Al buen profesor ahora se lo recuerda con menos nostalgia
Los últimos acontecimientos hicieron que cerca de Montenegro no hubiera tantos reparos para cuestionar a Alberto Fernández. Las declaraciones de su hombre de confianza lo cercioran. Ya no todas las críticas apuntan a Kicillof.
Montenegro y Fernández, a fines de 2020.
Por Ramiro Melucci
Los inicios fueron a pura nostalgia. “Era un buen profesor”, solía contar Guillermo Montenegro de Alberto Fernández antes del comienzo de su gestión. Memoraba los tiempos en que se lo cruzaba en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Tengo un buen recuerdo de ese momento”, comentaba.
El Presidente devolvió cortesías una fría mañana de julio de 2020, cuando inauguró por videoconferencia el Hospital Modular: “A Guillermo lo conozco desde hace muchos años. Fue alumno mío cuando yo empezaba mi carrera docente en la UBA. Fue un buen alumno”.
Pero aquellos recuerdos, seguramente imborrables, empezaron a ser suplantados por otros más recientes y menos entrañables. A tal punto que el gobierno municipal ya ubica al primer mandatario casi a la par de Axel Kicillof en el reparto de culpas que acostumbra a hacer por el manejo de la pandemia.
Se vio con nitidez en la semana que pasó. Con la “cuarentena eterna” ya convertida en latiguillo, el coordinador de gabinete y candidato de Montenegro a senador bonaerense por la quinta sección electoral, Alejandro Rabinovich, aseguró que el cambio en el decreto presidencial que a fines de mayo hizo retroceder a Mar del Plata a la fase 2 fue un intento de “bloquear la ciudad” y de “atentar contra su crecimiento”.
No es que la administración local nunca hubiera cuestionado esa medida, sino que las críticas que antes no se personalizaban ahora tienen nombre y apellido: Alberto Fernández. El giro, leve pero perceptible, obedece al momento que atraviesa el Presidente después de la difusión de las fotos del cumpleaños de Fabiola Yáñez en la cuarentena estricta, y cuando las repercusiones bullen en los medios nacionales.
“Me dio mucha bronca”, dijo Montenegro sobre ese episodio. “Hablamos siempre de la solidaridad y ahí no hubo solidaridad. Es muy difícil explicar solamente con un perdón. La foto es una foto, el tema es lo que pasó. Y lo que pasó es grave. No puede haber privilegios para nadie”, afirmó. El viernes, un día después de la imputación del fiscal Ramiro González y de que Fernández ofreciera donar la mitad de su sueldo durante cuatro meses al Instituto Malbrán, acotó que está bien que deba dar una explicación en el marco de una investigación judicial.
El gobierno municipal ya ubica al primer mandatario casi a la par de Axel Kicillof en el reparto de culpas que acostumbra a hacer por el manejo de la pandemia
De necesidad recíproca. Así fue siempre la relación del intendente con Fernández. El jefe comunal aprovechaba el vínculo con el primer mandatario para eludir a Kicillof. El jefe de Estado ponía de ejemplo a Montenegro para diferenciarlo de la oposición cerril que ejercían otros integrantes de Juntos por el Cambio.
Con aquel método el intendente consiguió, entre fines de mayo y principios de junio de 2020, la apertura de comercios cuando todavía no regía el sistema provincial de fases. Poco antes el Presidente lo había elogiado en público junto a otros intendentes del JxC: “Solo he recibido colaboración y ayuda”.
Pero el mes de la amistad, como no podía ser de otra manera, fue julio. En uno de los anuncios de la extensión de la cuarentena, Fernández destacó en buen tono la insistencia de Montenegro para que se habilitaran más actividades: “Lo tengo al intendente de Mar del Plata llamándome cotidianamente”. Unos días después inauguró el Modular por videoconferencia. “No se enojen con Guillermo”, llegó a pedirles a los que se impacientaban porque las reaperturas se demoraban.
El gran momento de la relación quedó retratado en una postal sobre finales de ese primer año marcado por los estragos de la pandemia. Se los veía a los dos con barbijo, camisa blanca y el mar de fondo. Antes habían conversado en la residencia de Chapadmalal.
El año electoral, en cambio, transcurre con menos muestras de afecto. En marzo el Presidente propuso cerrar por tres días la administración pública y el intendente decidió lo contrario. “Lo aprecio a Montenegro, pero hablé con él y no me quiso escuchar”, diría después Fernández.
El jefe comunal aprovechaba el vínculo con el primer mandatario para eludir a Kicillof. El jefe de Estado ponía de ejemplo a Montenegro para diferenciarlo de la oposición cerril
El vínculo volvió a fluir a principios de mayo. Tras hablar con el Presidente, el intendente logró que Mar del Plata continuara en fase 3 y no bajara a la 2, como parecía desprenderse del DNU que disponía el semáforo epidemiológico.
A fines de ese mes ya nada era lo mismo. La incorporación de una letra en aquel decreto de necesidad y urgencia enviaba al municipio a la fase 2 y lo dejaba sin clases presenciales. El secretario de Desarrollo Productivo, Fernando Muro, ensayó entonces su primera aparición fuerte antes de convertirse en el primer candidato a concejal del oficialismo local: acusó al gobierno nacional de haber mentido y cambiado las reglas de juego. “Cuando se cambian los parámetros se confunde a la gente”, lo respaldó el intendente.
Pero el discurso oficial volvió a ubicar pronto a Kicillof en el centro de la escena. Hacia el gobierno bonaerense se dirigieron en junio los principales embates contra la decisión de no sacar a Mar del Plata de la fase 2. “Nos discriminan”, acusaba el intendente, al unísono con su gabinete y sus concejales.
Ahora las fotos, la previa electoral y las encuestas hacen que la táctica fluctúe. Mientras el Presidente sigue en el centro de la escena mediática e incluso un ministro anticipó que buscará la reelección en 2023, el hombre de Montenegro para legislar en la provincia priorizó, al menos la última semana, remarcar los impuestos que “aumentó y creó” Alberto Fernández “en plena pandemia” antes que resaltar los déficits de la gestión de Kicillof.
No encajan en este caso los remates categóricos. Que haya habido cortocircuitos y que las divergencias se exhiban con más determinación en la vidriera de la campaña no implica que la relación de Montenegro y Fernández vaya a quebrarse. Es política y hay necesidades de gestión. Todavía quedan anuncios conjuntos de obras y fondos para Mar del Plata. También fotos con semblantes amigables, aplausos y, si los astros vuelven a alinearse, hasta alguna broma de ocasión.
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