Asesinos que nunca mueren: la supervivencia del “slasher” en tiempos de adaptación
Con la llegada a Netflix de la "Masacre de Texas", una continuación de la cinta original de 1974, el filme se sumó a una lista de remakes y otros títulos signados por incontables puñaladas y "reinas de los gritos" que engrosan catálogos en una industria audiovisual hambrienta por conquistar al público.
Una escena de "La masacre de Texas".
Por Victoria Ojam
La apelación a la nostalgia y la inmortalidad de los asesinos más icónicos del cine de terror apoyan un resurgimiento del subgénero del “slasher” que, más de cuarenta años después de su aparición y con el reciente estreno de una nueva secuela de “La masacre de Texas“, demuestra que a fuerza de adaptación de sus arquetipos, todavía tiene lo necesario para atrapar a las audiencias.
Con su llegada a Netflix como una continuación de la recordada cinta original de 1974, el filme se sumó a una lista también conformada por remakes y otros títulos recientes signados por incontables puñaladas y “reinas de los gritos” que engrosan los catálogos en una industria audiovisual hambrienta y en contienda por conquistar al público.
La resultante sobreoferta de contenidos, que se alzó cuando la instalación definitiva de las plataformas coincidió con el aislamiento de miles de millones alrededor del planeta frente a la pandemia de coronavirus, ofreció hasta ahora tanto potencial como reciclaje. Y es ahí donde el “slasher” está encontrando una segunda vida.
Mucho pasó desde que la mencionada y precursora producción de Tobe Hopper, con el temible Leatherface y su familia de caníbales granjeros, encastrara con la marca que había dejado la indispensable “Psicosis” (1960, de Alfred Hitchcock) para dar lugar, con otras influencias europeas, a este pequeño género que desde su auge a fines de los 70 sufrió más desgastes que triunfos.
La primera señal de su retorno se vio en 2018 con el lanzamiento de “Halloween“, la esperada secuela de la película homónima de 1978 que sí es considerada la primera de su tipo: fue de la mano de John Carpenter y una caja de artesanales recursos que las audiencias conocieron al implacable Michael Myers y a la tenaz Laurie Strode, interpretada por una principiante Jamie Lee Curtis.
Para esa continuación, el estadounidense David Gordon Green (“Superfumados”) retomó el legado de Carpenter y convenció a Curtis para que regresara como la némesis de Myers, dando lugar más tarde a “Halloween Kills: La noche aún no termina” (2021) y a la próxima “Halloween Ends” (2022).
Sin embargo, este filme de culto no sólo se convirtió en una franquicia que ya lleva doce títulos en su haber, sino en la base del “slasher”. Un traumatizado o vengativo homicida de aspecto inconfundible, un grupo de adolescentes en plena experimentación y una cacería letal que deja a la heroína -la “chica final”- a cargo de ponerle fin a la tragedia, fueron el molde que catapultó el formato al éxito.
Su capacidad de entretenimiento para las juventudes le garantizó la taquilla a otras producciones como “Cuando llama un extraño” (1979), “Noche de graduación” (1980) y “Martes 13” (1980), antes de la llegada de otro hito, “Pesadilla en lo profundo de la noche” (1984), con el inolvidable Freddy Krueger encarnado por Robert Englund y llevado a la pantalla por Wes Craven.
El mítico asesino de guante armado que mataba en sueños -y que tuvo numerosas entregas- puso fin a la bonanza del “slasher” como el público lo conocía hasta entonces, con la introducción del componente mágico y fantástico en la trama. A partir de allí, la repetición insaciable de fórmulas colocó al estilo en franco declive a pesar de su buena y breve racha.
Así todo, fue el propio Craven quien le dio revancha tiempo después, cuando “Scream: Vigila quién llama” (1996) llegó a los cines con una sátira que era tan o más consciente de sí misma que sus espectadores, interpelaba a su generación y reavivó el interés por este consumo. Como no podía ser de otra manera, su atractivo y la evolución de su protagonista, Sidney Prescott (Neve Campbell), también rindieron con el estreno de tres secuelas.
Para no quedar afuera, este contexto le ofreció otra oportunidad que se materializó en enero pasado con el lanzamiento de un quinto enfrentamiento de la ya adulta Sidney con la encarnación de Ghostface, el enmascarado de la saga, a 25 años de su origen. Mientras estuvo en cartelera, supo pelearle el podio global a la exitosísima “Spider-Man: Sin camino a casa” y, por supuesto, ya tiene una sexta película confirmada.
Este revival de los 90 contó a su vez con la reaparición de Chucky en “El muñeco diabólico” (2019) y en la serie de la plataforma Star+ “Chucky” (2021), que trajo el mundo de desmanes del juguete maldito por excelencia a la actualidad con la inclusión de un protagonista homosexual que debe hacerle frente al bullying escolar.
En ese sentido, el streaming fue el primero en responder a las demandas de representación de las juventudes contemporáneas. En 2021 llegó el turno de “Sé lo que hicieron el verano pasado“, serie de Amazon Prime Video que adaptó en clave moderna la historia popularizada en 1997 por el filme homónimo de Jim Gillespie; y de la trilogía de películas de Netflix “La calle del terror“, que dio un paso más en términos de diversidad racial y de género en el rubro.
Las cintas dirigidas por la cineasta Leigh Janiak, que reúnen todos los lugares comunes para darles una vuelta de tuerca sobrenatural, fueron todo un éxito para la plataforma, que atinó con su propuesta para su séquito de suscriptores millennials y centennials.
“La calle del terror” es quizás la que mejor demuestra una pulsión por mantenerse vigente, al dar con un material nunca antes adaptado a la pantalla que homenajea la memoria cultural de las audiencias mientras echa por tierra la ecuación de jóvenes “rebeldes” castigados por sus presuntas transgresiones.
Es el tono moralista frente al sexo, las drogas y la desinhibición lo que da un paso al costado, flotando siempre sobre lo que a este cine muchas veces le valió ser señalado como de baja calidad o mera explotación: las muertes cada vez más groseras y los vertiginosos recuentos de víctimas que son, a pesar de todo, su eterno núcleo pochoclero.
Así, el panorama en este terror revela una convivencia entre las versiones de los clásicos -aún persisten los rumores de una futura remake de “Martes 13”- y los preliminares intentos de nuevos realizadores y realizadoras por actualizar el comentario social de un subgénero que ahora critica menos la insumisión adolescente y pone el foco más en las problemáticas del presente.
Al igual que sus asesinos, el “slasher” parece estar determinado a reinventarse en ciclos. Será cuestión de tiempo para conocer si entre sus atisbos de frescura y las apuestas seguras consolida el impulso suficiente para acercarse al éxito de sus anteriores períodos de fama.
Télam.
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