Al Estado no puede darle lo mismo que un barco sea construido en el país o en el extranjero
Por Domingo Contessi (*)
Ya pasaron 18 años desde que nos reunimos para la botadura del “Pachaca” y nos parece ayer. Fue la botadura 104 y en aquel momento el homenajeado, Don Tomás Rodolfo Bonseiro -Pachaca- estaba entre nosotros. Ya no está físicamente, pero su nieta, su yerno y bisnietas quisieron que la fuerza de voluntad de este ilustre pescador siga navegando en esta nueva embarcación que se llamará “Nunca te detengas Pachaca”. El nombre en sí mismo es todo un mensaje y una descripción del espíritu emprendedor que se necesita para adentrarse en esta aventura de la pesca.
Gracias Javier, a vos, a tu esposa y a tus hijas, que como en el año 2006 volverán a ser las madrinas, por confiar en este gran equipo de trabajo. Lo iniciamos en momentos dificilísimos, donde había distorsión de costos industriales e incertidumbre. Otro barco que se hizo sin contrato, en una prueba de confianza mutua entre armador y astillero. Paradójicamente, la obra culmina en un escenario aún más incierto.
Esto me obliga a entrar en un tramo del mensaje que nunca imaginé que tendría que dar. Los que asisten habitualmente a este tipo de ceremonias me han escuchado hablar de las buenas y malas medidas que han tomado los distintos gobiernos. Pero en los últimos dos años hice mucho hincapié en la pérdida de competitividad, la distorsión de precios, el atraso cambiario, la presión fiscal y la necesidad de sincerar las variables macroeconómicas. Nuestros clientes del sector pesquero exportador fueron de los grandes perdedores. Así veíamos con tristeza las oportunidades que estábamos desaprovechando y cómo se ralentizaba el proceso de renovación de la flota ante el aumento de nuestros costos en dólares y la nula rentabilidad de los armadores pesqueros por el atraso cambiario y la caída de precios internacionales. Tanto ellos como nosotros esperábamos los vientos de cambio, al gobierno que le sacara el pie de la cabeza a las empresas, que permitiera aumentar las exportaciones pesqueras y expandir a la industria naval. No era una cuestión partidaria, sino una cuestión de supervivencia. La pesca llegó a ese fin de ciclo con la reserva del tanque y muchas empresas pesqueras (como la nuestra propia) tuvieron que desprenderse de activos para pagar deudas.
Lo que nunca imaginamos es que las ideas de la libertad vendrían con la amenaza de una virtual expropiación del sector pesquero, la vulneración de la seguridad jurídica y la consecuente destrucción del caladero. Esto mismo es lo que plantea indirectamente, tal vez por desconocimiento, la modificación propuesta a la Ley Federal de Pesca que se incluyó en la Ley Ómnibus.
Es dramático y por eso quiero ser muy claro y respetuoso con lo que voy a decir. Lo hacemos con total buena fe, porque queremos evitar que se cometa un gravísimo error y es nuestra responsabilidad advertirlo y oponernos. Y no me importa que me digan que soy un empresario liberal desencantado. Quienes avalan ese tipo de razonamientos binarios no conocen la historia de este astillero y con el mismo criterio habrán dicho durante el kirchnerismo que éramos macristas y durante el macrismo que éramos kirchneristas. Lo único que no somos es obsecuentes. Y siempre defenderemos a nuestra industria y a nuestra gente, sin posturas corporativistas, ni abogando por privilegios.
La palabra clave es desconocimiento porque la propia redacción de la modificación propuesta confunde cuotas, CMP, autorizaciones de captura y permisos de pesca; mezcla licitaciones anuales y plurianuales, desconoce derechos adquiridos y principalmente el impacto que tendrían los nuevos tenedores de cuotas y la segura judicialización sobre la salud del recurso.
También se muestra desconocimiento cuando los funcionarios que defienden este proyecto dicen por ejemplo que “la actividad está por debajo de su punto óptimo y que el espíritu del apartado de pesca es que aumente la producción pesquera”. Desconocen que según los científicos del Inidep todas las especies del caladero se encuentran en su máximo rendimiento y por ello desde el año 1992 no se otorgan nuevos permisos de pesca.
