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La Ciudad 18 de agosto de 2024

A 30 años del mayor golpe a un banco de la ciudad

En agosto de 1994 un grupo de delincuentes aprovechó las distracciones de un fin de semana largo para hacer un boquete y entrar a robar a la sucursal Monolito del Banco Nación. Hubo sospechas e intensas investigaciones, pero el hecho quedó impune: se llevaron más de un millón de dólares y nunca fueron descubiertos.

El día en que se conoció la noticia del robo, el movimiento en el Banco Nación de Luro y Los Andes fue incesante.

por Bruno Verdenelli

No sorprendió la modalidad, sí el monto. En 1994 los robos cometidos por “boqueteros” estaban a la orden del día en todo el país. Pero en Mar del Plata que alguien lograra hacerse de un botín que superara el millón de dólares luego de entrar a un banco a través de un agujero en una pared parecía un cuento chino.

Los ladrones, supuestamente al menos tres, fueron inteligentes: agendaron el golpe para el fin de semana largo del 17 de agosto, hace exactamente 30 años. El plan incluía la correcta presunción de que la ciudad estaría plagada de turistas y podrían camuflarse entre la gente.

Con el 1 a 1 en plena ebullición, la ocupación hotelera en esa fecha fue alta, al igual que el número de alquileres de viviendas y departamentos. Por eso, los investigadores se verían luego desorientados y sospecharían que los delincuentes habían arribado desde otro punto de la Argentina.

¿Pero quiénes podían tener el dato de que el Banco Nación de Luro y Los Andes (hoy Teodoro Bronzini) cerraría el viernes 12 de agosto -el feriado por el aniversario del paso a la inmortalidad del general San Martín se había adelantado del miércoles 17 al lunes 15- con una gran cantidad de dinero depositada en el tesoro ese mismo día? ¿Cómo sabrían además que esa sucursal de la entidad estatal carecía de alarmas en el sector de las cajas fuertes y, peor todavía, de un sereno que cumpliera una guardia el fin de semana largo?

Esas y muchas otras fueron las preguntas que se hicieron los investigadores después de que el gerente descubriera el faltante al concurrir al edificio en busca de unos papeles que necesitaba, pocas horas antes de iniciarse la nueva semana laboral.

“Al mejor estilo Rififí”

Casi en simultáneo, otros delincuentes con los mismos objetivos habían visto frustrados sus intentos de robar un banco de Córdoba a través de la realización un boquete. Un albañil los había delatado y la noticia era publicada en LA CAPITAL, casi como complemento de lo ocurrido en la sucursal Monolito del Banco Nación en Mar del Plata.

Fue primera plana del diario, como era de esperarse. La ciudad había sido escenario de un hecho inédito, porque un millón de pesos en ese entonces equivalía a un millón de dólares. Y la suma de un millón de dólares era aún más estruendosa hace dos décadas que ahora.

“Al mejor estilo Rififí”, rezaba la crónica, en alusión a la película francesa en la que un grupo de ladrones roba una joyería de la París de los ’50. “Trabajando con absoluta tranquilidad, aprovechando la inactividad del fin de semana largo y la ausencia de serenos y personal de seguridad, no menos de tres delincuentes lograron ingresar al sector del tesoro de un sucursal del Banco de la Nación Argentina ubicada en la avenida Luro al 5800, alzándose con una suma cercana al 1.200.00 pesos”, continuaba el texto.

Además, se explicaba en las páginas escritas con letra de molde que los autores del hecho habían entrado al edificio a través de un boquete confeccionado desde una obra en construcción lindante. Se trataba de un terreno en el que estaban levantándose varios consultorios médicos.

Según la reconstrucción que realizó el juez federal Daniel Rubén Vázquez y la policía marplatense, el golpe había ocurrido entre la noche del sábado y la madrugada del domingo. Pero la novedad se conoció recién el lunes por la mañana, cuando el gerente Adelmo Hugo Benzi se presentó en el lugar para buscar una carpeta que necesitaba revisar de cara al reinicio de la actividad del día siguiente.

