por Mariano Suárez

La potencia compositiva de Richard Wagner, que alcanzó a influir al movimiento artístico aún fuera del ambiente musical, se advierte, en grado diverso -desde el acto de reflejo hasta el gesto de distanciamiento que anticipa un lenguaje autónomo- en la obra de Claude Debussy, interpretada la noche del sábado en el Teatro Colón por las dos referencias mayores de la música argentina a escala mundial: los pianistas Martha Argerich y Daniel Barenboim.

Esa evolución, desde la mímesis al despegue, fue la punta de lanza del plan que Barenboim imaginó para su participación, por cuarto año consecutivo, en el Festival que, con su nombre, se desarrolla en el Colón y que construye el clima para asegurar la presencia, más indócil, de Argerich.

El montaje del programa debussyano se interpreta precisamente en esa línea. Ya sea porque la transcripción a dos pianos de “El holandés errante”, de Wagner, es una sugerencia de la pianista. Y también porque Barenboim prepara a su orquesta para tocar, en 2018, la obra de Debussy en el centenario de la muerte del compositor francés y Argerich no estará presente entonces en la Argentina.

El director argentino-israelí es, además, ideal para ese abordaje por su inclinación a la tradición wagneriana. En Bayreuth dirigió “Tristán e Isolda”, “Parsifal” y “Los maestros cantores”, entre más. En 2018 volverá a Buenos Aires con su otra orquesta, la Staatskapelle de Berlín, justamente para “Tristán y Isolda”.

Desde la obertura de “El holandés errante”, habitualmente escuchada en formato orquestal -las pocas veces que se programa- y que requiere una exigencia para su resonancia desde el piano, la función transcurrió hacia “Seis epígrafes antiguos”, “En blanco y negro” (ya interpretado por Barenboim y Argerich hace dos años en el Colón), “Lindaraja”, “Preludio a la siesta de un fauno” (anticipo del movimiento impresionista) y “El mar”, que representa el punto de alejamiento para Debussy de la poderosa referencia alemana.

“Poco a poco Debussy se fue liberando de Wagner, pero siempre quedaron rastros, incluso cuando ya se había separado de su influencia, quedaron rastros; rastros armónicos, y ni hablar de los rasgos instrumentales”, reflexionó Barenboim.

En forma previa al estreno oficial del “Festival Barenboim”, que se extenderá hasta el sábado 5 con un apretado programa, Barenboim y Argerich ofrecieron este mediodía un anticipo en el contexto de un concierto público en las afueras del teatro.

La Sonata en Re Mayor para dúo de pianos de Wolfgang Mozart, y la propia obertura de “El holandés errante”, fueron interpretadas por los músicos en ese prólogo pocas horas antes de que se internaran en las asperezas del programa nocturno.

Este domingo, esta vez desde las 17, Argerich y Barenboin retomarán su tesis debussyana en el segundo concierto del Festival.

Después la agenda del Festival continuará el martes desde las 20. Barenboim reaparecerá para dirigir a la Orquesta West – Eastern Divan, fundada en 1999 por el maestro y teórico literario y musical palestino Edward Said, con Argerich como solista en el piano y un repertorio desafiante a la escucha, con obras de Maurice Ravel, Dmitri Shostakovich y Alban Berg.

El viernes 4 a las 20 el festival propondrá un concierto de cámara tendiendo puentes entre culturas y tradiciones diversas con la participación de Michael Barenboim en violín (el hijo de Daniel) y Kian Soltani en violonchelo, acompañados por Barenboim padre al piano. El programa musical incluirá obras de Ludwig Van Beethoven.

La clausura de la semana musical será el sábado 5 de agosto a las 20. Esa noche Barenboim y la Orquesta West-Eastern cerrarán con un programa conformado por obras de Richard Strauss y Piotr Ilych Tchaikovsky.

Télam.