocurrió. Lo que llama la atención es que el gobierno se reúna con frigoríficos, con el CAA, pero no se reúne con los productores. Y lo paradójico es que todas las reuniones previas con el CAA han sido para impulsar exportaciones, disminuir la burocracia que las obstaculiza. Y esta medida va en contra de lo que se alienta. El cierre es una mala señal al mercado de carne, que a la larga disminuirá la oferta, disminuirá el ingreso de divisas y generará desempleo, hará caer el stock ganadero nuevamente de extenderse en el tiempo, sin olvidarnos que la carne que consumiremos en tres o cuatro años comienza a producirse hoy.
Este conflicto está inserto en una discusión económica más amplia, entre el kirchnerismo duro formado por CFK, Kicillof, Paula Español por un lado y Guzmán, Kulfas, y el propio Alberto Fernández por el otro. Está fundamentada en la idea keynesiana de priorizar el corto plazo lo que alienta el primer grupo, mientras que el segundo exhibe la palabra sustentable como estandarte, que prioriza que lo que haga hoy no complique las cosas a futuro.
Recordemos que J. M. Keynes dijo que “en el largo plazo estaremos todos muertos” mostrando su preferencia por el corto plazo. El ministro de la producción reconoció que Argentina necesita incrementar las exportaciones porque se necesitan “más dólares para equilibrar la balanza de pagos”.
Cuando la decisión que tomamos es buena hoy y mañana, no hay inconvenientes, sin embargo con el cierre de las exportaciones no sucede lo mismo, puede ayudarnos hoy pero nos complica mañana. Un ejemplo puede clarificar esta disyuntiva: supongamos que una mamá lleva a su hijo al médico porque tiene mucha fiebre y el médico con buen criterio de la urgencia, lo coloca en una bañera con agua helada, eso que hace hoy es evidente que no puede hacerlo de por vida, algo similar es el efecto de la resolución 75.
Otro dato importante, es que medida en sueldos/kg de carne es evidente que lo que ha bajado es el salario. Entre el 2009 y el 2013 cuando había bajo stock ganadero el salario mínimo vital y móvil compraba 70 Kg de carne, ahora en el 2021 con $ 25.572 de salario mínimo solo puede adquirirse entre 35 y 40 kg.
El salario de empleados públicos y privados desde 2018 está corriendo de atrás a los precios. Esto explica que en nuestro país ha bajado el consumo de carne vacuna por habitante por año y los funcionarios del gobierno que no admiten públicamente la caída de salarios que puede extraerse de los datos del INDEC, prefieren encontrar a un enemigo, lo cual no debe interpretarse como que los hacendados y los dueños de los frigoríficos sean la “Madre Teresa de Calcuta”.
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