por Agustín Marangoni
A fines de octubre hubo una reunión en Casa Rosada para discutir el tema de Arroyo. Lo midieron en distintas oportunidades y todos los números mostraron que su imagen había caído más de 30 puntos. Es decir, si hoy Arroyo se presenta a elecciones llegaría, con mucho viento a favor, al 17% de los votos. Eso es, sin vueltas, capital político dinamitado. La estrategia fue mostrar respaldo, por una cuestión elemental: ni el presidente Macri ni la gobernadora Vidal pueden darse el lujo que el intendente de la ciudad con mayor visibilidad del país durante la temporada caiga como una bolsa de arena. Sería un golpe para Cambiemos a nivel nacional. Pero la verdad es que Arroyo hizo todo lo posible para lograr esa caída: no hizo nada. De nada.
Arroyo asumió con el discurso de la honestidad. Desde el primer día al frente de la ciudad se refirió al déficit económico que le dejaron. Pasó la tijera por donde pudo y más. El asunto es que los números arrojan hoy que en su primer año el déficit es mayor que el que heredó: se habla entre dientes de más de 1000 millones de pesos. Para hacer nada. Arroyo no llevó adelante ni un solo plan de gobierno, de hecho, tiene el triste récord de ser el intendente que menos obra pública concretó en tiempos de la democracia.
Eso es falta de gestión.
Igual que en la secretaría de cultura, donde el vacío es preocupante. No es fácil lograr que en todo el país hoy se hable de la situación cultural de Mar del Plata. Pero claro, fue todo mutilar: vaciaron programas barriales, desafectaron trabajadores, no pagaron sueldos y planificaron la agenda de actividades para temporada más flaca de los últimos treinta años. La renuncia de los elencos y los jurados marplatenses al Premio estrella de mar es una reacción lógica ante una secretaría sin otra idea que ajustar y cerrar.
Entonces sacuden con la prohibición de las fiestas electrónicas. La medida deja al desnudo, una vez más, la ausencia de plan. En lugar de llevar adelante un operativo de seguridad y de contención, prohíben. Un político no está al frente del poder ejecutivo con un sueldo de 120 mil pesos mensuales para prohibir. Eso no es fascismo, es inutilidad.
Arroyo no tiene cintura política, no resuelve. Es un hombre que todos los días, cerca de las dos de la tarde, se va a la casa dormir la siesta. Un hombre que pretende mejorar Mar del Plata desde Mar del Plata. Un hombre que arrastra 30 renuncias de funcionarios. Un hombre que no puede anotar ni una sola medida productiva para la ciudad.
Pasó un año.
Es momento de entender que la inutilidad en la gestión pública es una de las peores formas de corrupción.