Viviana Rivero: “La distopía que imagino en mi novela está más cerca de lo que creemos”
“Los soles de Santiago” es la última publicación de la escritora cordobesa, en la que se anima a cruzar por primera vez narrativa histórica con ciencia ficción.
Viviana Rivero (1966, Córdoba, Argentina) publicó más de diez novelas históricas y exitosas como "Apia de Roma" y "Secreto bien guardado".
Por Rocío Ibarlucía
Después de más de diez novelas publicadas, mayormente históricas y best sellers, la escritora y abogada cordobesa Viviana Rivero ha decidido arriesgarse en su último libro, “Los soles de Santiago” (Planeta), al explorar por primera vez una trama que fusiona el pasado con un futuro distópico.
La novela empieza en el año 31 a. C., en un pequeño pueblo de los astures que se encuentra bajo dominio del Imperio romano, donde Cazue emprende un viaje para recuperar a su bebé robado. Su historia se entrelaza con la de Eme, una mujer del año 2055 que se rebela contra un sistema opresor que controla a las personas mediante la tecnología. A pesar de los dos mil años que las separan, ambas están conectadas por el Camino de Santiago, que las llevará a reencontrarse con la naturaleza, la espiritualidad y sus raíces ancestrales.
Como en todas sus novelas, Rivero ha realizado una exhaustiva investigación histórica, esta vez sobre la conquista romana de Hispania. “Me detengo en el momento en que los romanos encuentran oro en Las Médulas, la mayor mina a cielo abierto del mundo, por lo que doblegan a los astures, un pequeño pueblo con el que empiezan a establecer relaciones comerciales y laborales, y comienzan también las relaciones entre hombres y mujeres”, comenta la autora en charla con LA CAPITAL sobre los estudios que alimentaron la creación de sus personajes.
Rivero ya había incursionado en los inicios del Imperio romano en su anterior novela, “Apia de Roma”, pero esta vez va más allá, no solo volviendo al pasado, sino imaginando un futuro que no parece tan lejano. En “Los soles de Santiago”, las sucesivas pandemias han diezmado a la población de adultos mayores, la infertilidad de la tierra va en aumento y los alimentos naturales son sustituidos por ultraprocesados que generan nuevas enfermedades. Un sistema global perverso domina a la humanidad a través de chips implantados en sus cabezas que manipulan los pensamientos y limitan los gastos. Este futuro deja poco espacio para el amor y la amistad, cada vez más difíciles de cultivar en una sociedad donde el individualismo es la norma.
En entrevista con LA CAPITAL, Rivero observa que el modo en que vivimos hoy, atrapados en el celular, nos da señales de alerta. “La distopía que imagino en mi novela está más cerca de lo que creemos”, advierte, sugiriendo que quizás ya nos hemos alejado demasiado de lo que realmente importa.
-¿Te generó vértigo o temor explorar un género distinto, o sentiste presión por lo que podrían pensar tus lectores, habituados a la novela histórica?
-El otro día trabajé con un grupo de lectura y uno de ellos me dijo: “Mirá, esto es algo distinto, pero yo un Viviana Rivero lo voy a comprar siempre porque me gusta tu estilo, la narrativa que tenés, cómo me contás la historia, más allá de que sea o no una novela histórica”. Por suerte, parece que está gustando mucho. Si bien tengo varios libros donde se cuentan historias en dos tiempos, el actual y el antiguo, como “Lo que no se dice”, “El alma de las flores” y “La magia de la vida”, nunca me había metido con el futuro. Por más que uno tiene un pequeño porcentaje de riesgo, yo me sentía preparada para escribir una distopía porque había leído mucho sobre el tema por placer, para mí.
-La novela ofrece una mirada, si se quiere, pesimista del futuro, sobre todo porque se presenta un mundo dominado por la tecnología que provoca una progresiva deshumanización. ¿Creés que este futuro es posible por cómo está avanzando la tecnología?
-No le diría pesimista, más bien realista, porque lo aceptamos y nos va a llevar a eso. O sea, evidentemente es lo que queremos que suceda porque sino hoy tendríamos que estar haciendo otra cosa, ¿no? El libro trata de hacerte pensar, mostrar, enseñar. Al mismo tiempo, tiene una mirada esperanzadora: se unen las dos historias y hay salida al final, con el mensaje de resistencia de Cazue que se ha transmitido a través de miles de años y que ha llegado a Eme en 2055.