Depósito

Pasado el mediodía apareció en la escena del boquete el comisario mayor Hugo Vitelli, quien confirmó a la prensa la noticia y, además, indicó que el viernes anterior habían sido depositados 400 mil dólares en dicha sucursal.

En tal sentido, una de las tantas variantes que imaginaron los investigadores fue la de la existencia de un “entregador” que hubiera suministrado semejante dato a los malhechores.

Boquete Banco Nación

El jefe policial informó también que el agujero a través del cual los ladrones habían ingresado al banco medía 40 centímetros de ancho por 60 de alto, y la pared destruida tenía un espesor de 35.

Si bien primero se presumió que los delincuentes habían accedido a la obra en construcción tras forzar una persiana metálica en la parte delantera con una barreta, luego se sabría que fue al revés: por allí escaparon con el dinero. En rigor de verdad, habían entrado a través del techo del mismo galpón en el que se levantaban los consultorios. Y además de una linterna y dos herramientas, dejaron un recuerdo para los obreros…

Sospecha e impunidad

La investigación durante los días que siguieron incluyó peritajes, interrogatorios y nombres de posibles sospechosos. El primero que sintió y sufrió la mirada persecutoria fue Osvaldo Vaca, el encargado de la obra en construcción que lindaba con el banco.

“Es imposible que los ladrones hayan entrado por acá. No quisiera que nadie estuviera ahora en mis zapatos, la policía no deja de hacerme preguntas una y otra vez. A las 8.15 del domingo, un vecino vio la pequeña puerta de la persiana metálica abierta y me avisó. Yo vivo muy cerca de acá, por lo que a eso de las 9 me vine a ver qué pasaba. Cuando entré hice una recorrida y constaté que no habían robado nada”, dijo Vaca a LA CAPITAL. Acto seguido, contó que como no detectó faltantes desistió de hacer la denuncia formal en la comisaría de la zona.

En la misma nota, el entrevistado admitió que una linterna y dos herramientas tiradas al pie de una escalera que llevaba a la terraza habían llamado su atención. Pero pensó que podrían pertenecerle a los obreros y nunca imaginó que un grupo de delincuentes había entrado a robar el banco de al lado. Y reveló, con asombro e indignación, que había encontrado materia fecal debajo de la escalera.

“Desarmaron la pequeña puerta de la cortina metálica desde adentro y luego, de una patada, lograron abrirla hacia el exterior”, agregó, como principal argumento para sostener que los ladrones no habían entrado sino salido por ese lugar.

En un principio, Vaca estuvo en la mira, pero tiempo después los investigadores descartaron cualquier tipo de participación suya en el golpe.

El siguiente apuntado, aunque no tanto por la policía y la Justicia sino más bien por las propias autoridades del Banco Nación, fue el contador Héctor “Cacho” Rapoport, empleado del organismo estatal. Al momento del robo pergeñado por los boqueteros, el sospechoso había recibido permiso para tomarse una licencia médica.

El 12 de septiembre, casi un mes después de cometido el hecho, Rapoport se reintegró a sus tareas, pero el 14 de octubre fue cesanteado preventivamente por sus jefes. Desde la casa central, en Buenos Aires, fundamentaron la decisión en la posibilidad de facilitar, en consecuencia, la investigación judicial y policial. Los uniformados pensaron, al comienzo, que él podía haber sido el “entregador”. Es decir, la persona que suministró a los delincuentes el dato del suculento depósito efectuado el viernes 12 de agosto.

Pero el profesional peleó hasta ser reincorporado y adujo su inocencia, defendido por la Asociación Bancaria. “Cuando comencé mi licencia entregué las llaves de la puerta de acceso y la reja de la caja fuerte, como se hace generalmente. Me notificaron que fui despedido por presunción de que poseía la clave de activación de la alarma, pero yo no la tengo, y no sólo eso, sino que si yo la hubiera tenido, no la pude haber desactivado, porque el 12 de agosto ya no estuve en funciones en el banco”, esgrimió el contador a LA CAPITAL.

