El tremendo relato de Adriano, que jugó en Europa y ahora vive en la favela: “Lo único que busco es paz”
El ex delantero era comparado con Ronaldo Nazário, pero la muerte de su padre lo sumió en una profunda depresión que nunca le permitió volver a su mejor nivel.
“El Emperador” Adriano estaba destinado a convertirse en uno de los mejores delanteros en la historia del fútbol. Su potencia y su calidad eran un combo letal y la comparación con Ronaldo Nazário era inevitable, incluso se había convertido en una pesadilla para la Selección argentina al anotarle un gol en la final de la Copa América 2004 en el último minuto de la final que llevó el partido a los penales, donde se impuso Brasil.
Pero todo se vino abajo con la muerte de su padre, a finales de 2004, situación de la que nunca se pudo recuperar tanto en lo emocional como en lo futbolístico. Así fue como, poco a poco, se fue apagando una de las estrellas nacientes en el mundo del fútbol.
Con 42 años, alejado de las canchas y viviendo en una favela brasilera, escribió una emotiva carta para The Players Tribune en la que tocó varios temas interesantes como ser una promesa, el alcohol, la inseguridad y mucho más.
“Sé lo que se siente ser una promesa, incluyendo una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, es un desperdicio frenético. Disfruto de este estigma”, comenzó Adriano en su relato.
Por otra parte, aseguró que no toma drogas “como intentan demostrar” y que no le gusta el crimen “aunque podría haberlo hecho”. Y se refirió al consumo de alcohol: “No voy a discotecas. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio. Bebo cada dos días, sí. Y los otros días también. Bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda”.
Y se refirió a su apodo: “Me llaman Emperador. Un tipo que dejó la favela para recibir el apodo de Emperador en Europa. ¿Cómo se explica? No lo entendí hasta hoy”.
Con respecto a la vida en la favela, detalló: “Lo único que busco en Vila Cruzeiro es paz. Aquí camino descalzo y sin camiseta, sólo con pantalones cortos. Juego al dominó, me siento en el cordón de la calle, recuerdo mi infancia, escucho música, bailo con mis amigos y duermo en el suelo. Sólo quiero estar en paz y recordar mi esencia”.
Por último, reveló que “veo a mi padre en cada uno de estos callejones. Por eso sigo volviendo aquí. Aquí me respetan verdaderamente. Aquí está mi historia. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo. Es mi lugar”.
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