Empatía, la editorial argentina que invita a derribar prejuicios sobre África a través de su literatura
"África no es un país", dice Marcela Carbajo, su fundadora, con el objetivo de desarmar la imagen estereotipada que tenemos de este continente diverso y complejo. En entrevista con LA CAPITAL, explica cómo surgió la editorial, cuáles son los temas recurrentes de su narrativa y por qué los cánticos de la Selección Nacional exponen la pervivencia del racismo en Argentina.
Scholastique Mukasonga (Ruanda, 1956), una de las autoras publicadas por Empatía, ha escrito textos que giran en torno del genocidio de 1994.
Por Rocío Ibarlucía
¿De qué hablamos cuando hablamos de África? Es probable que las primeras imágenes que nos vengan a la mente sean estereotipos: vastas sabanas, jirafas, elefantes e hipopótamos, niños con vientres hinchados, pestes o muertes por sida, guerras entre tribus, entre otras escenas de hambre y violencia. En parte, esta mirada simplificadora y uniforme, que tiende a englobar a 54 países en un imaginario incompleto, se debe a la falta de circulación de voces e historias provenientes de esta región tan diversa en culturas, lenguas y geografías.
En Argentina, poca literatura africana se ha publicado hasta el momento, a diferencia del fácil acceso que existe en Europa desde hace unos años. Esta visibilización en países como Francia, Inglaterra y España va de la mano con los recientes reconocimientos a escritores africanos, negros y de la diáspora. Tal vez el más resonante sea el caso del tanzano Abdulrazak Gurnah, quien ganó el premio Nobel en 2021 por una obra narrativa centrada en los efectos del colonialismo y la esclavitud en África oriental, así como por narrar la soledad de los refugiados en Europa.
Ante esta ausencia de ficciones africanas en el campo editorial argentino y con el objetivo de desterrar la visión del continente como un todo homogéneo y estereotipado, Marcela Carbajo decidió fundar la editorial Empatía en 2018, decidida a cubrir ese hueco con la intención de que “la gente tenga un acercamiento más empático hacia esas otras culturas”.
“África no es un país”, advierte Carbajo en una charla con este medio y recuperando el título del suplemento del diario español El País. “Un egipcio no tiene absolutamente nada que ver con un keniata o un ugandés y, sin embargo, uno tiene una imagen uniforme -continúa explicando-. Entonces, nuestra idea es que al leer esta literatura, uno conozca de una manera más afectiva determinadas historias, problemáticas y culturas dentro del continente”.
Por eso, el primer lanzamiento de Empatía fue una antología que reúne relatos de once autores africanos de diferentes países: Cat Hellisen, Chika Unigwe, Doreen Baingana, Lily Mabura, Mandla Langa, E. C. Osondu, Helon Habila, Siphiwo Mahala, Abdourahman Waberi, Binyavanga Wainaina y Patrice Nganang.
Más adelante, publicaron “Ellas (también) cuentan”, un volumen de relatos de seis escritoras africanas de expresión inglesa que abordan temas como el desarraigo, la discriminación socioeconómica, étnica y de género, los conflictos familiares y la maternidad, un tema central para las narrativas contemporáneas. Sus autoras son Franca-María Andoh (Ghana); Ayesha Harruna Attah (Ghana); Jackee Budesta Batanda (Uganda); Melissa Tandiwe Myambo (Zimbabue); Zoë Wicomb (El Cabo) y Milly Jafta (Sudáfrica).
Entre los libros más vendidos de Empatía se destaca “La mujer descalza” de Scholastique Mukasonga, una novela sobre los años previos al genocidio de Ruanda de 1994 en el que el gobierno hutu asesinó a casi un millón de personas con el objetivo de exterminar a la población tutsi. El texto se ubica entre el testimonio y la ficción, dado que Mukasonga vivió el desplazamiento forzado en carne propia durante su infancia por pertenecer a la comunidad tutsi, por lo que se exilió hacia la frontera con Burundi, un desierto árido e inhospitalario donde su madre fue asesinada brutalmente, como otros miembros de su familia. Para hacer memoria, Scholastique Mukasonga se convierte en escritora y entre sus textos compone este emotivo himno a las mujeres de su comunidad que lucharon por sobrevivir ante tanta violencia.
La historia de la editorial, los temas que atraviesan la narrativa africana contemporánea y por qué el escándalo por los cánticos de la Selección Nacional ayudan a pensar la imagen estereotipada que tenemos de África en nuestro país son algunos de los ejes de esta entrevista de Marcela Carbajo con LA CAPITAL.