Y añadió: “Consideraron sospechoso que yo presentara a la empresa de limpieza del banco a una persona que habría, dicen, investigado sobre el sistema de seguridad, lo que tampoco es correcto”.

Rapoport estaba casado y tenía cinco hijos en edad escolar. En noviembre siguiente, la noticia de que sería reincorporado fue la última que se publicó en este medio. Y finalmente así sucedió.

Quienes lo conocen, como el ex secretario general de la Asociación Bancaria, Fernando Cuesta, cuentan que el contador y su esposa sufrieron mucho el escarnio público hace un cuarto de siglo, pero que en la actualidad uno de sus mayores orgullos es haber podido volver a trabajar hasta jubilarse como empleado del Banco Nación.

A pesar de que la policía buscó rastros de los delincuentes en hoteles y viviendas que se hallaban en alquiler por aquellos días, nunca obtuvo siquiera una pista firme de sus identidades ni de sus paraderos. El caso no fue resuelto: aún hoy permanece impune. Y alguien, de seguro, se hizo millonario.

— “Ese hecho me cambió la vida: fue tremendo”

Héctor “Cacho” Rapoport no está en una isla del Caribe. Tampoco se escondió con su fortuna robada en un pueblo de la Toscana ni se camufló en la costa de Uruguay. Porque aunque hubiera sido un final extremadamente literario para esta nota, el contador del Banco Nación era inocente. Y lo que hizo fue luchar hasta ser reincorporado a su trabajo, y algunos años después jubilarse de sus funciones como empleado estatal.

Actualmente, Rapoport vive junto a su esposa Mirtha en Norberto De La Riestra, Partido de 25 de Mayo. Tras ser ubicado y contactado por LA CAPITAL, se prestó a recordar aquel funesto episodio ocurrido hace un cuarto de siglo en Mar del Plata.

BOQUETE-1

“Ese hecho me cambió la vida, fue tremendo… Toda una carrera en el banco hasta ese momento, y cuando pasó yo ni siquiera estaba trabajando. Tenía licencia”, dice. Y añade: “Fui reincorporado un par de meses después, y me trasladaron al poco tiempo a Pedro Luro, provincia de Buenos Aires. Estuve cuatro años en ese pueblo, y después llegué acá a Norberto De La Riestra, donde con mi mujer decidimos quedarnos porque es un lugar muy tranquilo.

Nosotros somos de Puerto Madryn, pero hemos vuelto en varias oportunidades a Mar del Plata y siempre nos acordamos de eso”.

A Rapoport la delincuencia lo persiguió un poco más: cuenta que un día estaba en el banco de Pedro Luro cuando varios ladrones ingresaron armados y asaltaron a todos los presentes. “Eso también fue terrible. Fue una época brava, parecía mentira. Pero todo lo olvidé por decisión propia”, reconoce.

Mirtha también dejó atrás los sinsabores. “Me costó mucho dejar de recordar diariamente ese hecho de Mar del Plata. Mi suegra, la mamá de ‘Cacho’ se enfermó, la tuvieron que internar, y uno de nuestros hijos repitió el último año de colegio. Fuimos a los medios, estuvimos con “El Cholo” Ciano, la peleamos y logramos que lo reincorporaran”, indica la mujer del otro lado del teléfono.

A modo de conclusión, Rapoport se ríe y dice: “Según me comentaron mi caso es único en el Banco Nación. Nadie al que hayan echado fue reincorporado. Nunca se supo ni quiénes eran los ladrones: presté declaración en la Justicia pero nunca estuve ni siquiera imputado, ni tampoco mis compañeros. Me tocaron todas las malas, pero todo eso ya pasó”.

(*): Nota publicada en agosto de 2019 y editada para la sección Hemeroteca LA CAPITAL.



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