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Opinión 8 de septiembre de 2024

Virtudes y límites del hiperpresidencialisno

Con vaca Muerta, Argentina tiene ante sí la perspectiva  del superávit energético.

Por Jorge Raventos

Este año 2024 podría finalizar con el mayor superávit de balanza energética de los últimos 15 años, cerca de 5000 millones de dólares. La creciente producción de Vaca Muerta (que aporta el 56,6% del total de la producción petrolera y un 54,8% del total de la gasífera)  así como el  gasoducto Néstor Kirchner son la  clave de ese superávit
energético, que podría duplicarse en 2025 a cerca de 7.500 millones de dólares y elevarse más aún una vez que comiencen  a funcionar y exportar  las unidades de licuefacción flotantes y más tarde la  planta de licuefacción de gas que construirán YPF y Petronas en Río Negro. Las exportaciones energéticas llegarían en 2030/31 a los 30.000
millones de dólares. La Patagonia se convierte en uno de los supermotores de crecimiento del país.

Argentina en potencial

La reciente reglamentación del régimen de incentivos para las grandes inversiones (RIGI) dinamiza cambios que van a transformar la geografía económica del país, potenciando el desarrollo productivo de regiones largamente postergadas.
A las capacidades competitivas de la producción agroindustrial que tienen eje principalmente en la región Centro se suman estímulos para que Cuyo y el Norte Grande incorporen grandes inversiones centradas en la minería y, en todos los casos, el influjo directo sobre un amplio ecosistema productivo y de servicios que provee a esos grandes emprendimientos o florece a su alrededor.

Ese proceso ya ha empezado a manifestarse, principalmente lejos de las grandes concentraciones urbanas y de la atención de sus públicos mediáticos. Fue especialmente en los conurbanos  donde  empezó  a tomar forma, de modo silvestre y contradictorio, si se quiere), la crisis y la implícita interpelación al  consenso
anacrónico que  durante años  se reflejó en una economía basada en el subsidio y la pobreza creciente.
Las estadísticas del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica han venido dando cuenta por más de una década de ese fenómeno de precariedad creciente y de la  impotencia del modelo del subsidio para revertirla, así como de la existencia de una lógica paralela, de economía en negro, “libre” (es decir, parcial o totalmente ajena a la legalidad), en algunos casos fructífera y dinámica, en otros decadente, en otros francamente criminal.

Más de tres décadas atrás, después de estudiar a fondo  el tejido de los conurbanos limeños, el peruano Hernando de Soto advertía: “Mucho más que una marea demográfica de pobreza, las oleadas de extralegalidad bien podrían ser el más importante factor que está obligando a acoger la revolución industrial y comercial que ya está encima”.

La irrupción

El triunfo de Javier Milei el último año, algunos de los cambios culturales que impulsó  así como el rumbo principal que está dando a su gobierno parecen  una emanación de aquella advertencia de De Soto. Si buena parte del voto de Milei provino de esos conurbanos, el espíritu desregulador que inspira su praxis refleja a su manera  la transgresión o el desinterés de esa demografía por reglas y sedicentes protecciones que, o protegen muy poco o son sufridas como trabas o impedimentos para la dura tarea de sobrevivir.

“La revolución industrial y comercial que ya está encima” – aquellos términos de De Soto- incluye , en estos tiempos de  Milei, desregular, estimular la inversión externa e interna, custodiar que no haya déficit fiscal  y reubicar al país dentro del orden mundial centrado en el capitalismo.

Milei no aspira a emparchar  el modelo anterior, sino a cortarle el oxígeno,  dejarlo librado a su suerte o acelerar su descomposición. Esta semana lo expresó enfáticamente en el estrado que le ofreció la Unión Industrial Argentina: “Tuvieron décadas de cazar en el zoológico, amparados en el cuento de preparar su matriz productiva y modelo de
negocios para poder competir en su propia ley. Muchachos, si no alcanzó con eso, ¿cuánto más se le puede exigir al conjunto de los argentinos, que al final del día es el que paga con el sudor de su frente por esos privilegios?”

En paralelo a esa paulatina descomposición, la expectativa oficial reside en  motorizar grandes inversiones en sectores internacionalmente competitivos y exportadores, en el acompañamiento de una red de proveedores de productos y servicios  con asentamientos regionales y una extendida localización federal, que experimentaría  una crucial modificación de las bases económicas y sociales.

Una caja de (pocas) herramientas

Para pilotear ese proceso Milei necesita herramientas más complejas que las que actualmente está en condiciones de usar. Su fuerza principal radica en el ejercicio vigoroso del hiperpresidencialismo, que es lo que le ha permitido impulsar reformas y permeabilizar el terreno a la transformación que auspicia, pero que parece insuficiente
para consolidar los cambios que el país necesita.

En sus relaciones con el Congreso el gobierno no ha conseguido superar plenamente las turbulentas semanas que sellaron el descuartizamiento de la primera Ley de Bases.

