Al rescate del premio Nobel de Literatura 1938: Pearl S. Buck (1892-1973)
Dos imperios en una sola escritora
Por Dante Rafael Galdona
Twitter: @DanteGaldona
Pearl Buck atravesó los cambios más importantes que se produjeron en China, desde el imperialismo a la república y el comunismo. Repartió su vida y su obra, literaria y social, entre Estados Unidos y China e intentó hermanar ambas culturas.
Americana en China, oriental en América
En la China de 1892 el comunismo es sólo el futuro. El mundo quizá no lo sepa aún pero el imperialismo norteamericano comienza a operar en la política global y la religión es una excusa fuerte para la penetración cultural. Asia y China no escapan de la lógica. Misioneros estadounidenses llevan el pecado a quienes lo desconocen y entonces comienza la etapa en que los pueblos exóticos y pecadores deben ser salvados. De qué, para qué y por qué quizás hoy sean preguntas que aún esperan respuestas. Pero poco importa para un misionero presbiteriano y para un imperio naciente que ciertas almas desconozcan el castigo del infierno o la recompensa del cielo, esas especulaciones no son motivo para abortar una misión que supera lo estrictamente religioso. Así, Asia es invadida por medio de la religión, como en el futuro y sucesivamente el imperio americano lo haría por la vía militar, política, económica y cultural. Posteriormente, cuando ya era reconocida mundialmente, la autora escribió el ensayo “Tienen defensa las misiones extranjeras”, por el que fue expulsada de la iglesia presbiteriana por su tono fuertemente crítico de sus prácticas.
Pearl nació circunstancialmente en Estados Unidos pero a los tres meses de edad su familia se trasladó a China nuevamente, donde sus padres misioneros estaban establecidos. Vivió la mitad de su vida en China. Ella nació y creció en medio de la cultura china y de una familia cristiana misionera. Su amor por China la alejó de su origen blanco americano. Se crió como una niña china más, sin dejar de ser la extravagante niña blanca hija de padres igualmente raros que predicaban cierto dios inentendible. Más de cuarenta años de vida e historia en China la convierten en una autora que no puede definirse por un estilo oriental ni por un estilo occidental.
Se casó en primeras nupcias con Jhon Buck (de donde viene su apellido público, ya que el de soltera era Sydenstricker) y producto de ese matrimonio nació una hija que tras una grave enfermedad adquirió un retraso mental severo. No tuvo más hijos biológicos producto de una histerectomía. Sí tuvo seis hijos adoptivos. Su primer matrimonio duró 18 años.
Murió en Estados Unidos, donde se había instalado luego del triunfo del maoísmo, régimen que prohibió sus libros por considerarlos filoimperialistas. La paradoja se da en que su profundo amor por la cultura china la llevó a ser tildada de comunista en Estados Unidos.
Escritora tardía, rápido reconocimiento
En sus primeros años de vida la última dinastía china estaba en decadencia tras la derrota en la guerra contra Japón. Cambiaba la superestructura política y la república empezaba a ser posible. No obstante, la lucha entre nacionalistas y comunistas, intervenciones extranjeras mediante, continuó durante décadas y Nankín, la nueva capital de la república, donde vivía Buck, era en gran parte epicentro de batallas. Los extranjeros eran asediados constantemente. Allí se había trasladado luego de estudiar psicología en Estados Unidos y casarse con su primer marido. Ambos trabajaban como docentes en la universidad. Luego del denominado incidente de Nankín se mudaron a Japón para regresar al corto tiempo.
Los episodios vividos durante su vida en el país asiático marcan huellas con elementos de ambas culturas en su forma de entender el mundo. Un esquema intelectual de raigambre occidental y una formación cultural oriental hacen de Pearl Buck una escritora original y a menudo excéntrica en cuanto a los cánones literarios de la época. El sólo hecho de tener dos lenguas madres disímiles hasta en su grafía la posiciona como una escritora con una cosmogonía insólita y original, un amplio bagaje de recursos y una visión del hecho narrativo única. Se puede con justicia considerar que un americano sería incapaz de captar la esencia de toda una cultura como la china, por sus antagonismos irreconciliables y por la oposición entre la historia milenaria de una y la corta e incipiente de la otra. Salvo que tal americano sea Pearl Buck, quien con sus ciento y pico de años de historia se impregnó de otros cinco mil.
Recién en la década del treinta empezó a publicar e inmediatamente ganó el Pulitzer por su segunda novela, “La buena tierra”. En 1938, a cuatro años de establecerse definitivamente en Estados Unidos, obtuvo el premio Nobel, un período raramente corto entre su primera publicación y la distinción, tiempo en el que mediaron sólo nueve libros.
Le siguió una prolífica producción literaria que combinó con actividades políticas, como la defensa de derechos civiles y la creación de organismos destinados a fomentar el intercambio y simbiosis cultural entre Asia y América, y también la creación de organizaciones con fines de adopción de niños, además de la docencia en la Universidad de Howard.
En 1973, año de su muerte, contabilizaba más de 80 libros.
La mezcla de culturas
“Viento del este, viento del oeste” es la obra que mejor demuestra la síntesis de ambas culturas en la Buck novelista. Relata y describe las dificultades de adaptación de ambos mundos opuestos en tradiciones y costumbres. Es minuciosa en descripciones de las costumbres ancestrales chinas y resalta su carencia de sentido pero en continua expresión de respeto. Los protagonistas llevan la historia por el camino del antagonismo, el violento choque de una nueva cultura importada contra otra ancestral y vetusta, si se quiere, pero aceptada y practicada con total convencimiento.
En sus obras posteriores continúa con el mismo estilo y básicamente la misma propuesta, el contraste de culturas que se transforman en una síntesis dialéctica en sus historias.
Es recomendable la trilogía “La buena tierra”, “Hijos” y “Un hogar dividido” si se quiere conocer las costumbres y tradiciones familiares de China en el período que abarca desde finales del siglo 19, la China imperial, y la primera mitad del siglo 20, la China republicana. Se muestra con gran precisión literaria, matizada con descripciones de una belleza implacable, en lenguaje realista y narrativa directa, las metamorfosis que sufren los personajes y costumbres bajo el influjo de los cambios históricos y políticos. En “La buena tierra”, Buck se mantiene imparcial cuando describe las costumbres y tradiciones muchas veces inhumanas e inaceptables desde su cultura occidental y desde sus ideología de preeminencia feminista, particularmente en lo relativo a la posición social de la mujer, la práctica ancestral del vendaje de pies, la naturalización de la violencia y la esclavitud. De este modo, demuestra un respeto por la cultura ajena que quizá su país no haya tenido nunca.
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