El chip que tienen las personas dentro de sus mentes en la novela sería parecido a lo que son hoy las búsquedas de Google, pero en lugar de buscarlo en el celular, los humanos lo tienen medito en la cabeza en un dispositivo que tiene el tamaño de un grano de arroz. Entonces, pueden cerrar los ojos y conectarse a la nube, buscar información, acceder a las cuentas bancarias, saber la agenda de cumpleaños. Pero Eme empieza a darse cuenta de que no puede dividir entre su propio pensamiento y lo que le dice el chip. Sumado a crisis personales, de soledad, etcétera, decide sacarse el chip y a partir de entonces descubre El Movimiento, un grupo de rebeldía que se inició en el Imperio romano y que le pide que haga el camino de Santiago para cumplir con un objetivo de sabotaje en el destino. En la novela, entonces, está tanto la alerta de lo que puede pasar como la salida. Por eso, mi pregunta es: ¿qué hacemos?
-¿Hasta qué punto sentís que esta distopía, en la que cada vez la gente se vuelve más individualista e inmersa en el mundo virtual, ya está en nuestro presente?
-Creo que está el germen en el uso permanente del celular, que está afectando las relaciones de pareja, las reuniones con amigos, ni hablar de la crianza de los hijos. Nos damos cuenta de que está mal ver la pantalla tantas horas y no lo podemos dominar porque es un vicio.
También la novela presenta un futuro en el que controlan nuestra alimentación y hoy está el germen, porque los dueños de las marcas de alimentos a nivel mundial son los mismos dueños de las industrias farmacológicas. Por un lado, producen comidas que nos enferman, pero son los mismos que nos venden las pastillas para curarnos. ¿Por qué Bill Gates compró la mitad de tierras en Estados Unidos? Porque evidentemente si en algún momento sale la ley de la semilla, sobre la que yo hablo en el libro, que dice que nadie va a poder manipular semillas salvo los gobiernos, los pocos que tengan la tierra van a producir un tomate que lo venderán mil dólares porque será de los pocos verdaderos que quedarían. No ha salido la ley de la semilla, y espero que nunca salga, porque el día que no nos dejen tener una maceta con unas lechugas, ya estaremos completamente en manos de otras personas. Lo que comemos dirige tu salud y con tal de estar bien, haremos lo que ellos nos pidan para salvarnos. Todas esas cosas son el germen de lo que yo hablo en el libro.
-¿Y el amor, que es uno de los temas centrales de tu narrativa, creés que también hoy está siendo afectado o mediado por la tecnología, como le pasa a Eme con su exnovio?
-Sí y otras cosas. En el libro una chica le cuenta a Eme que un novio le fue infiel con una novia virtual, o sea, una mujer creada a su gusto. Entonces, ella le pregunta a Eme: ¿vos creés que cuenta como una verdadera infidelidad? No estamos tan lejanos a eso.
También todo lo tecnológico nos crea ciertas barreras. Cuántas horas estamos revisando redes sociales en la cama en vez de estar hablando con nuestras parejas o mirando lo mismo. Y tampoco sabemos qué mira la otra persona porque uno no está espiando al otro.
“Me preocupa que la Inteligencia Artificial nos haga perder lo más precioso que tiene el ser humano que es la individualidad”.
-Tu novela también resuena en este año tan particular en el que se masificó el uso de Chat GPT y otros recursos de la Inteligencia Artificial. ¿Has tenido oportunidad de experimentar con alguna de estas herramientas para la escritura?
-No, ni pienso usarlas porque me encanta estar horas buscando la frase justa, me gusta inventar, me gusta hacer la investigación histórica, podría pagarle a un historiador para que lo haga pero prefiero hacerlo yo, porque lo disfruto. Tengo la suerte de hacer lo que me gusta y vivir de esto, o sea, no tendría mucho sentido que lo haga una máquina por mí, porque entonces, ¿qué voy a hacer yo? ¿Ponerme a hacer algo que no me gusta o no hacer más nada? Dejé la abogacía para escribir, o sea, no es algo que dejaría de hacer para dárselo a la Inteligencia Artificial.
-¿Te asusta, te preocupa lo que pueda generar el avance de la IA en, por ejemplo, el desarrollo del pensamiento propio?
