Diez discos claves para entrar al “Mundo Spinetta”
La obra del Flaco resulta difícil de abordar para un principiante. Varias joyas musicales de su etapa en Almendra, Pescado Rabioso, Invisible y como solista.
Calificado en muchos casos como un artista “hermético”, por el carácter críptico de gran parte de sus poéticas letras y por su negativa a realizar concesiones musicales, lo cual lo marginó de los grandes medios de difusión en muchos pasajes de su carrera, la obra de Luis Alberto Spinetta resulta difícil de abordar para un principiante.
A continuación, se detallan diez discos que resumen en gran medida el amplio espectro abordado por uno de los artistas más personales que dio la música.
– Almendra (1969)
El homónimo primer disco de Almendra creó todo un lenguaje que permitió, junto a Manal y Los Gatos, que el país se estableciera como pionero del movimiento rockero entre sus pares de habla latina. Los Beatles, Astor Piazzolla, la psicodelia y el nuevo cancionero folclórico aparecen como las más fuertes influencias de un grupo de jóvenes que también da cuenta de su pasión por la poesía y la pintura en sus canciones. Las cuidadas armonías vocales, la incendiaria guitarra de Edelmino Molinari, las imaginativas líneas de bajo de Emilio del Guercio, el sutil cruce de rock y folclore en la batería de Rodolfo García y la aflautada voz de Spinetta, con sus particulares inflexiones y dicción, forman un combo que no solo resiste el paso del tiempo, sino que toma nueva fuerza cada vez que se lo escucha. Clásicos como “Muchacha ojos de papel”, con su delicada lírica; la denuncia social escondida en la dulzura de “Plegaria para un niño dormido”; el delirio psicodélico de “Color humano”; la relectura del universo beatle presente en “Laura va” y la postal ciudadana aportada por “A estos hombres tristes”, le dieron a este disco una entidad de la cual sus protagonistas nunca pudieron librarse del todo.
– Pescado Rabioso 2 (1973)
Segundo disco del grupo con el que Spinetta mostró influencias del rock duro de Led Zeppelin y el lado más salvaje de Jimi Hendrix. Junto al baterista Black Amaya, el bajo de David Lebón y los teclados de Carlos Cutaia, el Flaco despliega potentes riff con distorsión, aunque no por eso abandona su costado más poético. En tiempos en donde el movimiento local se debatía entre el rock y blues de tres tonos y el “acusticazo”, Spinetta surfea entre ambas aguas y da forma a un “tercer movimiento” que no encontró más voceros entre sus pares. Este disco doble presenta un rock intransigente en “Sombras de la noche negra”; el blues estilizado de “Como el viento voy a ver”; la critica a las chicas snob de la clase alta en “Nena boba”; la poesía acústica de “Credulidad”, “Mi espíritu se fue” y “Las cerezas del zar”; el paisaje bucólico de la delicada “Madre Selva” y la compleja “Aguas claras del Olimpo”, con la participación de la Orquesta Sinfónica del Colón. Una amplia paleta que ubica a Pescado Rabioso entre las bandas más importantes del rock argentino.
– Artaud (1973)
A pesar de la disolución de la banda, Spinetta graba su obra cumbre en plan acústico aún bajo el nombre de Pescado Rabioso, acaso para demostrar a sus ex compañeros, que no estaban del todo convencidos del rumbo musical que proponía para el grupo, que era él quien marcaba el pulso. Para encarar esta tarea, se rodea de sus afectos más cercanos, sus ex compañeros en Almendra Rodolfo García y Emilio del Guercio, y su hermano Gustavo Spinetta. En este contexto, Spinetta expone las sensaciones que tuvo al tomar contacto con la obra del poeta maldito Antonín Artaud, aunque gran parte de las canciones están inspiradas principalmente en las cartas que Vincent Van Gogh escribió a su hermano Theo. “Todas las hojas son del viento”, “Cementerio Club”, “La sed verdadera”, “Cantata de puentes amarillos”, “Bajan” y “Las habladurías del mundo” son algunas de las inoxidables piezas que destacan en una verdadera joya del rock argentino.
– Invisible (1974)
Con el primer disco homónimo del trío conformado junto al bajista Machi Rufino y el baterista Pomo Lorenzo, Spinetta se mete de lleno en la experimentación sonora, en temas que combinan pasajes de gran sutileza instrumental con furiosos ataques rockeros. Canciones como “Jugo de lúcuma”, “Suspensión”, “Irregular”, “Azafata del tren fantasma” y “El diluvio y la pasajera” compendian el espíritu de unos de los emprendimientos grupales más entrañables en la carrera de Spinetta. Aunque la banda fue aggiornando su sonido en los discos posteriores hacia los cruces entre el tango y el rock que proponía Ástor Piazzolla desde su grupo eléctrico, la fuerza de este primer trabajo se impone sobre clásicos como “Durazno sangrando”, “El anillo del Capitán Beto” y “Los libros de la buena memoria”.