Lamentablemente, no se puede pescar más, ni incorporar nuevos barcos. ¿Qué más querríamos nosotros que nos dedicamos a construir barcos que cualquiera pueda solicitar o licitar un permiso e incorporarse a la pesquería? Pero eso no es así desde hace más de 30 años y solo podemos construir un barco en reemplazo de otro de similar capacidad de pesca. Esto no significa que sea un sector cerrado, que no quiere competir, es el mecanismo obligado para proteger el recurso y tener un desarrollo industrial, que se aplica en el 99% de las pesquerías mundiales y en el 100% de las desarrolladas. Independientemente de ello, las exportaciones pesqueras sí podrían aumentar, pero no incrementando las capturas, sino exportando productos más elaborados. Sin embargo, el proyecto de ley propuesto elimina todos los incentivos al agregado de valor, ya que solo le interesa “la mejor oferta económica” por las cuotas de pesca.
Reflejan desconocimiento los propios considerandos cuando indican que el sector no aporta las suficientes regalías por la explotación de un recurso natural, analizando solo el monto del canon o arancel pesquero con relación a las exportaciones y diciendo que son de apenas un 0,2%. La realidad es que el sector tiene una carga tributaria enorme compuesta por muchos otros impuestos tales como Derechos de Exportación (2300 millones de USD pagados en los últimos 20 años), Impuesto a las ganancias, cargas sociales, Ingresos brutos, impuesto al cheque, etcétera.
Según nuestros balances, el 35% de lo que se exporta corresponde a impuestos pagados, extrapolando en los 1800 millones de dólares anuales exportados tendríamos que la pesca le aporta al fisco aproximadamente 630 millones de dólares anuales, lo cual es muy superior a lo que se estima recaudar en una eventual licitación de cuotas por 10 años.
El canon pesquero es solo una pequeña parte de toda la carga tributaria. Si el Poder Ejecutivo considera que ese aporte es insuficiente, no hace falta modificar la ley, con su mayoría en el Consejo Federal Pesquero puede fijar el porcentaje que le plazca, pero deberá determinar de dónde lo sacarán las empresas que hoy están perdiendo dinero, si baja otros impuestos, si reduce salarios o qué.
No digo que todas pierden. Hay subsectores puntuales que hoy son rentables, pero la captura y el procesamiento de merluza, el langostino congelado abordo, el variado costero y muchos otros rubros que generan empleo en tierra están desde hace tiempo trabajando a pérdida y con el aumento pretendido de los derechos de exportación serán inviables pese a la devaluación, lo cual hará caer las exportaciones y el empleo.
Otra expresión de desconocimiento es cuando se dijo “Ustedes saben perfectamente que los que pescan en el mar Argentino no son argentinos”, aludiendo posiblemente a la lógica que quiso instalar el cineasta Piñeiro con sus vuelos sobre la milla 201. Si esa premisa fuera cierta, o sea si las flotas extranjeras estuvieran pescando libremente en nuestro mar, podría tal vez justificarse una licitación internacional de cuotas de pesca, pero nada está más alejado de la realidad.
La Armada y la Prefectura cumplen correctamente con su función de contralor de la ZEE. En el Mar Argentino solo pescan empresas argentinas, ya sean de capitales nacionales o extranjeros, algunas más grandes que otras, pero es un sector altamente competitivo y atomizado con centenares de pymes como Pesquera del Sud SRL, que son nuestros clientes más amenazados, ya que nunca estarán en condiciones de ofertar y ganar en una licitación contra capitales multinacionales. Licitar la materia prima de una industria alimenticia como la pesca solo genera concentración y destruye la real competencia.
