José Ortega y Gasset y Victoria Ocampo, una correspondencia entre el corazón y la razón
El epistolario entre ambos escritores -en su mayoría, en francés- es una puerta de entrada a los horizontes de sus ideas político-culturales pero también a la intimidad de un vínculo complejo, cargado de afectividad, entendimientos, desencuentros y pasiones. Su traductora, Cecilia Verdi, habla sobre los desafíos de haber trabajado con estas cartas publicadas por Biblos.
José Ortega y Gasset y Victoria Ocampo.
Por Carla Duimovich
El pasado año Editorial Biblos publicó el trabajo llevado adelante por la Fundación Ortega y Gasset Argentina: “Cartas José Ortega y Gasset – Victoria Ocampo 1917-1941. Entre el corazón y la razón”. Tanto el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955) como Victoria Ocampo (1980-1978), una de las primeras gestoras culturales de nuestro país, fueron destacados editores y directores de revistas culturales, promulgando la apertura y el diálogo de sus respectivos países con referentes de todo el mundo. Ortega fundó El espectador y Revista de Occidente; Victoria Ocampo, por su parte, creó una de las revistas culturales más importantes de argentina, revista Sur.
El libro que reúne este intercambio epistolar fue editado por María Campomar a pedido de Soledad Ortega Spottorno con apoyo de la Fundación Ortega-Marañón España y Fundación Sur. La particularidad de estas 122 cartas se encuentra en que, aún cuando sus autores eran hispanófonos, están escritas en su mayoría en francés: de las 79 cartas que corresponden a Victoria Ocampo, 69 están escritas en francés y sólo 10 en español.
La encargada de llevar adelante este arduo trabajo de traducción fue Cecilia Verdi, profesora en Letras por la Universidad Nacional de Mar del Plata, con especialización en enseñanza de español lengua extranjera (UBA), diplomas de Altos Estudios en francés (Traducción y Literatura) y una maestría de francés lengua extranjera en la Universidad de Paris III Sorbonne Nouvelle. Actualmente, es profesora en la sede central de la Alianza Francesa de Buenos Aires y en el ILSE-UBA, donde enseña Lengua y Literatura Francesa, entre otros trabajos siempre relacionados a la docencia y a la traducción.
Su compromiso y dedicación hacia este vínculo epistolar representó enormes desafíos y encantos que Cecilia desarrolla en esta entrevista cargada de admiración hacia la figura de Victoria Ocampo. Su trabajo no solo se limitó al de traducción, sino que supuso para Cecilia una intensa investigación y documentación reflejada en las notas al pie que acompañan la edición de esta correspondencia. Entre sus próximas publicaciones se encuentra la traducción de las cartas de Victoria Ocampo a Soledad Ortega y las notas a ese intercambio epistolar.
-¿Cuáles fueron los desafíos más grandes que has tenido a la hora de traducir este libro epistolar?
-El primero fue la transcripción de las cartas autógrafas de Victoria porque están escritas (sobre todo las cartas de los primeros años) de una manera muy abigarrada, con párrafos cruzados en los márgenes lo que muchas veces dificulta la tarea. Pero, en contrapartida, el contacto con la materialidad de escritura permite observar una ligera expansión de la caligrafía de Victoria con el paso del tiempo, a medida que se afianza su expresión personal, proceso que coincide con el lanzamiento de la revista Sur y su construcción como autora, editora y gestora cultural. Otro gran desafío fue el de familiarizarme con el francés de Victoria, porque en más de una ocasión, se aparta del uso habitual de las palabras ya sea para resignificarlas o darles un nuevo uso. Su capacidad creativa ante el lenguaje amplía las posibilidades expresivas de la lengua francesa lo que se ve también en los juegos de palabras, los neologismos en francés o en un idioma propio que fusiona el francés y el español. Este deseo de Victoria de volcar su pensamiento y sus sentimientos en plena libertad genera, por un lado, admiración, pero, por otro lado, representa un desafío para el traductor. Por otro lado, las expresiones idiomáticas propias de la cultura francesa no tienen necesariamente un equivalente en nuestra cultura hispana o rioplatense.
-Y ¿eso cómo se resuelve en la traducción? En tu caso lo resolvés muy bien con las notas al pie…
-Bueno, en algunos casos hay que estar dispuesta a elaborar un duelo y renunciar a encontrar el equivalente exacto.