– A 18 minutos del sol (1977)
Spinetta dio cuenta de su pasión por el jazz-rock de John McLaughlin en este disco que significó una ruptura con sus más acérrimos fans. Acompañado por una banda conformada por el bajista Machi Rufino, el baterista Oscar López y el tecladista Diego Rapoport, el Flaco diseñó en este trabajo las líneas maestras que iba a seguir en los años siguientes. “A 18 minutos del sol” es una especie de disco “maldito” para Spinetta, quien nunca logró entender cómo uno de sus trabajos favoritos no era aceptado por la crítica y su público. La desazón probablemente haya provocado que las canciones de esta placa no hayan sido moneda corriente en los repertorios de sus shows en los años siguientes. Sólo la rareza acústica de “Canción para los días de la vida”, una tema que arrastraba desde su época de Almendra, logró resultar familiar para los oídos de los fans, en un contexto que presentaba piezas como “Toda la vida tiene música hoy”, “Telgopor”, “¿Dónde está el topacio?” y el track que da nombre al disco.
– Kamikaze (1982)
En el año en que la dictadura militar emprendió una suicida guerra con Gran Bretaña por la soberanía sobre las Islas Malvinas, Spinetta desempolvó viejas canciones que nunca había grabado y las registró en el flamante estudio Del Cielito, en lo que dio como resultado uno de los discos más queridos por sus seguidores. Tal vez por su regreso al formato acústico o por contar con letras que sintetizan su cosmovisión, este álbum puede operar como puerta de entrada para ingresar al mundo Spinetta. El contexto político permitió que el tema que daba el título al disco cobrara una inusual fuerza, a partir de su resignificación. Esta pieza maestra concentra bellezas como “Ella también”; “Águila de trueno”, inspirada en Tupac Amaru; la existencialista “Ah, basta de pensar”; la fábula de “Las aventuras de la abeja reina”; la despojada “Casas marcadas” y la zamba “Barro tal vez”, escrita a los 15 años.
– Madre en años luz (1984)
En el último de los cuatro discos grabados con la cambiante formación Spinetta Jade, el Flaco hace sus primeros experimentos digitales con baterías programadas, un nuevo motivo para que sus fans más intransigentes expresaran críticas. Obviamente, Spinetta iba a responder dos años después con “Privé”, un disco aún más radical desde el punto de vista tecnológico. Aunque todavía persistían en su música los elementos del jazz-rock, aderezados con sonidos más pop, el artista intenta hacer su lectura de los nuevos sonidos que inundaban al rock de la época. “Camafeo”, “Entonces es como dar amor”, “Ludmila”, “Enero del último día” y “Diganlé” son algunas de las canciones que mejor conjugan al Spinetta insertado en la “primavera alfonsinista”.
– Pelusón of Milk (1991)
Acústico, reflexivo y también críptico en varios pasajes, la inminente llegada de su cuarta hija Vera impulsó a Spinetta a grabar un disco que pareciera una larga canción de cuna, con algunos matices. Ya había quedado atrás el proyecto frustrado de un disco conjunto con Charly García, la realización de un álbum con Fito Páez, el sorpresivo éxito de “Téster de Violencia” y el hermético “Don Lucero”. En ese contexto, Spinetta saca a relucir su costado más “amable” y hasta se permite una concesión con “Seguir viviendo sin tu amor”, tal vez su mayor hit radial. Pero esta postura duraría muy poco, debido a que al año siguiente decidió llamarse a silencio por un tiempo prolongado, como reacción a su enojo con la industria.
– Spinetta y los socios del Desierto (1997)
El regreso a la vida pública, de la mano del incendiario power trío conformado por Marcelo Torres y Daniel Wirtz, no fue precisamente un bálsamo para Spinetta. Con un trabajo que comenzó a gestarse en 1994, un largo tironeo con las discográficas aplazó el lanzamiento de un trabajo doble que, mientras tanto, fue mostrado en varias presentaciones en vivo. En tiempos en donde la música pasaba por MTV, y el grunge y la “movida sónica” copaban las radios, el Flaco apostó por su costado más garagero, lo que en su caso implicaría no dejar de lado sutilezas y pasajes de ensoñación. “Cheques” y “Bosnia” o “Nasty people” y “La orilla infinita” aparecen como los extremos más marcados en esta dualidad.
– Pan (2005)
Maduro, sin necesidad de tener que demostrar estar a tono con los nuevos tiempos, pero profundo como de costumbre, este disco resulta la mejor muestra del Spinetta modelo 2000, capaz de seguir escarbando en los lugares más recónditos del alma humana. Su relajada postura en esta etapa le permitió también lanzar algunos guiños al pasado, tal como lo hace en “Sinfín”, en donde hace alusión a “Para ir”, un viejo tema de Almendra. “Cabecita calesita”, “Espuma mística” y “Dale luz al instante” destacan en un placentero trabajo en donde, a pesar del tono amigable, Spinetta se las ingenia para poner sobre las mesa los elementos que muchas veces hicieron que su obra no fuera fácil de abordar. Los mismos que lo convirtieron en un artista único.
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