¿Por qué estoy haciendo estas reseñas? No es para enrostrar el desconocimiento de los funcionarios, sino para tratar de justificar su accionar, ya que en base a ese desconocimiento y a premisas equivocadas entiendo que se está intentando sostener una pésima decisión, que es modificar la ley y licitar las cuotas de captura, algo que, reitero, no realiza ningún otro país con una industria pesquera histórica y desarrollada. Y lo digo porque quiero creer que detrás de esto no hay mala intención u otros intereses en juego. En definitiva no es un pecado no saber de pesca. Los errores son groseros, pero hay muchos tecnicismos específicos. Y conste que estoy siendo indulgente porque ni siquiera me he referido al primer borrador que contenía aspectos absurdos y aberrantes como operar desde puertos extranjeros y con tripulación extranjera. Lo que sí es un pecado es insistir tozudamente con modificar a las apuradas una buena ley y poner en riesgo a miles de puestos de trabajo.
Para la industria naval el impacto negativo de este proyecto de ley ha sido inmediato. Nadie va a encarar la construcción de un nuevo barco sin saber si podrá acceder luego a una cuota de captura. Esta lógica de licitar o resetear a toda una industria cada 10 años es inaplicable para actividades de capital intensivo como la pesca. ¿Quién invertiría en los últimos 5 años previos al vencimiento de las cuotas? ¿Quién invertiría ahora? Construir un barco, edificar una planta procesadora o consolidar mercados externos son proyectos tan grandes que no se pueden amortizar en solo 10 años. Esa lógica sólo convertiría a una industria consolidada en una sector precario y golondrina.
Otra afrenta innecesaria para la industria naval es la modificación propuesta al art, 26 de la Ley, que establecía que para el otorgamiento de nuevos permisos de pesca se tendrá en cuenta el mayor empleo de mano de obra, si el buque es de construcción nacional y la menor antigüedad del mismo. Todo lo cual es reemplazado por un párrafo que dice: “Solo se tendrán en cuenta los requisitos técnicos y de seguridad de los buques. Los permisos no podrán tener un tratamiento diferencial por el origen de los buques, su antigüedad o la mano de obra que empleen”.
Digo que era innecesaria esta ofensa a la industria naval y al sentido común porque este artículo 26 nunca se aplicó, ya que cuando se sancionó la ley ya estaba prohibido el otorgamiento de nuevos permisos de pesca. Pero al Estado no puede darle lo mismo que un barco sea construido en el país o en el extranjero, que sea nuevo o que tenga 50 años de antigüedad, que sea operado por argentinos o por extranjeros. ¡Ese mensaje es aberrante! El país campeón de la libertad y del libre mercado, Estados Unidos, tiene una ley centenaria vigente desde el año 1920 que se llama “Jons Act”, la cual prohíbe que cualquier buque de cabotaje (transporte, pesca, remolque, etc) opere entre puertos de Estados Unidos si no fue construido en Estados Unidos.
Ni por asomo pretendemos eso en este astillero. Queremos competir contra los barcos nuevos que se construyan en cualquier parte del mundo y somos tan competitivos que hemos sobrevivido estoicamente durante la mayor parte de nuestros 73 años de historia empresarial a la competencia más desleal que existe, que es la del barco usado. Pero también hemos demostrado que cuando no hubo esa competencia desleal toda la industria naval argentina resucitó, multiplicó el empleo y las inversiones. Simplemente pedimos que nos miremos en el espejo de Estados Unidos y no en el de Namibia. Ellos cuidan sus empleos, cuidan a sus industrias, no licitan sus materias primas, no son proteccionistas, son pragmáticos y nacionalistas. Este proyecto de modificación de la ley de pesca no solo viola flagrantemente su espíritu plasmado en el art. 1, sino que además humilla y denosta innecesariamente a toda la industria argentina.
No es un tema menor, porque el recurso pesquero no es nuestro, no es de los empresarios pesqueros, ni siquiera es del Estado. Es de todos los argentinos y la forma más eficiente de distribuir esa riqueza entre la mayor cantidad de argentinos es, además de los impuestos que pagamos, justamente a través de la industria. Generando empleo y valor en las capturas, construyendo los buques en Argentina, realizando inversiones, todos conceptos que ya no serían considerados.
