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Opinión 22 de septiembre de 2024

Asado, presupuesto y la audiencia de Milei

Por Jorge Raventos

El último martes, Javier Milei quiso atornillar la fuerza de tareas legislativa que lo acompañó en el veto a la ley jubilatoria, un esfuerzo comprensible ya que esa ayuda le permitió amplificar un bloque propio de 39 diputados a más del doble (87), cifra que supera el tercio de los integrantes de la Cámara y, aunque no implique nadar en la abundancia, si se sostiene, al menos taponaría otros intentos de rechazar un veto presidencial o un eventual pedido de juicio político.

Para consolidar ese logro, el Presidente celebró como “héroes” a los 87 diputados que lo respaldaron y los invitó a celebrar con un asado en la Residencia de Olivos. Se trató de una invitación sui géneris: los comensales debieron pagar por sus raciones (20.000 pesos por cabeza). Se trató de una novedad absoluta: Presidencia no ha informado hasta ahora al menos que los invitados de Milei a la Quinta abonen como regla lo que consumen. Habría que averiguar si a Macri, por ejemplo, le cobraron las milanesas o la entraña.

De todos modos, aunque Milei convidó a 87 héroes, los cenadores del martes 17 fueron menos. Por ejemplo, de los cinco radicales que invirtieron el sentido de su voto original para acompañarlo, sólo uno asistió al asado: el tucumano Mariano Campero, que se esfuerza por llegar a ser una pieza importante del dispositivo libertario en su provincia. Aunque no hubo información oficial sobre presencias y ausencias, pareció disminuida la representación del Pro, que había aportado 38 héroes a sostener el veto a la ley jubilatoria. No se la vio a María Eugenia Vidal, por ejemplo.

No es improbable que la discreta deserción parcial del macrismo esté relacionada con varias pullas indirectas (pero inconfundibles) que el Presidente le había dedicado dos días antes al jefe del Pro en su presentación por cadena nacional del proyecto de ley de presupuesto.

Un discurso fallado

Ese discurso de Milei fue también una situación sui géneris. El Presidente y sus gurúes en temas de comunicación previeron un rating récord para esa presentación en el prime time televisivo. Amigo de los gestos excepcionales, Javier Milei eligió una noche de domingo para asumir personalmente una tarea que habitualmente desempeñan los ministros de Economía.

También forzó otra excepción con la presentación del proyecto de Presupuesto: Milei no fue al Congreso a debatir, sino a escenificar un acto de propaganda y contó con un público mayoritariamente adicto, en parte porque la oposición sólo se hizo presente por respeto protocolar pero con dotaciones mínimas, pero además porque, a diferencia de las presentaciones regulares, hubo nutridas barras libertarias que hostigaron e insultaron a los diputados adversarios (la excepcionalidad de la presentación en el recinto ofreció palcos donde apostarlas, algo que no habría sido posible en una presentación regular de la Comisión de Presupuesto, donde no existen esas comodidades).

Que la audiencia de los canales que ingresaron a la cadena oficial se haya derrumbado a la hora del discurso tal vez dé cuenta de un error de cálculo de los organizadores o, complementariamente, de una imperfecta lectura del estado presente de la opinión pública. Varias encuestas recientes registran fuertes caídas en los registros del Presidente. El rating bajo puede reflejar un fenómeno más inquietante.

Que los autores del discurso presidencial le hayan hecho leer a Milei citas apócrifas de Marco Tulio Cicerón (algo que pudo evitarse sencillamente consultando en Internet) y que estas fueran incluidas, precisamente, en el párrafo de remate, donde el Presidente pretendía mortificar a la oposición (“Ustedes de eso no aprendieron nada”) parece, si se quiere, peccata minuta. La Casa Rosada no era virgen en materia de datos, cifras y citas fake. Habrá que ver si el Presidente también subestima el hecho: dependerá de que haya sido productor o ingenuo consumidor del timo.

Peor quizás fue la ensalada de números referidos al pretendido ajuste que deberían hacer “los estados subnacionales” (provincias y municipios). Milei dijo, textualmente a los gobernadores que se “requiere que las provincias, en su conjunto, hagan un ajuste adicional de 60 mil millones de dólares”. El papel no se resiste, pero la realidad suele hacerlo.