-A la pérdida, sí…
-Sí. Por ejemplo, en una carta de 1928 ella le confiesa a Ortega “je suis malheureuse comme les pierres”, literalmente “me siento desdichada como las piedras”. Esa imagen que aparece en la expresión idiomática en francés no tiene un equivalente en español por lo que decidí optar por “me siento extremadamente desdichada”, atendiendo al sentido. A veces fue necesario recurrir a las notas al pie. Por ejemplo, cuando Victoria está en París en los años 1930, asiste a una representación teatral y percibe la actitud hipócrita del público al que califica de “crocodilesque”, lo que sería “cocodrilezco”.
-Sí, cuando asiste al estreno de “La voz humana” de Cocteau…
-Claro. Esa carta es fantástica porque Victoria esboza una suerte una crítica teatral muy lograda al punto que Ortega le responde que la publicaría en su Revista de Occidente. Es allí cuando se refiere al público “cocodrilesque”. Sin embargo, para la traducción, preferí la paráfrasis “que llora lágrimas de cocodrilo” y decidí aclarar en una nota al pie que el término “cocodrilesque”, raramente usado en francés, revela un profundo conocimiento de la lengua francesa por parte de Victoria. Decir “público cocodrilezco” sería, en mi opinión, exponer demasiado al lector a la extranjeridad del texto. Si bien la idea es que el lector perciba las rarezas, las peculiaridades del estilo de un autor y que vaya a su encuentro, es necesario mantener la legibilidad del texto. Por eso, la traducción termina siendo algo a mitad de camino, entre respetar la letra, atendiendo al sentido y a las formas, y preservar la legibilidad, teniendo en cuenta al lector.
-Hablando de la traducción del francés al español de Victoria: tuviste que hacer un trabajo de investigación impresionante. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Cómo hiciste para no perder el tono de Victoria?
-Sí, ese fue justamente otro de los desafíos. Dar con el tono, afinar el español como un instrumento, porque cuando una traduce se encuentra con un texto que es necesario interpretar, como una partitura musical. Justamente Victoria decía que la traducción es como una misma melodía ejecutada por otro instrumento, cambia la sonoridad. Me parece muy acertada esta comparación. A mí lo que me sirvió es que en el intercambio epistolar con Ortega hay algunas cartas en las que Victoria se expresa en español. Entonces, me propuse buscar un tono acorde con esas cartas, afinar el instrumento con ese diapasón, de manera tal que las cartas traducidas y las originalmente escritas en español de este epistolario formaran un conjunto armónico. La palabra armonía me pareció esencial.
Cecilia Verdi.
-¿Y qué desafío significó alcanzar esa armonía?
-No fue fácil porque tuve que tomar la decisión del trato de tú o de vos. Eso lo resolví de inmediato porque la misma Victoria utiliza el tú cuando se dirige a Ortega y, de hecho, en la Argentina de esa época (años 30) las clases más bien altas utilizaban el tú en la lengua escrita, no así en la lengua hablada. Esto pude corroborarlo conversando en la Academia Argentina de Letras con una especialista del voseo en Argentina, Norma Carricaburo, quien escribió sobre el voseo en Argentina. Ella me obsequió muy gentilmente uno de sus libros y me explicó que antes de llegar al voseo en nuestro país hubo décadas de transición, especialmente en la lengua escrita.
-¿Cuánto tiempo duró el proceso de investigación, de documentación?
-Cuando una empieza un trabajo de estas características es importante forjarse un proyecto traductor: ¿cómo voy a traducir, a qué español voy a traducir? ¿Al peninsular o al rioplatense? Como decía anteriormente, apunté al español de Victoria, un español argentino acriollado. Luego, es importante familiarizarse con su estilo, su idiolecto. Me interesé entonces en leer lo que Victoria había escrito en español, con la salvedad de que, en muchos casos, se trata de traducciones ya que Victoria solía escribir en francés. Por otro lado, me pareció fundamental forjar un proyecto para las notas, decidir de qué manera iba a encararlas. Además de aclarar las numerosas alusiones a figuras de la época y citas literarias y filosóficas, lo que quise poner de relieve en las notas al pie son los cruces de este intercambio epistolar con la obra de Ortega y de la propia Victoria, todo ello, desde ya, con el aval de la editora, quien muy generosamente me dio plena libertad. Por esta razón, fue esencial leer la obra de los corresponsales implicados. Para hacer las notas al pie emprendí la lectura de gran parte de la obra de Ortega (por lo menos todo lo que publicó hasta 1950) y toda la obra de Victoria: los Testimonios, la Autobiografía, etc. También fue esencial reconstruir el contexto histórico y conocer los periplos vitales de ambos corresponsales, por ejemplo, las visitas de Ortega a nuestro país, los viajes de Victoria a Europa y a EEUU. Conocer lo más a fondo posible la vida y la obra de Victoria y de Ortega me sirvió de mucho para orientarme y avanzar en la tarea de traducción y notas, como quien navega con ayuda de una brújula. En total, el trabajo me llevó cerca de tres años, porque además leí y, en algunos casos, releí parte de la obra de los escritores, poetas y pensadores aludidos: Keyserling, Pascal, Claudel, Beaudelaire, Valéry, Rimbaud, entre muchos otros…
-Es impresionante la referencias a libros, a personas, al contexto histórico… Todo eso que de alguna manera se nombra sin nombrarse y quizás está contenido en una frase o una palabra… ¿cómo te dabas cuenta cuando te encontrabas con una de estas cosas?
