Aves pelágicas: esas desconocidas especies que casi no pisan tierra firme
Se trata de un grupo casi centenario de especies de albatros y petreles que se encuentran en distinto grado de peligro de extinción. La pesca comercial es su principal amenaza.
No solo debajo del mar Argentino hay un mundo de biodiversidad. Sobre el agua, también existe en una gran variedad de aves que es casi imposible ver desde la costa, porque en su mayoría, no pisan tierra firme. De hecho algunas, pasan años sobre el mar y solo vuelven a algún remoto islote a reproducirse y alimentar a sus pichones.
Este grupo, que comprende 22 especies de albatros y unas 70 de petreles, es conocido como Aves Pelágicas y, por sus características, hábitos de vida y por la interacción con los buques de pesca comercial, se encuentran en distintos grados peligro de extinción.
En nuestra ciudad se asienta el Programa Marino de la centenaria entidad Aves Argentinas, que desde hace años viene estudiando la problemática en conjunto con otros organismos oficiales y ensayando estrategias de protección para estos seres.
También en Mar del Plata, un socio de Aves Argentinas y sus hijos fotógrafos se dedica a navegar frente a las costas de la ciudad con las personas interesadas en conocer este mundo que se encuentra ahí, tan cerca pero tan invisible a la vez.
Ambos grupos coinciden en que, el conocimiento de estas especies es el primer y fundamental paso en el camino hacia su conservación.
Leandro Tamini y Nahuel Chávez, del Programa Marino de Aves Argentinas y el observador Claudio Rodríguez, contaron a LA CAPITAL las características y vulnerabilidades de estas especies, las amenazas y cómo intentan reducir los factores que ponen en peligro su supervivencia.
“Las aves pelágicas son un grupo de 24 especies de albatros y alrededor de 70 especies de petreles” definieron los referentes. Su nombre, hace referencia a que viven gran parte de su vida sobre el agua.
“Se trata de aves muy difíciles de ver desde la costa. Se pueden llegar de ver cuando hay mucho viento fuerte del sur. En general la vida de estas aves empieza en una isla, desde que nacen pasan 8 a 10 años en el mar, sin volver a las islas y recién después de 3 años de empezar a volver y aprender como se reproducen las parejas, comienzan a reproducirse. Y tienen una descendencia por año o cada dos años, todo eso contribuye al estado de riesgo de la especie. Son como los elefantes o rinocerontes, cualquier impacto que se genere hace que caigan muy rápido las poblaciones”.
En general se trata de especies longevas, pero que “llegan tarde a la madurez sexual, tienen pocas crías y, casi todas son monógamas, lo que las pone en riesgo de desaparición” explicaron.
Por otra parte, comprenden un grupo de aves cuya escala de tamaños puede variar entre los 25 centímetros y 20 a 30 gramos los mas chicos a animales de 3 metros y medio con alas desplegadas y 12 kilos de peso.
Además, se suma que “viven en ambientes extremos, no toman agua dulce jamas, tienen un sistema de tubo nasal que ayuda a eliminar la sal excedente del agua marina, muchas veces se van por días dejando al pichón solo, recorren miles de kilómetros en busca de alimento para llevar al pichón y volver a salir. Viven muy extremadamente”.
“Son aves que se pueden posar sobre el agua y pueden descansar volando. Tienen un sistema muy interesante que les permite ‘apagar’ la mitad del cerebro y unos tendones especialmente desarrollados que les permiten mantener las alas abiertas y cuando encuentran buenos vientos tienen una técnica de vuelo, formando una especie de 8, con la que ganan altura y velocidad, y pudiendo mantenerse así por días sin perder mucha energía” describieron.
Pero por estas mismas características, “si estas aves caen en la popa de un barco no saben que hacer, no saben remontar vuelo como un gorrión. Muchas ni siquiera pueden caminar largos tramos, se arrastran hacia el nido”.
Asimismo expresaron que “cada especie tiene una historia particular, por ejemplo los albatros corona blanca o tímidos (Thalassarche cauta y Thalassarche steadi) especies que se crían en un grupo de islas de Australia (cauta) y Nueva Zelanda (steadi), pero recorren miles de kilómetros sobre el mar hasta esta región. El albatros de pico fino cría solo en un archipiélago y llega al Mar Argentino y no de casualidad. Se sabe por los seguimientos satelitales que es su comportamiento natural, sale de su isla natal, da unas vueltas por Australia, pasa por debajo del Cabo de Hornos y llega al Océano Atlántico, donde permanece por unos cinco años hasta que vuelve a reproducirse”.
Continuando con los ejemplos contaron que “el albatros pico fino, cría en un archipiélago denominado Tristán de Acuña, donde se encuentra la ciudad más lejana de cualquier civilización, entre Africa y América” y el paíño “es una de las especies mas abundantes, que regresa al nido solo de noche y en noches sin luna llena para evitar que los depredadores encuentren su nido. Se guía por el olfato y se arrastra para llegar al hueco de la tierra en el que cría a sus pichones”.