“La mujer descalza” de Scholastique Mukasonga, una de las novelas más vendidas de Empatía, narra los años previos al genocidio de Ruanda de 1992.
-Trabajás en una empresa de tecnología, algo que pareciera estar alejado al mundo literario. ¿Cómo ha sido tu relación con la lectura y qué te llevó a abrir un sello dedicado exclusivamente a la literatura africana?
-Sí, parece algo extraña la combinación. Yo estudié Letras en la UBA y pasé toda mi vida leyendo. A principios de los 2000, empecé a trabajar en una de las muchas puntocom que surgieron en ese entonces como encargada de contenidos. De a poco fui ingresando en el mundo de las tecnológicas hasta que en el 2003, con un socio, abrimos una empresa de desarrollo de software. Paralelamente, hacía algunas traducciones y escribía. En el 2018, con la empresa ya consolidada, decidí dedicarle más tiempo a lo que verdaderamente me gustaba, que era la literatura. En ese momento empecé a armar el proyecto de una editorial. Finalmente me decidí por la literatura del continente africano, ya que era muy poco lo que llegaba de allá.
-¿Recordás cuál fue la primera lectura de un autor o autora africana que te haya impactado? ¿Qué fue lo que te pasó con esa lectura?
-La primera lectura que me impactó fue “Todo se desmorona”, del nigeriano Chinua Achebe, un libro imprescindible para entender algunos de los procesos sociales y culturales de varios de los países africanos.
–Yendo a los orígenes de la editorial, ¿por qué Empatía? ¿Qué condensa esta palabra-concepto para ustedes?
-La idea de Empatía es poder generar un conocimiento “empático”, afectivo, de las realidades de los diferentes países africanos. Uno puede leer la historia de Nigeria, por ejemplo, en Wikipedia. Pero el conocimiento que uno adquiere leyendo una historia en primera persona, en un personaje con el que uno empatiza, se siente cercano, es otro tipo de conocimiento, mucho más profundo. Y uno entonces se da cuenta de que, más allá de las diferencias, también tenemos muchas experiencias en común, muchas cosas que nos unen.
-¿Qué tiene que tener un libro para que forme parte de Empatía, más allá de su origen africano?
-Estar bien escrito. Muchas veces recibimos material muy interesante en cuanto a la historia que se está contando, pero si no es literariamente atractivo, no se publica.
“África no es un país”.
-¿Se pueden identificar algunas problemáticas comunes o ejes -temáticos o formales- en la narrativa africana contemporánea? ¿Hay alguna unidad entre tanta diversidad?
-Primeramente tenemos que pensar que África no es un país: son muchos países diferentes, más de mil doscientos millones de personas. Un ugandés no tiene absolutamente nada que ver con un marroquí. Pero sí, hay algunos temas que se repiten, sobre todo los relacionados con los traumas de la colonización, la independencia y el qué pasó después. Todos los países africanos fueron colonia, y algunas independencias ocurrieron hace comparativamente muy poco. Por ejemplo, Cabo Verde se independizó en 1975, es decir que la mayoría de sus habitantes actuales vivieron bajo el dominio extranjero. Otro tema que se repite bastante es la relación con la maternidad: en la mayoría de los casos, ser madre es un requisito indispensable para que la mujer tenga valor.
Veronique Tadjo, novelista, poeta e ilustradora criada en Costa de Marfil, es autora de “En compañía de los hombres”, una novela publicada por Empatía sobre la epidemia de ébola.
-En algún punto, ¿encontrás zonas que dialoguen con la literatura latinoamericana? Uno puede identificarse con temas comunes por ser los dos continentes colonizados y descolonizados o haber sufrido dictaduras.
-Sí, efectivamente, hay narrativas con las que podemos identificarnos. Los relatos sobre las dictaduras, como vos decís, son para nosotros muy cercanos, podemos ver reflejadas nuestras realidades. Más allá de eso, hay temas como las relaciones de pareja, los hijos, el lugar de la mujer en el trabajo, etc., que al leerlos vemos que son cercanos a lo que también nos sucede a nosotros. Pero también podemos encontrar diferencias: una de las que creo más evidente es el fuerte lugar que la comunidad tiene en varios países africanos, donde cada miembro de la comunidad es responsable del resto.
-En el catálogo de Empatía, hay varios libros de mujeres africanas, desde su antología “Ellas (también) cuentan” hasta Scholastique Mukasonga, Véronique Tadjo, Buchi Emecheta o Yewande Omotoso. ¿Qué tan difundida es la obra de las mujeres dentro de África y de qué modo sus ficciones abordan las problemáticas de género?
