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Arte y Espectáculos 13 de octubre de 2024

Ramiro Blas: El niño solitario, el actor, sus personajes y sanar sobre el escenario

En una charla charla con LA CAPITAL el artista habló de su lucha por la salud mental, de que el mayor trabajo del actor es "buscar trabajo" y de lo mejor y lo peor de haber llegado hasta el fondo con el personaje que le cambió la vida.

Ramiro Blas.

Ramiro Blas estrena hoy su primer unipersonal en la ciudad que lo vio nacer, en la que creció como un niño solitario. Décadas después y tras un profundo trabajo de revisión de su infancia, su forma de ser y los “traumas” que no sabía que tenía, le dio forma a “Ramón, el trauma del león”.

Tras un preestreno en Cadiz, donde se encuentra Angie Cortejosa, la co-autora y directora, se enfrentará a su familia, a sus amores, al público marplatense, en una sala Nachman llena, con este texto. Dado el éxito de convocatoria, agregó una función para este miércoles 16, a las 20, en la misma sala del Teatro Auditorium.

“Ramón es, egoístamente, la revisión de mi vida” definió en una intensa charla con LA CAPITAL en la que el actor que trascendió mundialmente con su interpretación del psícópara narcisista doctor Carlos Sandoval en Vis A Vis, habló de su lucha por la salud mental, de que el mayor trabajo del actor es “buscar trabajo” y de lo mejor y lo peor de haber llegado hasta el hueso con el personaje que le cambió la vida.

“Hace días que no duermo, desde que llegué todo para mi es una fiesta”, le confió Blas a LA CAPITAL, contento por volver a ver los paisajes de su Mar del Plata, oler la “tinta” de la redacción, caminar las calles de Don Bosco, su barrio, disfrutando “el aquí y el ahora”.

“Un actor de método estaría sumergido repasando la letra. Yo no se lo que va a pasar, pero va a estar buenísimo, creo que me voy a ir al carajo”, confesó, sobre la obra.

Es que se trata de un texto que “reescribí 8 veces y no pude memorizar hasta que no se lo leí a mis padres”, confesó.

Es que según contó “Ramón…”, es un ejercicio que se disparó cuando “estaba pasando por una depresión y me animé a pedir ayuda”. En ese trabajo terapéutico revivió una escena de su infancia que tenía totalmente olvidada pero que, evidentemente, lo había marcado. “Mediocre”, esa frase que le dijeron y lo signó, sin saberlo.

“Nunca es tarde para tener una infancia feliz. Ahí está la clave de todo. Por ahí soy un tarado, un egocéntrico, un loco, pero me saqué tanto peso de mi mochila” compartió, sin dar mayores precisiones porque “no quiero hacer spoilers” según contó.

La falta de trabajo, el ego y la salud mental

“Más allá de la fantasía que crea el inconsciente colectivo y reafirman las plataformas es que los artistas comemos todos los viernes con Brad Pitt, tenemos limusina, no paramos de trabajar. Claro, hay 20 cosas mías en Netflix, pero algunas las hice hace 10 años y no veo un mango de eso porque no pagan derechos de imagen. Podría vivir en el campo, retirado, solo con lo que ganaría de los derechos de imagen de ‘Vis a Vis’. Pero no pasa”, contó el actor.

A pesar de haber sido aclamado por su interpretación, aseguró que no sé lo que es ahorrar, nunca tuve
la suerte. Siempre, el estado del artista medio es deudor, pero con alegría. El mayor aprendizaje de todo artista está ligado a sacarse de encima el ego, a ser consciente de que lo primero que ve en el artista es la inestabilidad. El gran trabajo del actor es encontrar trabajo y luchar contra su salud mental, cada vez que me dicen que no, o cada vez que no suena el teléfono. Vivimos en un Rush hour completamente angustiante, desolador. No lo pude manejar, pero pude pedir ayuda que no es fácil”, confesó.

¿Qué había pasado? “Queriendo escapar de la sentencia ‘mediocre’, hice de todo. Estudié tres años de comunicación social, soy Licenciado en Publicidad, estudié dos años de marketing, sé hacer una casa, fui modelo, tuve éxito, aprendí con unos peruanos a hacer techos. Me dediqué a hacer techos, puedo hacer plomería, electricidad, arreglo un coche, coso, cocino… hago de todo. Pero qué significa eso. Mediocridad. Fui a buscar el amor donde no hay que buscarlo, me salteé el primer gran paso, aceptar lo bueno, lo malo, amarme así”.

¿Lo signó no escapar a esa definición de mediocre? “No lo sé, no lo planteé. Lo dejé ahí y siguió calladito, pero un día, en el momento donde más profesional te sentís, que te das cuenta que los personajes me convirtieron en el ser humano que soy. Te obsesionas, le ponés mucha pasión. Y un día, sin querer, te vas dando cuenta que ese personaje, calladito, se adueñó de la propia vida del actor”.

Son muchos esos personajes, pero sobre todo, es Sandoval. Que le dio lo mejor y lo peor.

“Fue un regalo, pero fui tan a fondo, lo construí desde la empatía y desde el dolor, que luego he escuchado que le dicen a mi representante: ‘no, a Sandoval no lo quiero'”.

Cómo llegó Sandoval a su vida

La historia de cómo llegó a componer al médico de la prisión de mujeres más famosa de la ficción es, también de película.

“Como ahora, hacía un tiempo enorme que no trabajaba. Estaba metido en un quilombo tremendo en mi vida: Divorcio, los hijos, el estrés, el ego, la mierda. Siete proyectos a la vez y ninguno se dio. Volvía de firmar el divorcio, llegué a mi casa y me fui a bañar con sal, para sacarme toda la mierda. Empezó a sonar el teléfono. Mojado agarré el teléfono, y me dicen ‘mañana tenés que venir a Madrid’. No te puedo decir más. Llegaba al lugar y en el auto de atrás venía Najwa Nimri, actriz con la que soñaba trabajar y yo tenía que hacer a Sandoval. Y fue un personaje como nunca en la vida. Pero ese personaje, el éxito, que no es tanto, te empobrece, te quita la posibilidad de otros trabajos”, reflexionó.

Después de Sandoval, Blas entendió a muchos actores -“que saben mucho de la profesión”- “que son eternos secundarios. Viven trabajando, les creés, pero no se meten tan adentro. Son funcionales, digeribles”, analizó.

Por ello concluyó que es el teatro, el “refugio”. Como persona y como actor. “Te pone delante del público. El premio es inmediato. Todo indica que en el futuro próximo, cercano, todo lo que es medio audiovisuales será inteligencia artificial. El actor, más que nunca tiene que reforzarse en contar historias propias, como hacía el bufón del rey. Propias, con empatía. Que lleguen, que sanen, que acaricien, que te hagan reír y llorar”.



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