Este fin de semana habrá una nueva oportunidad para ver “La pipa de la paz“, la obra de teatro que protagonizan Betiana Blum y Gastón Ricaud y que subirá a escena en el Teatro Provincial (viernes y sábado a las 21 y domingo a las 20.30).

Escrita por Alicia Muñoz, la historia coloca a Blum en el rol de una mamá, Felisa, cuyo hijo Gastón recibió una beca para poder trabajar por el tema de la paz. “La mamá se las trae, porque la paz no existe para ella. Por cualquier problema la culpa la tienen los otros. Ella no tiene nada que ver. Es una mamá con todas las letras”, contó la actriz a LA CAPITAL. Y señaló que el grado de identificación es tal que su personaje despierta “codazos en la platea” y complicidad entre el público. “La gente se ríe mucho, porque hay mucho reconocimiento de todos los mecanismos humanos que todos conocemos, porque si no te toca de un lado, te toca del otro”, dijo la actriz, quien en esta oportunidad debuta en el rol de la dirección.

– El humor es una buena forma de abordar cuestiones que en otro registro se tornarían más pesadas.

– Yo creo que el humor es la mirada más amplia, tanto que a veces digo que el humor es la mirada de Dios, porque es tan misericordioso el humor. Y totalmente sanador. Una vez que te reíste estás fuera de peligro, hasta que no lográs reírte podés entrar en guerra.

– Y si lo traemos a estos tiempos, ¿considera que a partir del humor es posible ponerse en el lugar del otro?

– Ah sí, sí. La verdad es que si se escribiera una obra sobre estos personajes nos va a costar reírnos porque son bravos. A mí me ponen muy nerviosa cuando (los y las dirigentes) discuten y discuten para ver quién habla más fuerte, no pensando en el pueblo. Hay mucho egoísmo, mucho personalismo y es una pena. A esa obra todavía no la vi (risas). Pero algunos parlamentos de la obra me hacen acordar (a la actualidad). Como cuando el hijo, desesperado, se pregunta, pero ¿por qué la gente no puede vivir en paz? y Felisa le contesta: “Porque los otros no los dejan”. “¿Qué otros?”, le pregunta. Y Felisa le dice “todos, mirame a mí, mi familia no me quiere, mis amigas no me llaman, mis vecinos me hacen la vida insoportable y cuando me confieso, el padre Nicanor me dice que la culpa es mía”. La culpa la tiene el otro y cuando el otro quiere dialogar, le dice no me van a convencer.

– Volviendo a la obra, también dirige en esta oportunidad. ¿Es difícil dirigirse a una misma?

– Es mi primera dirección, pero cuando uno tiene una experiencia de muchos años de trabajo tenés una visión de la totalidad. Aunque me dirija otra persona, de alguna manera participo siempre, propongo, se me ocurren cosas, marco mucho mi participación. Porque tengo ese motor, se me ocurren cosas continuamente. Entonces esta vez, como la comedia me parecía deliciosa, dije, “bueno, ¿por qué no la puedo dirigir yo?”.

– ¿Cómo fue la recepción en las primeras funciones en Mar del Plata?

– Muy cálida, realmente. Comprobamos que el humor no es nada más que de los cordobeses, también acá se han reído muchísimo. Y creo que el teatro, con la música, son las únicas cosas que quedan vivas. Es tan importante el teatro como experiencia de vida, que es fundamental promoverla. Es maravillosa la experiencia de ver teatro, el espectador participa de la obra. Es lo único que no se puede reemplazar, cada función es única y la experiencia colectiva. No se puede replicar. Por eso siempre invito a la gente a que no se pierda la oportunidad de ver teatro. Y de ver una comedia, como esta tan divertida y a la vez tan profunda, tan honda, porque te deja tema de conversación. Te deja pensando.