-Lo fui descubriendo sola, por eso un traductor es ante todo un lector y, en lo posible, un buen lector. No digo que yo lo sea, pero yo tuve que leer y releer numerosas veces las cartas de Victoria y de Ortega para detectar palabras en las cuales percibía ciertas resonancias. Hoy en día diríamos “esto me hace ruido”. Yo percibía ecos de otras voces. A propósito, Bajtín dice que todo nuestro discurso está atravesado por múltiples voces, que nos hemos apropiado de voces ajenas…
-Claro, la polifonía…
-Sí, el discurso de Victoria es eminentemente polifónico, como digo en mi nota preliminar del libro, y no siempre es fácil detectar las voces que reverberan en sus palabras. A veces, fue una labor casi detectivesca. Cuando se lee a Victoria tenemos la impresión de que ella se ha apropiado –en el buen sentido- de un considerable legado literario y filosófico y de muchos tesoros de la cultura.
-Debe haber sido fascinante el momento en el que te das cuenta que esa resonancia era algo que efectivamente estaba sucediendo en el texto, más allá de lo propiamente escrito…
-Sí, en algunos casos, las palabras de Victoria encierran o llevan cifrados desarrollos filosóficos de Ortega, pero ella no necesariamente las pone entre comillas. Por ejemplo, cuando en 1928 le dice: “he aquí cartas que nunca llegaron a destinatario. En ellas descubrirá, espero, más sinceridad que fraseología” (En el original en francés ella escribe phraséologie et sincérité). Las palabras fraseología y sinceridad son de Ortega. Al traducirlas al español hicieron un viaje de ida y vuelta porque en la traducción vuelve a ser fraseología y sinceridad, los términos utilizados por Ortega en un artículo publicado en esos años en La Nación y en El Espectador.
-La literatura epistolar es muy íntima y tiene modismos de la oralidad, silencios, atmósferas, ¿qué diferencias encontrás a la hora de traducir literatura epistolar? ¿Sentías que estabas traduciendo el vínculo más allá de lo puramente lingüístico?
-Evidentemente, la escritura epistolar nos pone en contacto directo con la biografía íntima de los corresponsales, entonces tenemos la impresión de entrar en el mundo interior de cada uno de ellos, de acceder de alguna manera a su espíritu. Y, por supuesto, en el traspaso de la oralidad a la escritura podemos ver que hay una carga emotiva muy grande y una carga expresiva que se puede ver, en el caso de Victoria, en el abundante uso de signos de exclamación, puntos suspensivos, lo que le da a las cartas de Victoria un carácter histriónico, dramático. Aun así, lo que tiene de propio el discurso epistolar es que es muy permeable y permite que en una carta ingresen otros tipos de discurso, por eso se desliza a veces hacia la confesión, el ensayo, la crónica… Numerosos pasajes de las cartas de Victoria del año 1928 se acercan a la confesión, en vistas, diría yo, a su autoconocimiento. Otros pasajes de las cartas de los años 1930 se asemejan a la crónica y al ensayo. Me interesa destacar también que muchas de las cartas de Ortega son auténticas piezas literarias y lecciones de filosofía. Se asemejan mucho a su curso ¿Qué es filosofía? del año 1929. Entonces el discurso epistolar es muy permeable. Me viene a la mente que Victoria dijo: “cuando me dispongo a escribir una carta termino escribiendo un artículo y cuando escribo un artículo, termino escribiendo una carta”. Sin duda, es un primer paso hacia la escritura, porque Victoria se inicia escribiendo cartas, tiene una pulsión epistolar increíble que empieza con cartas a su amiga Delfina siendo adolescente y que inmediatamente continúa con cartas a Ricardo Güiraldes, entre otras amistades de juventud… La carta es un primer paso para expresar no solo sus sentimientos sino también sus pensamientos: es un primer paso hacia la escritura literaria ensayística. Así que me gustó tu pregunta porque vos considerás la escritura epistolar como literaria y yo creo que ahí está la clave…
-¿Tuviste la sensación de que al traducir a JOG y a VO estabas haciendo una traducción de algo más? Me refiero a traducir una amistad, un vínculo, un amor, algo más hondo que lo específicamente lingüístico.