En instantes vamos a estar inaugurando una nueva nave industrial. Nuestro sueño era poder invitar al Sr. Presidente a esta botadura, mostrarle el potencial de la industria naval que fue el primer sector nombrado en la plataforma de La Libertad Avanza y cortar juntos la cinta de un espacio donde estarían ya colocadas las quillas de 4 barcos que estaban apalabrados. ¡El sueño se derrumbó! Hoy cortaremos la cinta de esa imponente nave industrial cuya construcción nos obligó a endeudarnos, pero lamentablemente no habrá inicio de obras.
Sin exagerar, estamos en la víspera de la página más negra de la pesca argentina. Están en juego 46.000 puestos de trabajo directos, nuestras empresas, nuestros sueños. Hasta último momento hicimos el máximo esfuerzo para evitar que esto sucediera. Para evitar dar este discurso y que decenas de miles de argentinos que viven de la pesca sientan que su futuro está en peligro. Lamentablemente no pudimos convencer pese a contar con argumentos sólidos. Argumentos que no son solo de la industria naval, sino que los comparte también la totalidad de la industria pesquera y de los gremios marítimos, los comparte la comunidad científica nacional e internacional y hasta los funcionarios pasados y presentes del área. Nunca hubo tanta unión y unanimidad de criterios. De hecho, no existe ni un solo experto o economista especializado en materia pesquera que haya afirmado que el sistema propuesto es virtuoso.
Concentración, desempleo, marginalidad, caída en la recaudación, inseguridad jurídica, litigiosidad, primarización de las exportaciones, conflictos sociales e irremediable sobrepesca serán las consecuencias de modificar esta ley. De cambiar un artículo 27 meritocrático que premiaba la historia de capturas, las inversiones, el empleo y el agregado de valor a la hora de asignar las cuotas y reemplazarlo solo por la mejor oferta económica. Serán las consecuencias de permitir el ingreso de nuevos operadores, bajo una errónea premisa de competencia, que implica volver a cometer el corrupto error de la década del 90 que llevó al caladero a una sobrepesca y que nos costó más de 20 años recuperar.
En la industria pesquera hay miles de cosas para mejorar, para desregular, para transparentar. Pero justamente no pasan por la Ley. No pasan por romper un marco jurídico que ha funcionado para recuperar la salud del caladero, dar previsibilidad, ordenar y pacificar al sector. Es absurdo crear un conflicto donde no lo había a partir de preconceptos o premisas equivocadas y que solo servirá para empeorar todo.
Hoy el futuro de nuestras industrias está en manos de los legisladores de todos los partidos políticos. En ellos recaerá la responsabilidad de salvar o condenar a miles de argentinos que dependen de esta cadena de valor. Confiamos que no nos defraudarán y que pese a las presiones defenderán las convicciones que ya han manifestado. Queremos agradecerles a ellos, al gobernador de Chubut y al intendente de Mar del Plata por respaldar esta cruzada para que elimine íntegramente el título de la Ley de Pesca.
Y ojalá que, cuando este temporal pase, podamos iniciar un diálogo constructivo con las máximas autoridades nacionales. Porque compartimos los objetivos de tener una economía sana, competitiva y desregulada, de eliminar el déficit fiscal, de hacer nuestro máximo aporte en tiempos de crisis y de fortalecer la calidad institucional. Pero no podemos permitir que se cometa esta atrocidad.
Estamos dolidos, indignados y muy desanimados. Personalmente este ha sido uno de los peores meses de mi vida. Desde que comenzamos la nueva nave industrial soñaba que este momento sería una fiesta del trabajo. Todas esas ilusiones, todos esos sueños de producción están devastados. La familia Snidersich tampoco se merece que le hayamos opacado su celebración. ¡No hay derecho!. Los empresarios y trabajadores de la pesca y de la industria naval no somos la casta y todavía no entendemos por qué nos subieron a este ring. Estoy seguro de que si Federico estuviera entre nosotros nos estaría dando la fortaleza y templanza para seguir luchando y no bajar los brazos. ¡Cuánto lo extrañamos en estos momentos!
Que Dios proteja a este nuevo barco, a sus propietarios y que nos ayude a todos los argentinos a encontrar la armonía, razonabilidad y prosperidad que tanto necesitamos.
(*) Discurso con motivo de la botadura del buque pesquero “Nunca te detengas Pachaca”.