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Cultura 9 de enero de 2017

Apareció “22 cartas extraordinarias”, de María Negroni

"22 cartas extraordinarias" es el libro con en el que la argentina María Negroni se mete en la piel de escritores de la literatura universal como Dickens, Twain, Melville o Salinger para darles voz a través de un conjunto de misivas ficticias ilustradas por Jean-François Martin

Se trata de un libro publicado por Demipage en el que María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) reúne veintidós cartas que podrían haber sido escritas por algunos de los autores más significativos del siglo XIX.

Los escritos que componen el libro, aunque a veces improbables o imposibles, no solo sirven como retrato de algunos de los autores que lo protagonizan, sino que también desvelan el mundo en el que estos vivieron y en el que crearon sus singulares obras. El cuidado con el que la narradora, poeta y ensayista trata las circunstancias biográficas, históricas y sociales de los autores, así como la originalidad de su prosa, convierte a “22 cartas extraordinarias” en una pieza literaria con bastantes matices periodísticos.

De forma muy hábil, Negroni consigue adentrarse en la piel de los escritores, cuyo legado literario conoce en profundidad, para poner en su boca -o en su pluma- palabras que quizá nunca dijeron, pero que podrían haber dicho. María Negroni consigue, por ejemplo, que Emily Dickinson escribiera una carta a Louisa May Alcott, a pesar de que nunca se conocieron; una misiva que destaca sobremanera en el libro, en la que Dickinson comparte con su coetánea “la terrible cuestión de la escritura”.

En otras cartas, que a menudo manifiestan fuertes anacronías, se encuentran historias como la de Julio Verne, que intenta convencer a su padre de que a la realidad le falta realidad, o escritos como el que dejó Herman Mellville mientras componía su famosa obra “Moby Dick”.

A pesar de que cada uno de los veintidós capítulos que conforman el libro corresponden a un escritor diferente, hay un fino hilo conductor que une las diferentes epístolas y del que la autora advierte en el prólogo: “Ese hilo es, sin duda, la empedernida reflexión que cada carta emprende, casi con saña, en torno a los costos de la actividad literaria. El resto son las formas más o menos ruidosas de esa reflexión (…)”.

Una reflexión que tiene forma de viaje en el tiempo y que traslada a los lectores adultos al universo mágico que abandonaron con el fin de la niñez.