Anabella Franco: “Para la mujer de hoy, el amor es uno de sus objetivos de vida, no el único”
En su última novela "Lluvia Salvaje", a través de las historias de cuatro generaciones, la escritora resume cómo a lo largo del tiempo fue cambiando el costo que las mujeres han debido pagar por enamorarse. Además aborda temas universales como la injusticia social, los prejuicios y el rol de la educación para profundizar o desmontar preconceptos.
Por Claudia Roldós
“Para la mujer de hoy el amor es uno de sus objetivos de vida, no el único”, asegura la escritora Anabella Franco. Esa premisa es una de las que guía su última novela “Lluvia salvaje” (Vergara), en la que, a través de las historias de cuatro generaciones, resume cómo a lo largo del tiempo fue cambiando el costo que las mujeres han debido pagar por enamorarse.
Lluvia salvaje se sitúa en la Patagonia y, además, aborda de manera ficcionalizada cuestiones relacionadas con las injusticias sociales, los prejuicios, el poder de la educación y cómo el ocuparnos de conocer a los otros más allá de los preconceptos y la superficie, podría llevarnos a entender situaciones, historias y obligarnos a involucrarnos.
“Es más fácil quedarnos con prejuicios y criticar, que conocer la realidad y hacernos cargo”, sentencia Franco en una charla con LA CAPITAL a propósito de este nuevo libro con el que vuelve a sorprender con una historia totalmente distinta a las de sus novelas anteriores.
Tras contar la trágica historia de Amelia, Ailín y Abigail, bisabuela, abuela y mamá del protagonista de la novela, Tahiel Cruz, Anabella Franco se sumerge en una trama contemporánea, en un pueblo sin nombre de la Patagonia, a donde Larisa y su padre llegan para establecerse tras la muerte de su madre.
La pequeña, de 6 años conoce, en esa primera noche en el pueblo a Tahiel, con quien forjará, primero, una amistad, y luego un amor que deberá pasar, una vez más, por prejuicios y condicionamientos de clase.
-En esta novela la historia se encadena entre distintas épocas, cuatro mujeres y situaciones similares, pero con resoluciones muy diferentes. ¿Quisiste mostrar, justamente, el peso de los cambios sociales?
-Arranco con las historias que corresponden a antepasados del protagonista masculino porque lo que muestra la historia es cómo ha evolucionado el rol social de la mujer a lo largo de los años y cómo eso posibilitó que las mujeres pudiéramos tomar nuestras propias decisiones, tener nuestras propias elecciones y plasmar cómo eso abre la puerta al amor real y verdadero.
Esos cambios y otros, menores o mayores, dentro de la trama dan cuenta de esta evolución que por suerte tenemos y de cómo el protagonista logra romper con ese destino trágico que traía su familia.
La protagonista, en este caso es una mujer de hoy para la cual el amor de pareja es algo que quiere en su vida, pero no lo único. También tiene expectativas profesionales, deseos de viajes. Esto genera una especie de contraste y disyuntiva, entre quedarse donde está el amor de su vida o irse a buscar las otras cosas que quiere para su vida.
Creo que la novela muestra de un modo bastante realista que no hay una única cosa que nos hace felices sino que la felicidad se compone de distintas cosas.
-Más allá del amor romántico, en la novela tiene peso el amor entre padres e hijos.
-Sí, hay que quitar el concepto de “el amor de mi vida”. Hay otros amores, de distintos tipos, en una vida. Creo que la novela trabaja con muchos tipos de amor, que no es solamente el tradicional que vemos en algunas novelas románticas más antiguas. Vemos la relación especial de Larisa con su padre y luego con su segunda mamá y el caso de Abigail y Tahiel, que fue determinante en el carácter, en las ideas, en cómo se desarrolló este personaje a lo largo de su vida. Los padres tienen una gran influencia sobre nosotros en la vida. Somos lo que somos y también somos como nos formaron. Y Tahiel tiene una gran necesidad de devolver a su madre esa felicidad que ella alguna vez tuvo y perdió por injusticias sociales.
-La injusticia social, justamente, es un tema puntual en la novela, pero con matices está muy cerca, aunque no lo querramos ver.
-Sí, realmente sí está en todas partes. Por supuesto es una obra ficcional, lo aclaro siempre, pero la ficción representa o reproduce realidades semejantes o a través de las que podemos establecer cierto paralelismo y eso está muy presente lamentablemente en nuestra sociedad.
El verosímil está construido en todas esas situaciones que van atravesando todos los personajes tanto de la primera parte como de la historia principal.
-Una cosa que está en la novela es cómo desde la educación se pueden profundizar o desmontar prejuicios.