El informe presencial del jefe de gabinete Guillermo Francos, esta semana, procuró restaurar el clima de concordia que permitió que aquellas tormentas amainaran y la ley –recortada- terminara aprobándose.
Mientras no consiga estructurar y disciplinar una fuerza política propia de mayor magnitud que la que cosechó en la primera vuelta de octubre pasado, las condiciones para compensar su debilidad parlamentaria y territorial residen, en primer lugar, en conseguir respaldos, en el Congreso y de parte de los ejecutivos provinciales.
Buena parte de los gobernadores (tanto los del Pro, como radicales y varios de genealogía peronista) ya han demostrado  estar dispuestos a dar una mano en la gobernabilidad.

Lógicamente, esperan que el gobierno atienda sus propuestas y sus necesidades. Junto a ese expediente, tiene el camino de tejer alianzas con los bloques afines o dispuestos al diálogo, algo que le ha resultado difícil sea por cuestiones de impericia o de temperamento.

La ley que modificó la fórmula jubilatoria pudo haber sido modificada antes de su sanción a través de negociaciones con los sectores dialoguistas del Senado; el Presidente cuestionó su aprobación  como un ataque “a la estabilidad fiscal”, descartó los consejos de negociar un veto parcial y se inclinó por aplicar  el veto total.
Milei quiso dar un gesto de autoridad (sin la  cual el hiperpresidencialismo se convierte en pólvora mojada).

Fue una apuesta fuerte que obligó al Presidente a involucrarse personalmente en una reunión con diputados propios y de bloques aliados  para disminuir el riesgo de que su veto sea rechazado. Se constataba que el hiperpresidencialismo necesita la apoyatura de un nuevo sistema político. que no está  construido.

Se especulaba que tras esa podría avanzarse hacia la formación de un interbloque, pero las  conversaciones solo se proponen por el momento coordinaciones puntuales. Las disonancias con el Pro no cesan pese a las repetidas tenidas gastronómicas de Macri y Milei.. El Pro no acompaña, por ejemplo, ni la postulación del juez Ariel Lijo a formar
parte de la Corte Suprema ni el reciente decreto presidencial que reglamenta restrictivamente el derecho a la información pública.

Este decreto, en rigor, es cuestionado por el conjunto de la oposición (la dialoguista y abiertamente opositora). El jefe de gabinete Francos declaró ante el Congreso que el gobierno lo revisaría, pero tanto el vocero Adorni como el influyente Santiago Caputo hicieron saber que esas restricciones no serán modificadas.

La composición de un sistema político  que ayude a transitar  un cambio de modelo y acompañe las transformaciones estructurales que se entrevén, se vuelve complicada en el paisaje de disgregación del sistema político anterior y de proliferación de posibles interlocutores.

Fragmentación y fragilidad

Hay un proceso de fragmentación que afecta a todas las fuerzas. Ni el propio oficialismo, escapa a ese fenómeno, pese a contar como elemento ordenador de última instancia con la figura fuerte del Presidente, que esta semana llamó al orden a sus seguidores: “Solo estando juntos podemos ser fuertes… cualquier persona que no comprenda la enorme responsabilidad de pertenecer a este espacio no tiene nada que hacer en La Libertad Avanza”.

Los montoncitos de poder dispersos entre líneas, facciones y ambiciones varias vuelven complicado ordenar una búsqueda de convergencias por el camino de los partidos. Y la circunstancia de que los próximos comicios a la vista  sean de carácter parlamentario (y carezcan de la lógica unificadora que proveen las candidaturas presidenciales) es un  factor suplementario de retardo, que agrega a la centrifugación de base la dispersión de tácticas y alianzas condicionadas por la lógica de cada distrito.

Queda abierta la instancia de los gobernadores. La mayoría de ellos contribuyeron a corregir y a hacer  aprobar la Ley de Bases que incluye el Régimen de  Incentivos a las
Grandes Inversiones, RIGI. Serán seguramente ellos los que podrán evitar que el Congreso  rechace el veto de Milei a la ley de jubilaciones. Un  rechazo tendría efectos políticos formidablemente corrosivos.
Los gobernadores tendrán también un papel, a través de los legisladores de sus respectivas provincias, en la discusión de la Ley de Presupuesto, una norma que -si cuenta con apoyo- marcará con la elocuencia de la distribución de recursos, el rumbo inmediato a seguir.

Lo que está requiriendo el mercado, el gran examinador, es un horizonte de confianza, más allá de la que ya le puede merecer  la figura de Milei. Se miden las relaciones de Milei con el Congreso, con la Justicia, con las leyes y con los medios (y, obvio, con la sociedad).

El déficit de confianza subraya la fragilidad del piso sobre el que se mueve el hiperpresidencialismo de Milei y, de hecho, una Argentina que, simultáneamente, tiene ante sí la perspectiva  del superávit energético, de la significativa expansión de sus exportaciones, del desarrollo federal alimentado con grandes inversiones.

Se necesitan conductas responsables y consensos lúcidos para dotar de sustentabilidad y previsibilidad las transformaciones fundamentales. Se necesita un nuevo sistema político.