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Opinión 13 de enero de 2022

A 20 años del “Diálogo argentino”: ¿sueño de una noche de verano?

 

Por Roberto Benzo
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Hace veinte años la Argentina estaba literalmente en llamas. Pocas veces, al menos en nuestra historia reciente, tan rica lamentablemente en estos avatares, el abismo de la disolución nacional estuvo tan cerca. El reclamo de “Que se vayan todos”, atronaba las calles y plazas de nuestro país. Hubo 39 personas muertas. La desocupación y la pobreza se extendían. Mientras tanto, tuvimos cinco Presidentes en dos semanas.

Es mucho lo que por estos días se ha escrito y se ha dicho al respecto.

Sin embargo, en medio del torrente de palabras aparece, pocas veces y un poco perdida la mención a uno de los remedios más eficaces que nuestro admirable instinto de supervivencia como pueblo nos regaló y que representó, nada menos, que la “lucecita al final del túnel” -como gustaba decir el recordado Cardenal Antonio Samoré- para sacarnos del apocalipsis y continuar nuestra vida como nación.

Eso fue el “Diálogo Argentino”. Un esfuerzo colosal encabezado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iglesia Católica en Argentina.

Nombres inolvidables como los del Embajador Carmelo Angulo Barturén, representante del PNUD en nuestro país, los Cardenales Estanislao Karlic, presidente de los Obispos de Argentina por aquel entonces y Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, hoy nuestro Papa Francisco y, por citar sólo otros  dos muy destacados protagonistas,  Monseñor Jorge Casaretto, obispo de San Isidro y en esos años presidente de la Comisión de Pastoral Social y de Cáritas Argentina y José Ignacio López, reconocido periodista y vocero del gobierno del Doctor Raúl Alfonsín y, luego, del Diálogo Argentino.

El 19 de diciembre de 2001, en la sede Cáritas Argentina se colocó la piedra fundacional del proceso y el 14 de enero de 2002 fue la presentación en sociedad del Diálogo en el histórico Monasterio de Santa Catalina, en la ciudad de Buenos Aires, en un acto encabezado por el entonces Presidente Eduardo Duhalde.

Fueron más de cien reuniones, con 1.700 protagonistas de los más diversos ámbitos (representantes de la política, la empresa, el trabajo, la educación, la salud, las organizaciones sociales, las confesiones religiosas…), sedes en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza. Se constituyeron las comisiones socio-laboral-productiva, de salud, educación, reforma política y reforma de la justicia.

Durante meses se trabajó de manera ardua y comprometida. El resultado final fue el documento “Bases para las reformas: principales consensos”, que se presentó en el Cabildo de Buenos Aires, conteniendo propuestas serias y concretas para cada uno de los ámbitos más trascendentes de la vida nacional.

Los políticos se comprometieron a recoger las conclusiones y plasmarlas en proyectos de ley, pero eso nunca se concretó. El tiempo de la convulsión había pasado, en parte importante gracias al Diálogo, y el gobierno triunfante en 2003 consideró que era el parlamento el ámbito adecuado.

Sin embargo, afortunadamente algunas iniciativas del espacio si se plasmaron en hechos concretos y llegan a nuestros días. El Plan Jefes y Jefas de Hogar, que tiene su continuación en la Asignación Universal por Hijo, el Plan Remediar, para la provisión de medicamentos a las personas más humildes…Y, por sobre todo, el “Diálogo Argentino” nos hizo conocer de primera mano un escenario novedoso para un sociedad ya por aquel entonces  dividida y agrietada: sentándose a una mesa común, con diálogo y escucha honestos y sinceros, se pueden conseguir grandes logros. Por ejemplo, el regalo inconmensurablemente valioso de la Paz.

Por el bien de nuestra Patria tan necesitada de una “cultura del encuentro”,  Dios quiera que el bienaventurado “Diálogo Argentino” sea el camino cierto que inspire las acciones de los dirigentes actuales y que no haya sido solamente un sueño de una noche de verano.