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Opinión 9 de marzo de 2018

Bajar el Peso de la Deuda Pública

por Marcelo Oviedo* Analista de Política Económica

El problema central de la economía argentina se parece al de la necesidad de bajar de peso

frente a un problema serio de salud. La solución es sencilla pero difícil de llevar a la práctica. Es
tan simple como consumir menos calorías de las que se gastan, pero demanda un gran esfuerzo
implementar la solución. Demorar iniciar un régimen aplaza el esfuerzo pero el riesgo sigue
latente.

Un álgebra sencilla de la ineludible restricción presupuestaria del gobierno permite tomar
conciencia del riesgo fiscal para pensar en las soluciones:
Crecimiento de la deuda = deficit primario + intereses – creación de dinero

El crecimiento de la deuda juega el rol del aumento de peso y los otros términos de la
ecuación son las opciones existentes para evitar que siga aumentado. El déficit primario es la
diferencia entre los gastos y los ingresos del sector público nacional. Los intereses son los de la
deuda del Tesoro pero análisis futuros deberán incluir los de las Lebacs. El último término es la
impresión de billetes del Banco Central, es decir la facilidad del gobierno de pintar papeles que el
público está dispuesto a cambiar por trabajo y por bienes y servicios. El signo negativo refleja la
posibilidad de comprar simplemente imprimiendo billetes, sin aumentar la deuda ni utilizar otros
recursos, algo que aparenta ser mágico.

En 2017

En términos del PBI, la ineludible restricción presupuestaria indica que durante el 2017, la
deuda creció 3,4 puntos porcentuales; el déficit primario fue de 3,9% y los intereses 2,2%.

Consecuentemente, el álgebra de arriba indica que la magia de crear dinero aportó recursos al
fisco por aproximadamente 2,7%, aproximadamente $280 mil millones.

Para evitar que el peso de la deuda (y con ello el peso de los intereses) continúe subiendo, se
requiere elegir entre reducir el déficit primario, crear más dinero, o una combinación de ambos.

En el primer caso, es necesario que los ingresos tributarios crezcan menos que los gastos; entre los
más importantes, éstos incluyen las jubilaciones, los salarios, los subsidios, y las transferencias por
diferentes planes asistenciales.

Difícil de llevar a la práctica

Lo sencillo de bajar el peso de la deuda es difícil de llevar a la práctica porque demanda
esfuerzos. Por el lado del déficit primario, existe resistencia al ajuste de los gastos; y es todavía
mayor el consenso de que “más impuestos” no se pueden pagar. Y por el lado de la impresión de
dinero, lamentablemente el truco de pagar pintando papeles es solo una ilusión: imprimir billetes a
razón del 27,6% anual con la economía creciendo al 2,8% como ocurrió el año pasado, genera,
en promedio, una inflación aproximadamente igual a la diferencia, es decir del 24,8% (durante
2017 fue de 24,7%). La inflación es el truco que permite quitarle poder de compra a la población
y transferírselo al gobierno (otro impuesto). Según encuestas recientes, la inflación es la mayor
preocupación de la población, reflejando que el truco de la impresión de dinero es el menos
aceptado para bajar el peso de la deuda. Lamentablemente no hay otras opciones.
Demorar el esfuerzo no evita las consecuencias

Si bien la literatura económica especializada considera diversos indicadores de
sostenibilidad fiscal, una “junta de médicos” calificados en la materia no dudaría en señalar que
la posición fiscal argentina, con su deuda acercándose al 60% del PBI (finalizó el 2017 en 57,6%)
y con un déficit financiero de 6,1%, representa un severo riesgo de salud. Combinado con
factores internacionales fuera del control argentino, ese riesgo puede desencadenar que se deje de
prestar al gobierno. Si llega o ocurrir, el shock es penoso y sus consecuencias tan inevitables como
conocidas: generalmente acarrea default, una llamarada inflacionaria, reducción abrupta del
gasto (jubilaciones, planes, salarios, etc.) y un tipo de cambio por las nubes.

Como ocurre con la necesidad de bajar de peso frente a un riesgo serio de salud, vale la
pena hacer el esfuerzo. Primero se requiere asumir el problema (entender la ineludible restricción
presupuestaria) y luego decidir cómo afrontarlo. No hacer nada y aplazar el esfuerzo necesario
para corregir el mal, lamentablemente, no evita las consecuencias.
* Analista de política económica