-Me preocupa que nos haga perder lo más precioso que tiene el ser humano que es la individualidad. Es decir, de nuestra cabeza cambiamos el mundo físico por las ideas que tenemos y sentimos. En nuestra mente pensamos construir una casa y luego la casa se construye; pienso en ir al supermercado y después lo hago; siento amor por una persona y acciono… Tenemos todo un potencial enorme en nuestra mente y de repente si la máquina se mete en nosotros, podemos perder ese poder. Ya no sé si lo vamos a decidir todo nosotros solos, vamos a decidir casi conjuntamente con esta otra entidad. ¿Hasta qué punto esta entidad va a seguir siendo la segunda? Si hemos creado bien las máquinas, sí, pero si algo falla, no sé si va a aceptar ser la segunda dentro de mi cuerpo y que yo lo dirija, o si no me va a manipular para que yo me crea que soy yo la que decide. Perfectos no somos, hacemos cosas malas, pero hay algo que es muy bello y es que sos único. No hay nadie como vos, nadie va a pensar al mismo tiempo y de igual forma que vos. Sería un peligro perder nuestra individualidad.
“Cuando uno lee o escribe, se producen unas ondas cerebrales similares a la meditación”.
-Eme logra salir de ese sistema homogeneizador y recuperar su individualidad gracias, en parte, al Camino de Santiago, que juega un papel muy importante tanto para las dos protagonistas como, tengo entendido, para vos. ¿También cambió tu vida esta experiencia como lo hizo para tus personajes?
-La verdad que sí, fue una hermosa experiencia que hice hace un año exactamente, en septiembre, con mi hija, que hacía un año que no la veía porque ella estaba viviendo en Australia. Yo pienso que nadie puede salir indemne después de haber recorrido el camino quince días en medio de la naturaleza. Primero, porque es una caminata, no hay nada con qué distraerse y todo lo urgente se queda en tu casa. Solo vas con lo importante, no más. Y en el camino te viene todo el tiempo a la mente qué querés hacer de tu vida, si estás conforme, qué cosas querés cambiar, empezás a verte con otra mirada.
Viste que si te sacan una gota de sangre cuando estás estresada y la miran en un microscopio, el dibujo de la sangre es un dibujo sin armonía, desordenado. En cambio, cuando estás en un buen momento tiene un dibujo bonito parecido a las mandalas. El ADN de la naturaleza siempre está ordenado, siempre está donde tiene que estar, no se daña a sí mismo como hacemos nosotros con el estrés, con la tristeza. Entonces, si de repente vos estás estresada y te metés en un bosque, te vas a una playa, ya volvés nueva, pero es porque se produce eso, o sea, tanto orden termina ordenando tu ADN también. Hacer el Camino de Santiago te produce eso en el cuerpo. Estos pensamientos y vivencias que tuve en ese camino también fueron a parar al libro.
“Cuando me preguntan qué pretendo con mis libros, respondo: que cumplan la función de recrear”
-¿La escritura es otro espacio para reconectar con vos misma, con tu individualidad, con tus raíces, con lo más humano?
-Sí, y no es solo la escritura sino también la lectura. Cuando uno lee o escribe, se producen unas ondas cerebrales similares a las ondas de la meditación, porque durante el tiempo que estás leyendo, vos no sos vos misma. Eso se da cuando estás sumergida en un argumento de una novela y no con un libro periodístico o de autoayuda. Durante muchas horas, yo no soy Viviana Rivero. Vos no serías vos mientras estás leyendo el libro, porque te descargás de tus problemas, como sucede con la meditación.
Creo que es un gran espacio para recrear a la persona porque una novela tiene por finalidad recrear, en el sentido de volver a crear. Un buen libro, como unas vacaciones, te vuelve a crear después de los problemas personales, laborales, etcétera. A mí me han dicho que mis libros ayudaron a atravesar sesiones de quimioterapia o los meses en que tuvieron que cuidar a un familiar en el hospital. Entonces, creo que tiene que haber una revalorización de lo que es una historia, de lo que es un argumento, ya sea que lo escribas o que lo leas, porque en ese rato vos descansás de vos misma y de lo que te aqueja. Después tal vez tengas otra mirada. Cuando me preguntan qué pretendo con mis libros, respondo: que cumplan la función de recrear o volver a crear a la persona que está angustiada, triste o atrapada en sus preocupaciones.
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