Entretextos: “Último primer día” de Lara Barrera
La autora marplatense comparte un capítulo de su novela 'Trampas, Castigos, Aprendizajes. Trastorno de la conducta alimentaria (TCA)', en la que cuenta en primera persona cómo es padecer un desorden alimentario.
Lara Barrera.
Inicio de clases (*)
Siempre al inicio de clases me gustaba hacer deporte. En este caso, entrenar en el gimnasio. Había empezado hace unos meses y me encantaba ir. Los profesores y la gente eran copados. Siempre te recibían con un abrazo y a veces bromas de por medio. Digo bromas porque cada vez que terminaba un ejercicio, mi entrenador se reía porque me quejaba de lo cansada que estaba. Pero aun así lo pasaba estupendo.
Mi objetivo era tonificar mi cuerpo, así que le pedí a mi mamá que fuera a ver una nutricionista en el mes de agosto. Nunca había ido y quería probar. Otra razón era que siempre desayunaba/merendaba lo mismo y no sabía qué combinaciones hacer en las tostadas.
Me sacó turno y estaba muy nerviosa. Mi nutricionista era una señora mayor y daba miedo. Al principio hablamos para conocernos mejor y luego llegó el terror, la balanza. Tenía curiosidad por mi peso. Volví a la silla al lado de mamá y la doctora dijo que pesaba 49 kg. No me sorprendió para nada ya que el año pasado estaba igual.
Al final de la sesión, me dio un plan de alimentación adecuado a la tonificación. La mayoría de los alimentos debían ser integrales, consumir huevo, queso y evitar tanto dulces como gaseosas. No te prohibía nada, pero dependía de uno.
Salí feliz y con ganas de empezar a full.
El próximo encuentro era la semana siguiente.
Me gustaría añadir que, además de entrenar tres veces por semana, también bailaba los sábados. El baile es mi pasión. Me permite dejar todos mis problemas a un lado y disfrutar del ritmo de la música.
La semana que viene tocaba volver al control nutricional.
Mi mamá me acompañó, pero no entró. Se quedó en la sala de espera.
Tan pronto como entré, empezó a hacerme preguntas puntuales. Nada sorprendente. Una de ellas fue: ¿Te sentiste culpable en algún momento del día?
Entonces respondí: Comí helado y me sentí una gorda, pero su respuesta a todo esto fue: es normal que comas ese alimento, somos humanos y nuestros cuerpos necesitan consumir comidas calóricas para obtener energía.
Después de estas profundas reflexiones, tuve que pesarme. Fui a la balanza y vi que marcaba 47 kg. La nutricionista quedó tan sorprendida como yo.
Parece que me tomé en serio mi plan alimenticio.
Me fui a la mierd… (Pensé dentro mío)
A partir de ese momento comenzaron los problemas con la alimentación.
Seguía yendo al gimnasio, pero reduje el tamaño de mis porciones y dejé los dulces. Si tenía un evento entre semana, buscaba una excusa para no ir.
Sin darme cuenta, estaba perdiendo peso.
Amaba mi cuerpo, solo que los demás no me veían de la misma manera.
La nutricionista tuvo una charla privada con mi mamá y ambas decidieron que empezara con la psicóloga ya que estaba en conjunto con varios profesionales.
Lloré tan pronto cuando me enteré porque no quería ir. Me daba vergüenza contarle mi vida.
Al principio tuve dudas como “¿cuántas sesiones psicológicas se necesitan?”, o “¿de qué hablo en la consulta del psicólogo?”. Pero no existe una única manera de iniciar una conversación. De hecho, cada persona y cada caso es diferente. Te hará preguntas para conocerte mejor, cómo te sentís, qué te preocupa, qué necesitas mejorar o resolver en tu situación.
En definitiva, la única forma de conseguir ayuda es hablar con un psicólogo para afrontar problemas emocionales y desafíos de la vida. Puede que suene obvio, pero lo cierto es que todos esos miedos e inseguridades desaparecerán rápidamente una vez que hayas iniciado la terapia y establecido un vínculo con el profesional.
Semanas después, comencé la sesión con la psicóloga. Estaba tranquila porque quería conocerme y saber más sobre mi situación.
Charla que iba y venía, no me había dado cuenta de que habíamos tocado un tema fuerte.
No sabía qué decir, fueron muchas preguntas sobre lo que estaba pasando en mi cuerpo y mente. Ella me escuchaba atentamente y trataba de ayudarme.
Es un tema sobre el que me resultaba muy difícil expresarme, porque en la sociedad actual colorean la realidad con “Tener un cuerpo perfecto permite la admiración y aprobación del resto”. En principio, el cuerpo es lo más externo que se muestra de nosotros mismos. Por ello, hoy es uno de los complejos más grandes de la sociedad.
Muchas veces tratamos de ocultar nuestras identidades para protegernos, pero no podemos cambiar nuestros cuerpos. Aceptar tu cuerpo no significa que te gusten todos sus aspectos. Significa que te ames a vos misma.
Este pensamiento me lleva a la conclusión de que tu cuerpo no es una medida de tu valor como persona. Las dietas de moda no funcionan y el ejercicio debería ser placentero. No te dejes influenciar por los medios que muestran estereotipos sobre el cuerpo ideal.
Como consecuencia social, el síntoma más evidente es el aislamiento. La persona cada vez se va alejando de su propio mundo y limitan el contacto social con los demás.
La anorexia nerviosa afecta varios aspectos de la persona. Por un lado, su salud física se ve afectada debido a la restricción alimentaria. Por otro lado, existe un sufrimiento emocional importante: episodios de ansiedad, depresión, baja autoestima y pensamientos obsesivos que causan mucho dolor y sufrimiento.
Parte de eso fue mi tratamiento, lo cual fue bueno para mí porque resolví cada problema. Sentía una profunda sensación de liberación. Poco a poco, me fui acostumbrando a ir todos los miércoles a las 6 de la tarde. Mis padres solían acompañarme los primeros días, pero luego tomé la iniciativa de ir sola en colectivo.
Desde el primer día me sentí cómoda en su lugar de trabajo y no tenía vergüenza en hablar de lo que quisiera. Ella fue la única que pudo entenderme y darme consejos sobre cómo seguir adelante.
Siempre noté amor y pasión por su profesión porque lo transmitía a la gente. Logró ayudarme a entender las cosas y encontrarle solución.
(*) Lara María Barrera nació en Mar del Plata el 11 de febrero de 2004. En 2021 terminó sus estudios en el colegio Tomás Alva Edison y se encuentra cursando Odontología en la Universidad Fasta. El texto que la autora comparte con LA CAPÍTULA es un capítulo de ‘Trampas, Castigos, Aprendizajes. Trastorno de la conducta alimentaria (TCA)’, una novela en la que cuenta en primera persona cómo es padecer un desorden alimentario.
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