-Tal cual, otra idea que sí quería plasmar en el texto es que casi todo tiene como base la educación, ya sea la que nos da nuestra familia, nuestro entorno o contexto cercano como la escolar y cómo desde todas partes se van transmitiendo mensajes a veces muy disimulados, o que parecen ingenuos o inocentes, pero en realidad esconden en definitiva toda una construcción que vamos formando desde que somos muy chiquitos, entonces vemos la realidad a través de estos lentes y quizás nos perdemos muchas otras aristas, puntos de vista y cuestiones diversas.
Lo mismo sucede con lo que vemos en todos los ámbitos. Acá se trabaja esto de cómo el entorno va a contribuyendo a que las personas se formen determinada idea preconcebida acerca de una persona o de un grupo social o de alguien que vive al lado. Lo mismo en la escuela, quizás con un contenido inocente, un texto o un cuentito, que a los chicos les despierta un montón de cosas y no todas tan positivas o tan realistas respecto de ese grupo que aparece retratado.
Creo que debemos ser cuidadosos a la hora de educar, de lo que transmitimos a un hijo, un estudiante o como comunidad.
-¿Como comunidad, es más fácil quedarse con esas ideas que involucrarse?
-Sí. Esa mamá, esa señora de la colina, quizás con una mínima ayuda de su familia o de la comunidad -de la que no se quiso ir porque no pudo, porque era el lugar de pertenencia de su hijo y el lugar que por ascendencia también le pertenecía a ella- podría haber tenido un destino completamente distinto.
Pero al no acercarme al otro tampoco hay posibilidades de ayudarlo. Había toda una situación detrás de la madre, que tenía que ver con la depresión, con esa falta de ganas, por la violencia a la que estaba sometida. La realidad es que quizás si la gente hubiera visto qué había detrás de todo esto y se hubiera preocupado, se hubiesen dado cuenta de que no era dejada, tenía depresión, no le gustaba vivir con un tipo que la maltrataba, había algo por lo que no se iba. A veces no estamos viendo las cosas como son y no nos molestamos tampoco, es más fácil la ignorancia, la crítica, que hacerse cargo de una verdad, de una situación.
-Paralelamente, lo contrastás con ciertos prejuicios positivos, por clase social, por pertenecer a determinada familia…
-Te podés llevar bastantes chascos con eso. El nene bueno, inteligente, con un futuro prometedor, que anda haciendo cualquier cosa por atrás. Pasa mucho también con los violentos, dan una imagen muy linda socialmente y en la casa son terribles. Este personaje en cuestión es un abusador, pero la segunda mamá de Larisa creía que era “una buena amistad”, en cambio no la quería ver con el que vive en determinado barrio o tiene ciertos rasgos físicos.
-¿Por qué no tiene nombre ese pueblo en el que transcurre la historia?
-Justamente no quería estigmatizar a ningún pueblo. Es un pueblo y son cosas que pasan en los pueblos o en ciudades chicas, en las que todo se sabe, hay chusmeríos, pero justamente estoy hablando en la obra de no estigmatizar. Además son lugares maravillosos, amo el sur. Yo vivo en Quilmes y tengo el sueño de irme a vivir a un lugar chiquito.
-Una característica de tus novelas en general es que no hay superlativos, los personajes son gente que te podés encontrar, las historias pueden pasar en un entorno cercano…
-Mis historias se basan mucho en lo que tenemos alrededor, soy muy observadora y capto mucho de la realidad. Esto me sirve para conseguir una ficción verosímil. Siempre me dicen que mis novelas son muy realistas, incluso cuando escribí ciencia ficción estaba esta cuota de realidad de decir ‘esto puede pasar mañana’. A mis personajes te los podés encontrar a la vuelta de la esquina y con eso no se pierde el vuelo literario y todo lo que se necesita en una novela, todo eso que hace que te enamores de ellos con su defectos y virtudes. Me gusta mucho que se vea, que se note que es así.
-Romántica, ciencia ficción, juvenil, policial, te movés en varios géneros ¿Te gusta sorprender?
-Como lectora me aburriría leyendo siempre lo mismo, de modo que para escribir también busco cambiar. Me dicen mis lectoras, y hasta mi editora, que en cada libro no saben qué se van a encontrar. Ningún libro es igual al anterior y me encanta que pase, me gusta variar y superarme a mí misma con cada libro y por otro lado es un desafío porque yo sé que a las lectoras les gusta determinado estilo y si hago otra cosa me arriesgo, pero siempre respetando ciertos parámetros de cada género y preocupándome porque las historias, aunque sean muy distintas, siempre despierten la pasión que queremos encontrar en un libro.
Mi idea con cada libro es entretener y, a la vez, que nos transforme, que nos deje algo, que nos haga pensar. Es lo que me gusta y lo que aspiro a generar, ojalá siempre lo logre.
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