por Víctor Molinero

 
Lo mejor de este momento de Aldosivi no sólo es que empezó a sumar puntos aún jugando muy mal. Sino que, a diferencia de tiempos no tan lejanos, su técnico es consciente de que hay que mejorar -y mucho- porque así los resultados positivos no podrán sostenerse.

En efecto, tanto luego del triunfo ante Godoy Cruz en Mendoza (2-0) como tras el empate del sábado en el José María Minella frente a Central Córdoba (0-0), Martín Palermo no tuvo pelos en la lengua para reconocer lo que todos ven: Aldosivi juega mal.

El nivel de autocrítica fue inclusive superior al que tuvo luego de dos partidos “perdibles” (y perdidos) ante Vélez (0-2) y Boca (1-2).

Quizás lo mejor del elenco portuense en estas primeras cuatro fechas fue la media hora inicial en Liniers, cuando le manejó la pelota y el trámite al siempre peligroso Vélez.

Desde entonces el rendimiento colectivo comenzó a tener un marcado retroceso. Frente a dos rivales directos en la lucha por la permanencia, le bastó con las atajadas de José Devecchi, la velocidad de Edwin Mosquera (lo extrañó ante los santiagueños) y el oportunismo de Martín Cauteruccio en Mendoza.

Por lo demás, Palermo viene cambiando nombres con asiduidad y no encuentra respuestas colectivas.
Las bajas por lesión no lo ayudaron en ese sentido. Al desgarro de Mosquera se sumaron las lesiones de Federico Milo y Francisco Cerro, dos con los que había probado buscando una salida más limpia desde atrás hacia delante.

El 4-2-3-1 elegido hasta aquí no parece estar dando resultado. Porque a diferencia del año pasado, la defensa no encontró aún solidez y al doble cinco de Leandro Maciel y Marcelo Meli le está costando afianzarse, generalmente en desventaja numérica frente al rival de turno.

Porque a la línea de tres media puntos que juegan por delante de ellos le cuesta naturalmente la doble función de atacar y retroceder para colaborar en defensa. Y, salvo Mosquera, tampoco marcó un desequilibrio ofensivo que justifique su permanencia.

Por momentos Aldosivi queda partido y no sólo sufre atrás sino que, pese a acumular gente en ataque cuando ingresa Santiago Silva y otros volantes con llegada, no genera demasiado peligro al adversario.

Por eso no sería de extrañar que Palermo, más pronto que tarde, busque en otro sistema la posibilidad de reorganizar el equipo y empezar a darle confianza.

Al cabo eso fue lo que hizo cuando llegó el año pasado cambiando a toda la defensa completa. Hoy, el principal problema parece estar en el equilibrio que el equipo no encuentra.

De momento, de partido a partido, el cuerpo técnico viene probando con numerosos cambios nominales. Quizás contra Barracas Central, por la quinta fecha, sea el turno de variantes estructurales.