-Hay muchísimas escritoras en África y su obra es muy difundida. Ser mujer, en muchos países, representa una lucha constante entre los mandatos y el deseo, y sobre eso trabajan muchas de las escritoras. Por ejemplo, como te comentaba antes, ser madre es mandatorio. En algunos lugares, si una mujer no puede tener hijos, es lógico que el marido se busque otra esposa. Son temas fuertes que las nuevas generaciones vienen abordando.
“¿Quién no oyó decir que ‘tienen el ritmo en la sangre’? Son cosas que uno podría asociar al halago pero que, en definitiva, son muestras palpables de racismo”.
-En estos últimos días, se ha puesto sobre la mesa el tema del racismo en Argentina a raíz de los cánticos de la Selección Nacional. ¿Qué opinión tenés al respecto y hasta qué punto sus frases (como “juegan en Francia pero son todos de Angola”, “su vieja es nigeriana, su papá camerunés pero en el documento, nacionalidad francés”) reflejan las concepciones que tenemos sobre el continente africano desde nuestro territorio?
-En ese caso puntual del cántico futbolero, creo que hay algo interesante: es un racismo por un lado despectivo pero, por otro, un racismo “admirativo”, ambos obviamente horribles y reprobables, como cualquier tipo de racismo. Digo “admirativo” porque es como decir: sí, juegan para Francia pero son africanos, por lo tanto tienen ventaja porque (y ahí viene el estereotipo) los africanos son más rápidos, mejores físicamente, etc. ¿Quién no oyó decir que “tienen el ritmo en la sangre”? Son cosas que uno podría asociar al halago pero que, en definitiva, son muestras palpables de racismo.
-Desde que comenzó Empatía, ¿sentís que hubo algún avance en este proceso de visibilizar sus historias, sus literaturas, sus culturas, en estos últimos años, para desterrar la mirada estigmatizante y homogeneizadora de África?
-Creo que sí, por lo menos hemos recibido varios comentarios de lectores refiriéndose a eso y es una de las cosas que nos ponen más felices. Y es curioso, porque no es solamente sobre su cultura o su historia, sino también sobre su modo de escribir. Varios nos han comentado su sorpresa porque los africanos “escriben como nosotros”.
-En ese sentido, ¿por qué es importante que circulen en nuestra región ficciones (no solo trabajos históricos, sociológicos, etcétera) escritas desde África?
-Como te mencionaba hace un rato, leer ficciones de los diferentes países africanos nos permite conocer de forma más profunda y más afectiva sus realidades. Entendemos procesos y situaciones y podemos sentirlas cercanas, incluso entender y aceptar cosas que de antemano juzgamos de otra manera. Un ejemplo interesante es el de “La montaña”, el bellísimo libro de Jean-Noël Pancrazi, que fue uno de los primeros que publicamos. Es una novela autobiográfica, Jean-Noël nació en Argelia, su padre también, pero eran de ascendencia francesa. Cuando se produce la independencia el protagonista es un niño de trece años, y se ven expulsados de Argelia. Deben irse todos a Francia o van a asesinarlos. Todos sabemos de las atrocidades que cometió el imperio Francés en Argelia. Pero aquí vemos otra faceta, una familia que se ve desgarrada por tener que dejar el país donde nacieron para irse a otro donde no los consideran franceses sino ‘pied noirs’, pies negros. Gente que queda toda la vida en un limbo, sin pertenencia a ningún lugar.
Empatía publicó este 2024 “Un duelo inusual” de Yewande Omotoso, una autora que nació en Barbados, creció en Nigeria y reside en Sudáfrica. La novela tiene como protagonista a una madre que va descubriendo la vida de la hija tras su muerte.
-Por último, ¿podrías citar algún fragmento de los textos publicados por Empatía que te resuenen de acuerdo con lo conversado?
-“Pero, ¿cómo iba a saber que, cuando crecieran sus hijos, los valores de su país, de su pueblo y de su tribu cambiarían tan drásticamente, hasta el extremo de que fuera posible que una mujer con muchos hijos tuviera que afrontar una vejez en soledad y, quizás, una muerte miserable, como una mujer estéril?”. Es una frase de “Delicias de la maternidad”, de la nigeriana Buchi Emecheta, que creo que sintetiza bien algo de lo que hablábamos. Por un lado, la protagonista ha luchado mucho por poder tener hijos. Ahora los tiene, se ha realizado como mujer ante la sociedad. Pero por otro lado presiente que la vida en Nigeria está cambiando, y que los valores tradicionales de pertenencia y comunidad van a empezar a perderse, y que ya sus hijos tendrán otra vida, alejada de la comunidad.
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