Aquella mañana de enero en la que un exjuez se suicidó de tres disparos
El 12 de enero de 2005 el excamarista Ernesto García Maañón murió de tres disparos dentro de su habitación. Su esposa tenía un disparo en una mano. Ella dijo que había sido un suicidio. La Justicia en un principio no le creyó. Un caso extraño, que finalmente se resolvió.
FOTO ARCHIVO LA CAPITAL
Ernesto García Maañón (84) era un excamarista del Gran Buenos Aires que había elegido vivir su retiro en Mar del Plata, en un departamento ubicado frente al Torreón del Monje. En aquel verano de 2005 ya llevaba once años radicado aquí y había cumplido con su carrera holgadamente. Hasta le había transmitido a sus hijos la pasión por el derecho, a tal punto que uno de ellos era juez en San Isidro.
En el departamento del 6° D de Bolívar al 1001, García Maañón vivía junto a su esposa María Cristina Senserrich, 35 años menor que él, aunque llevaban dos décadas casados.
A las 9.30 del 12 de enero, otros moradores del edificio comenzaron a escuchar gritos de auxilios provenientes del sexto piso y llamaron a la policía. El despliegue de efectivos por el Operativo Sol y la cercanía del lugar con el sector costero permitieron que efectivos del Comando de Patrullas llegaran en pocos minutos.
Cuando los policías ingresaron al departamento, hallaron a Senserrich (49) con una herida de bala en su mano izquierda, mientras que la escena en la habitación fue inesperada. Es que la mujer manifestaba que se había tratado de un suicidio, pero el cuerpo de García Maañón –en posición fetal al costado de la cama– presentaba tres balazos.
Una de las balas del revólver calibre 38 que estaba allí mismo había impactado en una pierna del excamarista. Otro proyectil en el abdomen y el último en el pecho.
De inmediato, la mujer fue detenida por orden del fiscal Gustavo Fissore, quien por cuestiones de seguridad entendió que debía ser así. Que primero tenía que corroborarse su versión, algo que parecía estar muy lejos de suceder.
La historia de amor entre ambos había nacido muchos años antes, cuando Senserrich había pasado de ser alumna a secretaria del juzgado en el Departamento Judicial San Martín. Nadie había apostado por algo duradero, pero la relación superó los prejuicios y ambos se casaron.
En las semanas previas al extraño episodio, García Maañón había manifestado un grado agudo de desánimo a partir del diagnóstico de una enfermedad terminal y hasta había mencionado la posibilidad de acabar con su vida.
Sin embargo, la escena del crimen no parecía ser la de un acto suicida. Para peor, la mujer por consejo de sus abogados optó por no declarar al día siguiente, por lo que no se pudo conocer en detalle su declaración.
El fiscal Fissore se encontró con un escollo, pero confiaba en el resultado de los peritajes balísticos y la operación de autopsia. La única declaración que se tenía de la mujer figuraba en las actas policiales, con escaso valor judicial, y en ella se aseguraba que sus dichos iniciales hablaban de un suicidio.
El 16 de enero, cuando la abogada Senserrich llevaba cuatro días en detención, los resultados de los estudios forenses llegaron a la mesa del despacho del fiscal Fissore. Los especialistas indicaron que los tres disparos en el cuerpo de García Maañón podían haber sido autorrealizados. Es decir, que no se descartaba la mecánica del suicidio. Si esos peritajes hubieran hallado imposibles las distancias de detonación, los ángulos y las trayectorias, la suerte de la mujer hubiera estado echada.
Frente a este nuevo panorama, Fissore solicitó al juez de garantías Raúl Paolini la liberación de Senserrich para que pudiera continuar el proceso sin estar encerrada. Todo indicaba que lo sucedido dentro del departamento D del sexto piso, aunque se asemejara a una ficción, era posible.
Lo que la Justicia finalmente pudo establecer es que García Maañón había decidido quitarse la vida. Para ello había tomado de un mueble el revólver calibre 38 y al momento de efectuarse un disparo en el pecho, Senserrich lo había visto. En un acto reflejo y de arrojo, la mujer se lanzó sobre el revólver y logró desviar el primer proyectil, el que impactó en la pierna del excamarista.
El segundo disparo, con la mujer aún sosteniendo el arma, atravesó sus dedos para incrustarse en el abdomen de García Maañón, quien pudo liberarse del forcejeo. Acto seguido, el excamarista, mal herido, se remató con un disparo final en el pecho.
La mujer fue desvinculada de cualquier responsabilidad penal y la causa se archivó.
En el año 2023, el apellido García Maañon volvió a aparecer en las noticias. A principios de Julio, Ernesto García Maañón, el hijo homónimo del excamarista, mató a dos ladrones de 18 años que intentaron asaltarlo en Quilmes a la salida de un polígono de tiro. La Justicia entendió que se defendió y no lo imputaron.
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