La ciudad vivió este lunes su primera madrugada con las restricciones horarias impuestas por el gobierno provincial, las cuales determinan que desde la una y hasta las seis se encuentra prohibida toda actividad comercial, artística, deportiva, cultural, social y recreativa.

Así fue que en ese rango horario los locales permanecieron con sus persianas bajas lo que, sumado a las lluvias que comenzaron a registrarse en Mar del Plata desde anoche, generó postales impropias de una temporada estival.

Con este “toque de queda sanitario”, que tiene el objetivo de reducir los contagios de coronavirus en la ciudad, los cuales en las últimas semanas alcanzaron cifras preocupantes, se redujo aún más la circulación de personas y vehículos por la ciudad en un rango horario en el que ya la misma era llamativamente baja.

Para el cumplimiento de la medida dispuesta por el gobierno bonaerense, el municipio instruyó a inspectores y fuerzas de seguridad para que hagan cumplir las restricciones, con el foco puesto particularmente en desactivar las fiestas clandestinas, las cuales se multiplicaron durante los primeras días de enero, llegando a poner en jaque con sus desmanes a una temporada atípica por encontrarse en el marco de una pandemia.

De esta manera, las calles del centro de Mar del Plata contaron con un silencio desolador, que solo era interrumpido por momentos con la circulación de los trabajadores exceptuados por brindar servicios considerados esenciales.

El virus que amenaza y golpea el sistema sanitario y económico mundial también provocó que en una madrugada de enero los bares y los cafés de la ciudad estuvieran vacíos, que no haya reuniones en restaurantes ni boliches repletos de jóvenes bailando el tema del verano. Donde había luces hubo oscuridad y donde había ruido hubo silencio.

Mientras tanto, empresarios y trabajadores del sector turístico permanecen a la espera de que se reduzcan los contagios y de volver a una vieja normalidad que les permita poder trabajar con tranquilidad.