Adiós maestro
por Nino Ramella
La muerte de Julio “Pichi” Benítez implica para nuestra ciudad la pérdida de un emblema de lo mejor de la historia política local. Además de sus funciones de gobierno fue secretario general del Partido Socialista y titular de la Biblioteca Popular Juventud Moderna, espacios fundacionales de la mejor tradición marplatense.
Desde su banca en el bloque socialista al que pertenecía se oyeron las intervenciones más agudas y sensatas a partir de la recuperación democrática.
Lo conocí en esas circunstancias. Eran tiempos en que los bloques tenían sus espadas mas filosas. Pichi ejercía el don de la palabra y el manejo certero y provocador de esa hija de la inteligencia y el humor que es la ironía. Todos, sin distingos de color político, nos enriquecíamos con sus intervenciones. Y nos divertíamos.
Años después me tocó la responsabilidad de presidir el Ente de Cultura, que contaba con dos vicepresidencias. Una de ellas se ocupaba de la conducción del Centro Cultural Juan Martín de Pueyrredon, sus salas y de las importante red de bibliotecas. Era un lugar a la medida de Julio Benítez, por su capacidad individual y también por la congruencia simbólica de que ese rol lo ejerciera un hombre del Partido Socialista, a quien mi ciudad debe el orgullo de sus bibliotecas y de sus escuelas.
Fui a proponer al intendente Aprile designar a Pichi como vicepresidente. El gobierno no era una concertación. Era puramente un gobierno de la UCR y la propuesta afectaba un cargo muy importante a un hombre de otro Partido. Y no a cualquiera. A uno de sus emblemas. Elio, que sentía por Pichi un afecto entrañable, no solo dijo que sí sino que mostró su entusiasmo por tenerlo en el equipo. Ellos se entendían muy bien en una sintonía particular.
Su aporte al desarrollo de la red de bibliotecas fue valiosísimo y gracias a una inusual bondad presupuestaria inicial y a la paridad cambiaria pudimos hacer compras de libros muy significativas.
Pero es acaso otro perfil de Pichi el que deseo destacar en estas líneas. Tiene que ver con su mirada de la gestión cultural como herramienta de transformación social, hoy un aspecto algo (no mucho) más transitado desde las políticas públicas pero inusual en una época en la que Cultura era una palabra tan sólo asociado a la excelencia de las bellas artes.
Organizó y ejecutó un programa que se llamó “HacerLoNuestro“, que tenía por propósito fomentar acciones culturales en los barrios desarrollando sus propios talentos, promoviendo una asociación solidaria de los vecinos, y utilizando herramientas del arte como expresión de las demandas y necesidades de la gente.
Ese programa se llevó a cabo en una situación social muchísimo menos dramática que la actual en la que la gestión cultural desde el espacio público debe priorizar casi exclusivamente su actividad con la mira puesta en los sectores vulnerados. Es decir, Benítez fue un adelantado en ese sentido.
Su capital más valioso eran sus convicciones, muchas veces expresadas con una seguridad y vehemencia que, aunque pudiere fastidiar a los espíritus más sensibles, no dejaba de generar certidumbre sobre lo que se proponía y del ángulo en el que se situaba en el arco ideológico.
En lo personal me siento deudor de todo lo que aprendí de él. Y esta nuestra ciudad no puede menos que recordarlo agradeciéndole haberla hecho un poco más humana.
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