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Arte y Espectáculos 25 de mayo de 2024

Actor y “Runner”, gestó una obra que borra los límites entre realidad y teatro

Se trata de Diego Ortenzio. Fue premiado en Villa Gesell, en la Fiesta Regional del Teatro Independiente. El extrañamiento, la realidad y el poder del "teatro autónomo" en tiempos adversos.

Ortenzio, en un momento de la obra "Runner".

Hace teatro desde los 13, pero por esos desvíos recién a los casi 43 le llegó su primer reconocimiento como actor. Fue reciententemente en Villa Gesell: el jurado de la Fiesta Regional del Teatro Independiente lo premió por su labor en “Runner”, una pieza que nació a partir de sus dilemas personales recientes.

Diego Ortenzio es un actor y docente de Mar del Plata, además de corredor amateur. Justo el premio y el abrazo de los colegas viene por la pieza que menos pretensión artística tuvo, contó en una entrevista con LA CAPITAL.

“Lo primero que siento es muchísima felicidad y alegría”, reconoció, aunque habló de “lo paradógico” del asunto. “Este trabajo está muy atravesado por cuestiones personales mías, históricas, vivenciales. Es medio paradójico porque nació como un acto catártico, necesitaba hacerlo y no tenía un objetivo artístico ni mucho menos. Todavía me siguen cayendo las fichas”, dijo Ortenzio, quien también es autor del texto que dirigió Rodrigo Noguera.

 


ortenzio

“El teatro tiene que abrir una hendidura espacio temporal y tiene que generar ese extrañamiento”

 


Sobre el escenario, “Runner” muestra a un hombre que corre. Y mientras entrena piensa en por qué corre. Los roles de padre, docente, actor y amante se entrecruzan con su propia vida y con el oficio y el gusto por correr.

En su vida real, el disparador surgió tras su separación. “Esa es la parte más personal, pero paralelamente soy corredor amateur. Hace un tiempo venía con la idea de generar un espectáculo que hablara del universo del running, de la explosión que tuvo y de los grupos de entrenamiento. Tenía ganas de hacer un laburo con eso y sucedió que me separé, tuve que irme un tiempo a vivir a la casa de mis viejos y eso removió otras cuestiones. Cuando me quise dar cuenta tenía el espectáculo sin buscarlo pero a la vez buscándolo, porque fue casi catártico”, se sinceró.

Formado en las líneas actorales de Pompeyo Audivert y Ricardo Bartís, Ortenzio cree que la realidad aporta elementos al teatro, pero plantea límites. Los hechos tomados de la vida “deben ser pasados por un tamiz, por un filtro poético, por un filtro de cierta alteridad, de cierta posibilidad de deriva”.

Aunque justamente, eso es lo que no hizo en “Runner”. “En este caso, no es una obra de teatro, es una obra en la que, por ejemplo, no actúo el concepto de personaje, de estar colocado en la piel de alguien, también es bastante paradójico lo que sucede”, agregó. Y adelantó que tras una temporada en El Club del Teatro, la pieza regresará el 15 de junio a las 20 a ese mismo escenario.

 


“El teatro puede morir cuando quiere competir con la realidad, la realidad supera ampliamente al teatro”


 

A propósito de los vínculos entre la realidad y lo escénico, profundizó: “El teatro puede morir cuando quiere competir con la realidad, la realidad supera ampliamente al teatro, el teatro tiene un valor propio que, justamente, fue considerado durante mucho tiempo un arte menor. Me parece que sufre todavía cierto complejo, a veces quiere sobresalir y muchas veces lo hace anotándose en una carrera… como si yo me anotara en una maratón con unos keniatas, no me va a salir, tengo que hacer otra carrera”, ejemplificó, basándose en las enseñanzas que tuvo a partir de trabajar en los grupos de Audivert.

Entendió que “el teatro tiene una propia teatralidad, un propio territorio que es zarpado”. Y reconoció que con Pompeyo y Bartís terminó de cerrar esas ideas. “El teatro no tiene que competir con la realidad, al contrario debe estallarla, romperla y generar otra realidad, una realidad que no tenga las leyes de la calle”, al igual que debe generar corporalidades que no sean identificables con lo cotidiano, con “lo diurno”, describió el artista.

-Se me ocurre una palabra que puede describir lo que señalás, el extrañamiento. ¿El teatro tiene que llevarnos a un lugar de extrañamiento?

-Sí extrañamiento, exacto, un lugar de deriva, de alteridad, de otredad. Un lugar de posibilidad. Leopoldo Marechal en “Magafón o la guerra” describe uno de los paisajes medio metafísicos entre la ciudad, cuando ya entra el campo, los límites de Buenos Aires cuando se juntaba con la pampa. Pasar ese límite era entrar a otro plano. El teatro tiene que abrir una hendidura espacio temporal y tiene que generar ese extrañamiento. Y lo va a hacer cuando deje de querer contar un relato con la misma lógica de lo cotidiano. El famoso concepto de conflicto, que está muy arraigado en el teatro y que no está mal, pero eso termina fagocitándolo al teatro.

-También hay toda una vertiente del teatro comercial, que apela al realismo y que apunta a ver al teatro como una salida, para espectadores que no quieren incomodarse.

-Justamente uno de los valores que por ahí puede llegar a tener el teatro independiente… esa palabra independiente no me gusta mucho, el teatro más autónomo si se quiere, tiene que poder afrontar esa tarea porque justamente no tiene nada que perder y sin embargo, sígue enganchado en eso también, hay algo de cierto mandato que tiene la actividad. Es marginal la actividad de la actuación, los que lo hacemos de manera autónoma y más en Mar de Plata. Y llega el verano y aparecen esas grandes carteleras y tenemos ese complejo de petiso, con todo respeto. Tenemos que hacernos cargo de ese grado de orfandad que tenenemos, de precaridad y como no tenemos mucho que perder tenemos que ir a fondo con eso, deberíamos ir a fondo.

-El teatro independiente no debería competir con nada, por que es otra cosa.

-Claro. Está bien que exista un teatro comercial, antes cuando era más pibe me enojaba. Está bien poder trabajar en una obra y que te paguen, no te digo a cualquier precio. Insisto, aquellos o aquellas que levantan las banderas del teatro independiente, no todos, pero muchos, a veces quedan como pedaleando en una que no permite generar una posibilidad de ruptura mayor. Igual esta una visión muy personal.

-¿Este premio se siente de otra manera por el contexto que atraviesa la cultura en Argentina?

-Una de las cosas que celebro en estos contextos en donde la cultura está tan vapuleada y el desfinanciamiento cada vez es mayor, es que haya todavía un grupo de gente que con mínimos recursos pero con un amor y un profesionalismo muy grandes tracciona para que esto igualmente se realice. Me parece algo maravilloso y loable, creo que ahí se asienta y se resignifica y se potencia el valor, en este caso, de lo teatral, seguir haciéndolo sin que importen cuestiones económicas o sin que importe una coyuntura que lo que trata es de evitar. Me parece que es extremadamente potente y hay que enorgullecerse de eso, de todo el laburo que están haciendo un montón de gente y que uno también va conociendo. En este caso de la región nuestra que va desde Miramar hasta toda la costa.