Alimentos de “kilómetro cero” a prueba en las grandes ciudades
El reto actual está en cómo modificar los sistemas comerciales para alimentar a la creciente población urbana.
Los productos de “kilómetro cero” están cobrando impulso al acortar la distancia entre productores y consumidores, si bien plantean más de un interrogante a medida que crecen las ciudades y su demanda de alimentos.
Frente a las naranjas de Sudáfrica que se venden en Europa o el salmón noruego con el que se hace sushi en todo el mundo, los productos de proximidad solo se mueven a nivel local.
No recorren miles de kilómetros hasta llegar al plato porque, como argumentan sus defensores, es preferible obtenerlos directamente en un radio de menos de 100 kilómetros de donde se producen para reducir la contaminación en el transporte y reforzar la economía local, entre otras ventajas.
Sin embargo, la cadena alimentaria es más compleja de lo que parece. Según Nina Waldhauer, investigadora de la Universidad de Wageningen (Holanda), los productores dependen sobre todo de los suministros y la logística.
“La distancia corta no es siempre necesariamente mejor porque si tienes un sistema de producción ineficiente cerca de una ciudad y otro más eficiente pero más lejos, puede ser mejor este último”, señala a EFE.
Porque no solo se trata de viajar menos durante la distribución, sino también de consumir menos energía y recursos en otras etapas del proceso como la cosecha, la recogida, el envasado o el almacenamiento.
Waldhauer también ve con buenos ojos poder tener alimentos frescos y de calidad que aprovechen la temporada central de los países con óptima producción si se dan las condiciones para tener precios estables y oferta durante todo el año.
Sin querer decantarse por una opción o la contraria, pone el ejemplo de los “agroparques” como los que en su país combinan funciones de producción agrícola y procesamiento en una zona pequeña para después llegar a varios millones de consumidores de la región.
El reto actual está en cómo modificar los sistemas comerciales, con estructuras creadas a lo largo de siglos, para alimentar a la creciente población urbana, cuyas dimensiones dan vértigo: en las ciudades vive más de la mitad de los habitantes del planeta, unos 3.900 millones, y se espera que sean el 60% para 2050.
Como explicó esta semana en Roma la especialista del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y Desarrollo, Cecilia Tacoli, se necesita prestar más atención a la seguridad alimentaria en las zonas urbanas de África y Asia, donde se concentrará el aumento de la población en los próximos años.
Además, en esos dos continentes la mayoría de las personas vive en suburbios, sufriendo problemas como el hacinamiento, la inseguridad y la falta de servicios básicos y de saneamiento.
Para garantizar la alimentación en esas circunstancias, Tacoli llamó a crear más vínculos entre el medio urbano y el rural, potenciando las alianzas y mejorando las capacidades técnicas de los agricultores locales, tanto formales como informales, para que puedan vender mejor sus productos.
En la ciudad colombiana de Medellín, la comida sale más cara a la población pobre que a los más ricos porque, mientras estos últimos pueden desplazarse a los supermercados y acceder a ofertas, los otros se tienen que conformar con las tiendas de barrios en las que hay más intermediarios y los precios suben.
El asesor de ese ayuntamiento Fernando Correa precisó que pusieron en marcha un proyecto para construir cuatro centros mayoristas de abastecimiento con vistas a acercar a los más pobres productos locales a precios accesibles.
Y están trabajando con los agricultores locales para que se asocien frente al oligopolio de la distribución y comercialicen sus productos en esos centros para sacar más provecho.
En el caso de San Pablo (Brasil), la estrategia para reducir la pobreza entre sus más de doce millones de habitantes pasa por desarrollar acciones como la compra pública a los agricultores familiares de la zona y otros Estados cercanos de alimentos que después se reparten en las escuelas, según la consejera brasileña Christiane Araújo.
A nivel mundial contribuyen a la alimentación casi mil millones de personas que cultivan en zonas urbanas o de los alrededores, quienes “forman parte de la solución”, aseguró a EFE el especialista de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Guido Santini.
“Lo importante es crear las condiciones para poder producir localmente y para eso necesitas planificar el uso del suelo, crear marcos regulatorios, facilitar la participación de pequeñas y medianas empresas, y gobernar de forma más inclusiva”, subrayó.
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