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Cultura 4 de julio de 2016

Al rescate del premio Nobel de Literatura 1965 Mijaíl Shólojov (1905-1984): El escritor de los buenos comunistas

Fue parte del poder de la Unión Soviética, apuntó a crear conciencia de la necesidad del arte proletario, ayudó a fundar el destino de muchos compatriotas y creyó en el poder transformador de la literatura. Dio su vida por sus ideales políticos y artísticos.

Por Dante Rafael Galdona
Twitter @DanteGaldona

Contra el arte burgués

Cuando el fantasma del comunismo se cernía sobre Rusia, Mijaíl Shólojov era un joven descendiente de cosacos muy atento a sus raíces nacido en la región del río Don, en la Rusia europea. Siendo aún adolescente, participó de la primera guerra mundial y de la guerra civil rusa.
Fue un convencido bolchevique desde la temprana edad en que se alistó en el Ejército rojo hasta el último segundo de su vida. Aunque sus críticos contemporáneos lo tuvieran por un hombre sin partido, por lo que les representó su primera obra, “El Don apacible”, que le dio el premio Nobel. Lo cierto es que cuesta encontrar en la historia de la literatura ejemplos de tal férrea convicción política y artística. Junto con Gorki, representa lo más puro del realismo socialista de la Unión Soviética.
Desarrolló su profesión de escritor en simultáneo con su carrera política. Fue miembro del Partido Comunista y como tal ejerció diferentes cargos en la estructura soviética. Tuvo destacadas intervenciones militares en frentes de batalla, fue diputado del Soviet Supremo, y específicamente en el mundo de las letras llevó a cabo acciones de defensa del rumbo que debían tomar las artes en la era revolucionaria. Defendió y promovió el realismo socialista y el arte proletario, en contraposición al arte burgués previamente imperante.
Dejando de lado por un momento las consideraciones artísticas de su obra, se puede asegurar que fue el escritor más destacado y más importante de la Unión Soviética. Ya sea por cuestiones políticas o artísticas, no hay dudas de que su obra permaneció entronizada popularmente durante todo el largo período comunista y representó lo que para las autoridades debían encarnar los escritores proletarios: la síntesis de compromiso político con la revolución, una delicada visión de la realidad llevada con esmero al campo del arte y la defensa de la vida proletaria. El mismo Stalin recomendaba leer su libro “Campos roturados” a quienes quisieran tomar ejemplos del lugar y el objetivo de la literatura en la Unión Soviética.
Como político llegó a formar parte del Comité Central en la década del sesenta, uno de los más altos cargos que pudieran ocuparse. Fue amigo personal de Nikita Jruschov y con él emprendió distintos viajes que tuvieron como epicentro la visita a Estados Unidos, donde Shólojov entabló conversaciones profundas con colegas escritores estadounidenses.

Contra las críticas

Es sabido que el exhaustivo control de las actividades artísticas durante el stalinismo representó para muchos escritores de la época el silencio, el exilio, incluso la persecución.
Sabido también es que para el gobierno de Stalin todo arte que no se ajustara a los designios de lo que el partido consideraba arte proletario, era considerado parasitario y por lo tanto debía ser combatido. El realismo socialista era entonces el arte que debía fomentarse con ímpetu por el oficialismo bolchevique. El realismo socialista encarnaba la expresión artística de y para el pueblo, ya que era el modo más fiel de relatar la vida tal y como sucediera. El realismo socialista era, entonces, la expresión acabada del comunismo soviético llevado a la literatura, el relato heroico y el realce del buen comunista.
Atrocidades gubernamentales aparte, surge la pregunta de si el arte sin libertad creativa puede expresar belleza. Shólojov y su “El Don apacible”, al menos en literatura, nos responden afirmativamente. Es que ese libro, inscripto sin duda en dicha corriente estética, no es panfletario ni propagandístico, y decimos esto asumiendo dudosamente que tampoco el panfleto ni la propaganda puedan expresar belleza artística.
Fue acusado de plagio. Hay quienes han gritado que Shólojov no escribió “El Don apacible”, y dentro de sus argumentaciones se encuentra aquella de que no logró volver a escribir nada de la misma calidad, y otra que aduce que alguien tan joven no pudo tener experiencia suficiente para relatar con tal maestría la historia en cuestión. Dos argumentaciones dudosas por donde se las mire. “El destino de un hombre” es un cuento formidable, que no por ser más corto que “El Don apacible” carece de la misma calidad artística, y es posterior. La argumentación que apunta a la juventud del autor carece de tal sustento que basta con avisar que abundan ejemplos de imberbes maestros escritores, y no merece ni siquiera dar nombres porque sobran. La polémica se inclina hoy en día, para los pocos que la recuerdan, a favor de Shólojov.
Pero es cierto que salvo la excepción comentada, la calidad literaria de su obra posterior a “El Don apacible” no alcanza las cumbres de la primera. ¿Y…? Juan Rulfo escribió no más de cien páginas como toda obra y nadie le pidió más, con eso era suficiente. ¿Por qué las mil quinientas de “El Don apacible” no lo son?
También se debe comprender que su actividad política incesante puede haber interferido con su labor artística, restándole tiempo y energía.

Contra el mercado

Pasaron los tiempos del realismo socialista, como también de otras corrientes estéticas que se siguen leyendo y estudiando, pero parece haber cierto empeño en demonizar al realismo socialista por considerarlo instrumento del poder stalinista, pero se olvida que fue una corriente que dominó gran parte de la literatura del siglo 20 en la mitad del mundo.
No hay literatura que no sea política, como no hay casi actividad humana que no lo sea. El pecado del realismo socialista fue sincerar sus intenciones.
La participación en el mercado es la única intención actual de casi toda la literatura con proyección internacional pero nadie se asombra, la cara invisible del mercado no asusta tanto como los bigotes de Stalin.
Para aquellos nostálgicos que quieran volar un rato por la realidad soviética y para quienes, desprejuiciados, busquen algo diferente en la maraña de libros actuales, está Mijaíl Shólojov y su formidable novela “El Don apacible”, un relato donde realmente se ven y se tocan las estepas rusas, los hermosos paisajes del río Don y se vivencian las costumbres cosacas a través de un sinnúmero de personajes, principalmente de Grígori Mélojov, un soldado atormentado por el amor y la guerra.