No conozco a Hernán Lewin ni se que piensa. Solo sé que con él al frente del club, Temperley obtuvo éxitos deportivos y que lo hizo con una fuerte decisión de enfrentar a la mafia de los barrabravas.
Pero se cansó, renunció. Cuando leí la noticia recordé que hace un par de meses ya había dado señales, recibía amenazas, lo apretaban, lo cuestionaban y se sentía solo; nadie le prestó atención. Hoy el cansancio le ganó, se dio cuenta que en el fútbol argentino no sirve la valentía de uno para desterrar la mafia. Una mafia enquistada por décadas y que con espaldas políticas, judiciales, deportivas y sindicales hizo lugar a empresas que tras el disfraz de la pasión deportiva, se dedican al delito organizado.
Podríamos quedarnos callados ante esto, dejarlo pasar, pero no. No estoy dispuesto a que estas cosas sigan pasando, que veamos cómo caen buenos dirigentes mientras se fortalecen los mafiosos. El fútbol no puede seguir así.
Para Hernán, mi saludo y agradecimiento, necesitamos muchos como vos. Para los que disfrutamos del fútbol, un momento de reflexión: el deporte más importante del país se ha convertido en un circo de batalla gobernado por la violencia y el delito, es demencial naturalizar esto. Pero sobre todo nosotros, quienes tenemos responsabilidades políticas debemos hacernos cargo de nuestra obligación: la ola de cambio debe llegar al fútbol, los barra bravas son tal vez, la expresión más genuina y transparente de esta cultura decadente que prometimos cambiar. Que esto que sucedió con Hernán no sea en vano: sea el punto de inflexión.
(*): Diputado provincial Cambiemos.