Las “chicanas” de dos plateístas, el miedo de los más chicos y un final bochornoso para el clásico
El amistoso entre Peñarol y Quilmes terminó de la peor manera por los graves incidentes generados por hinchas de las dos parcialidades que se cruzaron en la zona de los palcos de prensa.
Por Víctor Molinero
Una campera intentaba protegerla de todo. Tirada en el piso, escondida detrás de los pupitres de prensa, buscando hacerse más pequeña aún. Invisible para tamaña insensatez. No tendría más de 10 años. Cuando asomó su rostro para ver si la pesadilla había terminado, pudo observarse el miedo en sus ojos. Incrédula, paralizada.
Tres escalones más abajo, un padre intentaba escapar con su hijo de unos 7 años del medio de la batahola. Su mirada buscaba desesperadamente una vía de escape. No era fácil. Cada vez eran más los que se sumaban a la pelea y ya empezaban a volar sillas, botellas. No había lugar seguro en la zona de palcos y prensa del Polideportivo Islas Malvinas.
Algunos pedían agua a gritos para intentar apaciguar el gas pimienta que recibieron cuando la policía, superada en número, intentaba desesperadamente recomponer el orden.
El clásico del básquetbol argentino, que otra vez había logrado un marco increíble para un amistoso, terminó de la peor manera.
El origen fue una clásica bravuconada a gritos entre dos plateístas. Separados por unos metros pero sin ganas de irse a buscar. Un par de efectivos policiales apostados justo en el medio eran observadores privilegiados. Pero entendieron que no era necesario frenar ahí la discusión. Hubiese sido oportuno y relativamente fácil.
A las chicanas se fue sumando gente. En segundos ya eran tres o cuatro de cada lado. Pero muchos más comenzaron a invadir sectores para acercarse.
Los de Peñarol, que estaban en la tribuna opuesta, debían hacer un largo trecho para llegar. Tenían que tener muchas ganas de involucrarse, de hacer las cosas mal. Un puñado lo hizo.
A los de Quilmes el conflicto les quedó más a mano. La mayoría de los plateístas buscó protegerse. Pero algunos se envalentonaron cuando llegaron en mayor números los hinchas que venían de la cabecera. Hubo un par, inclusive, que insultó a gente de prensa que le pedía cordura por la presencia de chicos.
Las amenazas y chicanas del principio se transformaron en invitaciones a pelear cara a cara. Hasta que voló la primera piña y todo se desmadró.
Cuando la policía logró retomar el control, sacó del estadio primero a la parcialidad de Peñarol. Y un rato después a la de Quilmes.
El saldo fue de dos agentes policiales heridas que debieron ser trasladadas al Hospital Privado de la Comunidad para recibir atención.
Sin competencia oficial entre ambos desde que Quilmes descendió a la Liga Argentina en 2019, en los últimos años este clásico amistoso se encargaba de mantener viva la llama. Los lamentables incidentes de anoche jaquean ahora también la posibilidad de un nuevo cruce en este marco. Una verdadera picardía.
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