Los riesgos
Todas las especies se encuentran en algún grado de peligro “básicamente por dos cuestiones: la actividad pesquera en el mar y las especies introducidas”.
“300 mil aves mueren por año, un tercio son albatros” indicaron.
Desde Aves Argentinas hace 8 años se trabaja en un proyecto cuyo principal objetivo es reducir la captura incidental de estas aves en las pesquerías de Argentina. “Comenzamos estudiando el problema, intentando encontrar soluciones y por último trabajando con las oficinas gubernamentales, otras ongs y la universidad para que estas soluciones se lleven al campo de la práctica, es decir, que una Resolución del Consejo Federal Pesquero obligue a determinadas flotas a usar determinadas soluciones” explicaron.
El problema es “complejo” teniendo en cuenta que ” las diferentes flotas tienen distinta interacción, con distintas especies”.
“Los congeladores son como fábricas de pescado cuyo descarte son deshechos de pescado, básicamente cabeza y tripa. Los fresqueros congelan el pescado entero en hielo en escamas y el descarte es pescado entero, por eso la interacción es diferente y es mucho mayor con congeladores que con fresqueros. En este último caso, la problemática es que mientras los pescadores juntan la red, las aves que bucean como petreles de pequeño porte, quedan atrapados en las redes” explicaron.
Por ello, “nuestro rol es encontrar, flota por flota, las soluciones específicas y trabajar con el gobierno para presentarle la solución”.
Y como resultado de ese trabajo, “tenemos muchas herramientas, como un plan de acción nacional para reducir la captura incidental de aves que nos da el marco para presentar ese tipo de soluciones”.
Es que en general, las aves se enganchan en las artes de pesca. “Hay aves que aprovechan los recursos de las pesquerías y otras que ni siquiera se acercan, huyen del hombre o mantienen cierta distancia. En cambio hay otras que son voraces y se acercan hasta a quitarle la carnada o la captura a los pescadores deportivos”.
Para ese segundo grupo de especies, “los buques son como un gran banquete para las aves marinas y el costo es alto. Chocan o pretenden agarrar recursos, presas que se encuentran en la red y quedan atrapados. En los buques de arrastre tratan de picar de las redes y quedan enredados y con los congeladores tratan de agarrar el descarte se pegan contra los cables de arrastre”.
Las características de las especies, sumadas a estas amenazas ligadas a su búsqueda de alimento, se combinan para ponerlas en esta situación.
Por ello, el trabajo de Aves Argentinas inició trabajando a bordo de los buques, observando el movimiento, registrando las interacciones, luego elaborando posibles estrategias de mitigación y, tras ello probándolas.
“Hemos desarrollado un dispositivo para aplicar en las pesquerías. En términos no científicos es una especie de espantapájaros que si se usa en los buques, evita que las aves se acerquen. Lo probamos para ver que funciona y lo que buscamos es involucrar a los pescadores”.
Por ello, una vez desarrollado y probado el sistema, “trabajamos para capacitar a los pescadores para que, cuando nosotros no embarcamos, ellos puedan desplegar estas líneas. Es importante que comprueben que tomar esta medida tiene su utilidad”.
Conocimiento
Pero otro de los problemas que identifican los especialistas es la falta de conocimiento de la población en general sobre estas especies, sus características y problemáticas.
“Hay un grupo de trabajo técnico-científico de albatros, hay investigadores en la Universidad que hacen ciencia sobre el tema, hay un club de observadores de aves, que también realiza trabajos de divulgación y salidas de observación, es decir, acciones existen, pero se requiere más compromiso y gente se se sume para logros más integrales”.
En ese contexto, Aves Argentina inició un trabajo de recorrido de escuelas brindando charlas, dando información sobre ellas. “Lo hicimos durante todo el año y fue muy enriquecedor” apuntaron.
Por otra parte, las salidas de observación, son otra alternativa de conocimiento. “Inicialmente surgió con personas especializadas en observación de aves que busca embarcarse para encontrar este otro mundo fascinante y desconocido” apuntó Rodríguez.
Y apuntó: “mucha gente puede pensar que es excéntrico salir a ver pajaritos, pero es una actividad muy extendida, hay cerca de 40 millones de observadores solo en Estados Unidos, mundialmente es una afición que se va expandiendo y tiene una idea basal que es que las nuevas generaciones se preocupen por el medio ambiente. Las aves, al mostrarse mucho, por tener el don del vuelo, dan una buena oportunidad de contacto con la naturaleza y no hace falta ir lejos, solo abrir la ventana o ir a una plaza cercana puede ser una primera aproximación”.
Además, apuntó que Mar del Plata y la zona es un punto “privilegiado para comenzar” teniendo en cuenta que “hay plazas, parques, reservas a las que se puede acceder en un colectivo de línea y, a unos 30 o 40 kilómetros de la costa, más cerca que Miramar, un mundo de aves pelágicas por disfrutar”.
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