A los 90 años murió el escritor Dalmiro Sáenz
La noticia del fallecimiento del autor de "Las boludas" o "Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes" fue confirmado por su nieta Fátima Noriega en Twitter.
El escritor Dalmiro Sáenz, el prolífico autor que hizo gala de un perfil desinhibido y provocador, falleció en la madrugada de hoy, a los 90 años, y sus restos serán velados en la Legislatura porteña.
Sáenz deja como legado una prolífica producción literaria marcada por la mordacidad y el absurdo en la que sobresalen obras como “Setenta veces siete”, “La patria equivocada” o “Yo también fui un espermatozoide”, todas ellas atravesadas por sus tópicos recurrentes como el sexo, la religión y el cuestionamiento a la matriz moral de las sociedades occidentales.
Sáenz se hizo conocido por algunos de sus casi cincuenta libros escritos y por la adaptación de algunos de sus libros al cine -como los que dieron lugar a films como “Las boludas” o “Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes”- pero también por sus numerosas declaraciones polémicas en torno al sexo y la religión.
Justamente, esas dos temáticas atraviesan algunos de sus textos más subversivos como “Setenta veces siete”, “Yo también fui un espermatozoide”, “El pecado necesario” y “Cristo de pie”, todos ellos asentados en un cuestionamiento al ideario moral y cultural de la tradición judeocristiana.
Esa vocación por la transgresión tuvo su correlato en sus intervenciones públicas, siempre picantes y polémicas, entre ellas su participación en 1988 en un programa de Gerardo Sofovich, donde se refirió a un cuadro de índole religiosa (“En la colección privada del Vaticano hay una virgen, que se llama la Virgen del Divino Trasero, y es una virgen con un culo precioso”, dijo entre otras declaraciones) y todo terminó en escándalo, con sanciones varias impuestas por el entonces Comfer.
Otro de los escándalos resonantes que Sáenz protagonizó tuvo lugar en 2003 en el ciclo “Indomables”, cuando confesó que había participado de orgías junto a los actores Fernando Siro y Elena Cruz.
El escritor había estado casado con la hermana de la actriz, Silvina, a quien le dedicó otro de sus libros famosos, “Carta abierta a mi futura ex mujer”, publicado en 1968.
Fuera de su afán polemista, su obra se esparce por todos los géneros literarios -aunque su favorito haya sido el cuento- y abarca un raid temático focalizado en la violencia, la moral, el sexo, el absurdo, el establishment y la historia argentina.
“Si bien es verdad que siempre me consideraron un escritor realista, yo creo que hay mucho de imaginación en lo que escribí. O libertad, quiero decir. Será porque nunca intenté resolver ningún problema político con mi escritura -contó alguna vez el escritor-. Creo que sí llegué a cansarme un poco del realismo, aunque después se me pasó. De lo que nunca me cansé es del cuento. De todos los géneros, me siento mucho más cómodo en el cuento. Será porque depende un poco de la trampita, de la viveza”.
Sáenz, que había nacido el 13 de junio de 1926, no fue de aquellos que detectan rápidamente su vocación literaria. Lo primero que apareció en su horizonte como forma de subsistencia fue un empleo como marinero de un buque carguero, paralelamente a su pasión por el boxeo, que lo llevó de gira a varias ciudades australes, incluida la Antártida.
“Tenía una manager bastante hábil, lástima que yo no era muy bueno boxeando, pero me gustaba mucho. Me hubiera encantado destacarme más en el box, nunca llegué a tener peleas demasiado importantes, y además era mal perdedor conmigo mismo, hacía ostentación de lo contrario pero la verdad es que la pasaba muy mal cuando perdía”, evocó alguna vez en una entrevista.
Su ingreso a la escena literaria no fue sin embargo fatigoso: su debut literario fue en 1956 con el volumen de relatos “Setenta veces siete”, con el que ganó el premio Emecé Emecé y se convirtió en best-seller. Tanto fue su éxito que seis años después fue llevado al cine por el conocido realizador Leopoldo Torre Nilsson.
Sáenz vivió una década y media en la Patagonia, escenario de sus primeros relatos como “Treinta, treinta”, una suerte de western nativo ambientando en esa geografía que le valió en 1963 el Premio Argentores (Sociedad Argentina de Autores), el mismo año que obtuvo también el Premio del Magazine LIFE en español con su libro de relatos “No”.
Luego llegó su novela “El pecado necesario”, que más tarde adaptó al cine y retituló “Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes”. El film, dirigido por Fernando Siro, ganó la Concha de Plata en el Festival Internacional de Cine de San Sebastian (1965) y fue definido por el escritor como “la única película que salió buena a partir de un guión mío”.
Hacia los 60, sumó a la escritura literaria las primera incursiones en dramaturgia, con piezas como “Hip, hip, ufa”, que además de valerle el Premio Casa de las Américas también tentó a otro realizador, Rodolfo Kuhn, que adaptó la obra en 1968 bajo el nombre de “¡Ufa con el sexo!”.
“Yo nunca me sentí un escritor, me siento un tipo que escribe. Me veo muy distinto a los escritores normales, creo que el arte se nutre de la injusticia y de la queja. Pienso que el escritor es un traidor a su mundo y a su tiempo; es una persona que delata, que delata a su familia, a sus amigos, se queja de todo y está denunciando todo lo que ve, es un francotirador del disconformismo. En un mundo feliz, no existirían los escritores”. Así percibía su oficio este hombre que decía no tomarse demasiado enserio a sí mismo ni a su obra.
Durante la década del 70, Sáenz fue perseguido y amenazado de muerte y decidió exiliarse en Punta del Este (Uruguay) durante un período que también marcó su distanciamiento de la literatura.
En 1983 se produce su regreso literario con “El argentinazo”, una novela histórica, también de sesgo irreverente, una novela histórica en la que procesó su experiencia durante la dictadura militar.
Aunque en su producción prevalece el humor y el absurdo, Sáenz también recorrió las líneas del policial en relatos como “Sobre sus párpados abiertos caminaba una mosca”, una nouvelle de 1986 que luego resignificó en una versión teatral que tituló “Las boludas” y fue llevada al cine por Víctor Dínenzon protagonizada por Sandra Balleteros, héctor Alterior y Gerardo Romano.
La imposibilidad para encapsular la obra de Sáenz en un género o tradición se prolonga hacia los 90, cuando junto al médico Alberto Cormillot viaja a Israel, Egipto y Nueva York con la idea de escribir a dúo sobre los manuscritos del mar Muerto, una obra que se publica en 1995 bajo el título “Cristo de pie”.
Por esos años, escribe también “La patria equivocada”, un texto que perfila distintos momentos de la historia argentina entre 1807 y 1898 como las invasiones inglesas, las campañas del Desierto o la guerra del Paraguay a través de la relación entre dos personajes, Clorindo y Clarita, que funcionan como metáfora de un territorio signado por las traiciones.
La revisión de los próceres y caudillos continúa con “Malón Blanco” “Mis olvidos / O lo que no dijo el General Paz en sus memorias”, ambos en la línea del sarcasmo y el registro anticanónico que tanto fascinaba al escritor.
Hacia 1995, con casi 80 años, Sáenz continuaba a pleno con su vida literaria. Ese año publicó la novela “Pastor de murciélagos” y escribió numerosos artículos en diarios y revistas, además de su labro semanal al frente de un taller literario para noveles escritores.
Murió Dalmiro Sáenz. Mi abuelo. Dejó una familia inmensa. La mía. La mejor del mundo.
— Fátima Noriega (@Fatinoriega) 11 de septiembre de 2016