Las negras también juegan

La cifra y la pretensión de Milei fueron inmediatamente contestadas por gobiernos de distintas divisas. La administración mendocina, conducida por un radical aliado del gobierno central (Mariano Cornejo), replicó que esa cifra “queda descartada” y explicó que el recorte exigido por Milei es incluso superior al presupuesto provincial vigente. En rigor, la cifra esgrimida por el Presidente equivale a casi la totalidad del presupuesto de todas las jurisdicciones sumadas. El santiagueño Gerardo Zamora aportó otra comparación para subrayar lo inverosímil de las cifras de Milei: equivale -dijo- “a casi dos terceras partes de la coparticipación que reciben todas las provincias”. El santafesino Maximiliano Pullaro, radical, puntualizó que en su provincia hicieron “todos los esfuerzos que teníamos que hacer y hasta hicimos un esfuerzo mucho mayor al que hizo el Gobierno nacional”.

Frente al clima creado por estos tramos del discurso de Milei, Guillermo Francos tuvo que esforzarse desde temprano el lunes 16 en hacer control de daños. Convocó a Luis Caputo, el ministro de Economía, y ambos llamaron de urgencia a una reunión con los gobernadores. Los ministros relativizaron la bendita cifra lanzada por Milei. El presidente de la Comisión parlamentaria de Presupuesto, José Luis Espert, un protegido del Presidente, lanzaría a rodar más tarde un número tres veces más chico: serían 20.000 millones de dólares lo que los libertarios reclaman de ajuste. También esa cifra ha sido cuestionada.

Control de daños

Con el debate lubricado por aquel paso en falso del discurso presidencial, los gobernadores avanzaron sobre otros aspectos que les crean preocupación: la ausencia, en el proyecto de Presupuesto, de obras públicas que han sido acordadas con la Casa Rosada, ni especificaciones sobre el mantenimiento y construcción de rutas nacionales, tareas para las que el Estado central tiene asignados fondos específicos. Son puntos de una agenda que recién empieza a abrirse. Con el gobernador Llaryora de viaje, los cordobeses se expresaron a través de sus legisladores, con un documento firmado por el bloque de diputados que lidera Carlos Gutiérrez y por la senadora Alejandra Vigo, esposa de Juan Schiaretti. La declaración califica al ajuste reclamado por Milei a las provincias como “un disparate total (…) insostenible y fuera de toda lógica”.

El cordobesismo considera que, de llevarse a cabo, implicaría “en términos prácticos, que las provincias deberían reducir en una tercera parte el gasto en educación, salud, seguridad y obras públicas”.

El eje: déficit cero

Si varias de las cifras que proveyó el discurso presidencial suenan voluntaristas o peregrinas, si la aplicación estrechamente rígida de dogmas anarcocapitalistas reduce las funciones del Estado a “asegurar la estabilidad macroeconómica y el imperio de la ley. Punto. Cualquier otra cuestión puede resolverse a través del mercado o es competencia de los gobiernos subnacionales”, lo más trascendente de la presentación de Milei debe ubicarse en otro aspecto: en su insistencia en convertir el equilibrio fiscal (“déficit cero”) en un vértice de convergencia social, una base común desde la cual construir. Ese objetivo parece a esta altura compartido por la mayoría de las fuerzas políticas y por los gobernadores.

Hoy, muy pocos (si es que alguno) discuten el carácter fundante del equilibrio fiscal. Lo que no equivale, por cierto, a decir que impera la unanimidad, ya que lo que se disputa a partir de ese punto son los procedimientos y la distribución de los esfuerzos.

En términos de debate conceptual, el cordobesista Gutiérrez señala que “el superávit es una herramienta, pero no el único elemento de una política económica”. El exgobernador salteño Juan Manuel Urtubey opina que “a la visión de este gobierno” condensada en el Presupuesto, “le sobran más de 30 millones de argentinos”.

Lo que no le sobran, en todo caso, son apoyos no condicionados en el Congreso. Los 87 cenadores no son suficientes para aprobar el presupuesto, aunque no se trate de una ley que requiera mayorías especiales. Por el momento el oficialismo calcula 87 votos y necesita, para este objetivo, 129 en caso de que no haya ausencias a la hora de votar. Parece ineludible, si el interés del gobierno es que haya presupuesto 2025, negociar con los gobernadores.

En cuanto al veto prometido por Milei a la ley que garantiza los fondos de la universidad, habrá que ver si puede una vez más evitar que triunfe la insistencia parlamentaria. Por ejemplo, ¿cundirá en el radicalismo la actitud del tucumano Campero y sus amigo de mantener el acercamiento al polo libertario o pesarán en la definición el tradicional compromiso radical con la vida universitaria (estudiantes, docentes, graduados), el sosegate que la Convención partidaria aplicó a los desertores y la atmósfera social que se vivirá en las próximas semanas con las movilizaciones que están en preparación?

Inclusive entre los 37 votos que aportó el Pro para consolidar el veto a la “ley de los abuelos” puede haber bajas.

En última instancia, el pasa-no pasa queda en manos de los gobernadores. Alguien podría invitarlos a comer un asado.