Murió el filósofo francés Tzvetan Tódorov
Ganador del Premio Príncipe de Asturias, era un destacado teórico de la literatura e historiador de las ideas, así como analista de la cultura.
por Julieta Grosso
Con un pensamiento que se presenta como un registro lúcido e impertinente sobre el lado oscuro de la modernidad, el filósofo, crítico y ensayista francés Tzvetan Todorov, fallecido este martes a los 77 años en París, deja como legado una extensa indagación sobre cuestiones como la alteridad, la memoria y las experiencias totalitarias a través de medio centenar de textos en los que se dedica a descifrar la naturaleza humana desechando el maniqueísmo y la tentación de la mirada autocompasiva.
Es imposible mensurar cuánto de la portentosa obra de Todorov es fruto de su padecimiento personal, pero es obvio que ambas, vida y obra, han funcionado siempre como un todo indisociado: al ensayista le tocó en suerte nacer en Bulgaria en 1939, donde por muchos años estuvo abolida la libertad.
Vivió bajo esa opresión hasta los 24 años, cuando un tren lo depositó en París, donde templó un perfil intelectual lejos del resentimiento o el afán reinvindicativo.
“Desde finales de la Guerra Fría, la democracia en Europa está sometida a numerosos peligros. Y la mayoría de ellos no procede del exterior, sino de las reglas y mecanismos de la propia democracia, que se han llevado al extremo de la perversión extenuando el sentido original del sistema moderno”.
Todorov siempre tuvo en claro que la amenaza de la intolerancia no era un déficit exclusivo de los gobiernos totalitarios como aquel del que huyó en su juventud.
“En la sociedad actual estamos exagerando el miedo a los otros. Y ese terror a los que consideramos bárbaros nos convierte en bárbaros a nosotros“, sostuvo alguna vez este filósofo, lingüista, sociólogo y crítico literario que hace algunas décadas se transformó en uno de los intelectuales más reconocidos del mundo.
Autor de obras cruciales como “La teoría de la literatura de los formalistas rusos” (1965), “La conquista de América” (1984), “Frente al límite” (1991) o “Los abusos de la memoria” (1995), Todorov centró sus preocupaciones en un extenso campo de batalla que abarcó la relación con el otro, el legado de la Ilustración, las distorsiones de la memoria o los desafíos de las democracias.
Distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2008 y la medalla de la Orden de las Artes y de las Letras en Francia, entre otros galardones, el filósofo aportó algunos de los más contundentes análisis sobre la situación de las libertades en el mundo y denunció, desde un conocimiento preciso, los riesgos del totalitarismo.
Todorov había estudiado Filología Eslava en su ciudad natal y, ya instalado en París, continuó su formación, junto con Roland Barthes y Gérard Genette, doctorándose en 1966. Al principio se enfocó en la crítica literaria pero con el tiempo se inclinó por el análisis cultural para terminar enrolándose como un “historiador de las ideas”.
Como intelectual criado en la Europa dividida por el Muro de Berlín y la Guerra Fría, se esforzó en sus obras por huir de los maniqueísmos y fue su humanismo crítico, su extrema moderación, lo que le impulsó a escribir libros que atraviesan fronteras y unen ámbitos inconciliables: Todorov criticaba con dureza el pensamiento neoconservador y el ultraliberalismo de los actuales estados democráticos que, según él, tienen los mismos rasgos que edificaron el estalinismo y el fascismo.
Lejos de lugares comunes y de los dogmas, dio cuenta de la complejidad para reprocesar el pasado a través de una mirada esquiva a las concesiones: “Crecí bajo un régimen comunista que presentaba todas sus medidas como algo que debía conducir a la felicidad universal, y experimento una fuerte desconfianza cuando me dicen que algo se hace por mi bien”, decía.
La cuestión de la alteridad, tan medular en su sistema de ideas, está presente en su libro “La conquista de América” (1984), donde analiza el impacto destructivo de la colonización europea sobre la cultura indígena.
Poco después, el crítico y lingüista se dedicó a radiografiar el horror de los campos de concentración en su ensayo “Frente al límite”, donde advierte que las atrocidades de los totalitarismos se pueden ver como un producto perverso de la sociedad de masas y donde al mismo tiempo recalca el valor de la voluntad y la responsabilidad individual, incluso en las situaciones más extremas de abuso y opresión.
“Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles“, escribió Todorov en un controvertido artículo que bajo el título “Los riesgos de una memoria incompleta” se publicó en el periódico español El País en diciembre de 2010.
Las formulaciones realizadas por el pensador en ese texto tuvieron como trasfondo su estadía de una semana en la Argentina, país al que había llegado en noviembre de ese año para dictar una serie de conferencias.
En ese marco se produjo su visita al Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, emplazado sobre la ex ESMA, que le provocó sensaciones encontradas en torno a la manera en que aparecía cristalizada la memoria sobre los años de la dictadura.
“La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al ‘¡Nunca más!’? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas”, escribió en el artículo que documenta su paso por Buenos Aires.
Todorov también ha dedicado una faceta importante de su obra al estudio de la pintura y a cómo esta refleja los cambios en el pensamiento y en los valores de las sociedades.
Sus hipótesis sobre el mundo del arte se condensan en obras como “Elogio del individuo”, con el nacimiento de la noción de individuo y la preponderancia de lo humano en el siglo XV; en “Elogio de lo cotidiano”, con la puesta en valor de los objetos y las escenas cotidianas en el siglo XVII; y en “Goya a la sombra de las Luces”, donde analiza la influencia del pensamiento ilustrado en la obra del pintor español.
Ha impartido clases en la École Pratique des Hautes Études y en la Universidad de Yale, y sus lecciones magistrales se han escuchado también en las universidades de Nueva York, Columbia, Harvard y California. Desde 1987 estaba al frente del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS).
Télam
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