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Opinión 3 de abril de 2018

Llegó la hora de un gran acuerdo social-político-económico

por Ariel Ciano

Ariel Ciano, director de Aerolíneas Argentinas.

Mar del Plata necesita unirse, integrarse, llamarse a la reflexión en un espacio en donde todos puedan ser escuchados, plantear los objetivos y la forma de conseguirlos; explicar sus necesidades y ofrecer apoyo y propuestas. Para ello, necesitamos de todos: la industria, la cultura, la iglesia, la universidad, el puerto, las sociedades de fomento, los sindicatos, porque entre todos debemos pensar las bases de la ciudad que soñamos.

Por sus bellezas naturales y los servicios que ofrece, pero sobre todo por la potencialidad de su gente, Mar del Plata es una ciudad única. En ella confluyen el turismo y la producción, con los accesos necesarios para su desarrollo comercial y turístico, como el puerto, la ferroautomotora y el aeropuerto. Así convive la industria textil, la de la pesca y la frutihorticola con las TIC, que son presente y futuro; todo ello además de su oferta cultural y académica, referente de toda la zona. Pero aunque Mar del Plata tenga todo lo necesario para brillar, por alguna razón, no lo hace. Entre otras cosas, porque aún no se logra resolver la situación por la que seguimos siendo una de las ciudades con mayor desempleo del país, llevándose los jóvenes la peor parte de esto, con subas en los últimos años: En 2015, el 16,2% de los jóvenes no tenía trabajo, mientras que en 2017 el número ascendió a 31,2% desalentando su futuro a pesar de contar con una gran oferta académica.

Mientras los referentes de la industria TIC indican que su sector goza de pleno empleo y que hay faltante de mano de obra calificada, siendo que por naturaleza son los jóvenes quienes más se interesan por la informática, la programación y una serie de cuestiones que tienen que ver con el quehacer de quienes trabajan en el sector. La clave radica en acordar políticas centrales para fomentar el trabajo en otros segmentos tradicionales de la ciudad, como es un programa de formación de oficios en base a las necesidades de los distintos productores locales -como soldadores y matriceros para la industria metalmecánica o remalladores para la textil-, así como facilidades para nuevos emprendedores y las Pymes.

A su vez, Mar del Plata debe definitivamente proyectar y construir un Centro de Convenciones con participación público-privado, cuya existencia otorgaría un mayor conocimiento del destino como sede de grandes eventos y desarrollo, fortalecería aún más la conectividad aérea, el turismo cultural y generaría una visualización de la ciudad en los estratos académicos, sociales y culturales.

En todas estas cuestiones, está en juego el papel del municipio en su rol de administrador de la “cosa pública”. Porque en una ciudad, en donde una gran cantidad de servicios urbanos no se brindan o llegan en forma deficiente a una gran parte de sus habitantes, estamos ante una estructura de gobierno obsoleta que debe modernizarse, pero que también, requiere del apoyo de distintos sectores para poder estar a la altura de la circunstancias.

Es tiempo de dejar de hablar de los problemas del pasado, porque pensando en la Mar del Plata del siglo XXI, hay que diagramar ahora las posibles soluciones de lo eventuales problemas que puedan surgir en el futuro, como por ejemplo la tecnología aplicada al mercado laboral que si bien propicia avances, a su vez en el mediano plazo atentará contra las fuentes de trabajo más tradicionales, tal cual ya sucede en otras partes del mundo.

Sí España pudo confluir en El Pacto de la Moncloa en 1977, tras cuatro décadas de dictadura de Francisco Franco y, de esta manera, firmar dos documentos históricos en el que los representantes de los principales partidos políticos, sindicatos y otros actores sociales se comprometieron a seguir un programa político y económico con medidas tendientes a estabilizar la administración de un país acechado por la pobreza y el fantasma latente del regreso de la dictadura militar, entonces Mar del Plata podría darse la oportunidad de empezar a discutir las políticas que nos conduzcan camino a ser la gran ciudad que soñamos. Indudablemente quien debe dar el primero paso, es el intendente convocando a todos los sectores pensar como trabajamos para hacer brillar a nuestra ciudad. E incluso, yendo a nuestra historia reciente, vale mencionar como ejemplo a Jorge Bergoglio, ahora convertido en el Papa Francisco, cuando en el 2001 era Arzobispo de Buenos Aires, y lanzó una convocatoria a todos los sectores para que la Argentina pudiera salir de la crisis.

En síntesis, debemos mirar de los ejemplos exitosos de transformación que se aplicaron en otros lugares del mundo, además logrando no solo mejorar la calidad de vida de sus habitantes, sino generar orgullo e identidad, ya que la gestión de sus ciudades logró el reconocimiento como los casos de Medellin en Latinoamérica o Valencia y Málaga en España.

(*): Presidente del bloque de concejales de 1Pais