-En una primera instancia, me llevó un tiempo interpretar de qué iba el vínculo entre ellos, porque Victoria expresa con mucho entusiasmo su admiración por Ortega hasta que descubrí que es el pensamiento del filósofo lo que la atrae. Realmente hay momentos de afinidad y de sintonía total en los años 28, 29, 30… que es cuando Victoria le confiesa: “tú piensas lo que yo siento” o lo alienta diciéndole “puedes pasearte por todas las penas, estoy contigo”. Ahí tenemos momentos de sintonía total entre estos dos espíritus sobresalientes pero hay también momentos de alejamiento, de rispidez.
-¿Como cuáles?
-En los años 34-35 vamos a encontrar una serie de cartas donde se produce un enfriamiento total que se traduce en un silencio epistolar debido a que Victoria va a Europa y en Madrid da una conferencia sobre la poesía de Anna de Noailles que hace eco en un artículo que Ortega había escrito diez años antes. En ese artículo, Ortega declara que las mujeres no están destinadas a desarrollarse en el género lírico, que ese género le está reservado a los hombres y que lo propio de las mujeres es más bien expresarse mediante el género epistolar. Cuando en 1933 muere Anna de Noailles en Francia, Victoria pronuncia una conferencia en el Jockey Club de Buenos Aires (espacio reservado a los hombres): Anna de Noailles y su poesía, con un título que curiosamente reproduce de manera especular el título del artículo de Ortega que era La poesía de Anna de Noailles.
-La hace protagonista…
-Claro. Victoria se pregunta quién es Ortega para decir que las mujeres no pueden escribir poesía. Para decir eso, tiene dos impedimentos: primero es hombre, segundo, es español (risas). Entonces, esto genera un cortocircuito muy grande entre ellos porque Victoria manifiesta a las claras el punto en el cual no coincide con Ortega, que son las ideas en torno a la mujer y a lo femenino…
-Al feminismo.
-Y a su capacidad de escribir… Finalmente Victoria pronunció su conferencia en Madrid, se dio el gusto decir que las mujeres tienen derecho a escribir poesía y a pronunciarse sobre los temas más variados y en los tonos más diversos, sin hacer alusión directa a Ortega. Sin embargo, ambos tuvieron un gran el disgusto y eso se ve en las cartas. Este momento de distanciamiento entre Ortega y Victoria coincide con la publicación del primer volumen de Testimonios, y es Ortega quien publica ese libro de Victoria, Testimonios. Primera serie, en Madrid, en 1935. Con este gesto vemos que el distanciamiento pasajero no puso en juego la amistad ni el vínculo profesional entre ellos. Recordemos que Ortega le había publicado también De Francesca a Beatrice, en 1924.
-Con ese Epílogo que le hizo…
-Sí, con un Epílogo…
-Que también fue problemático.
-Fue problemático también, sí. Por eso es interesante notar que este diálogo epistolar íntimo, es decir, privado, entre Victoria y Ortega se prolonga en la esfera pública, a través de las obras publicadas por ambos. Varias de sus obras dialogan entre sí. De Francesca a Beatrice sale con un epílogo de Ortega escrito en forma de epístola: “Señora, usted nos ha llevado por una magnífica excursión a través de la Divina Comedia” al que Victoria responde siete años después, en 1931, con la Contestación al epílogo de Ortega. Pero espera siete años para contestarle, una vez lanzada la revista Sur y, llamativamente, lo hace en forma de epístola.
-En las primeras cartas lo que se dice es sumamente erótico. Desde un punto de vista intelectual a mí me resulta por lo menos así…
-Estás pensando en la carta cuando ella dice “figúrese que tengo ganas de tenerlo a cenar mañana… el privilegio que me otorgo para devorarlo en un rincón puede ser mal visto por sus…legítimas”.
-Sí, o cuando le escribe “sírvase de mí”.
-“Sírvase de mí como se serviría de María. Sírvase de mí”… Ella en francés dice: “usez-moi” y luego “usez de moi”…, pero yo no lo iba a traducir como úseme, porque no es ese el sentido sino “sírvase de mí”.
-Son esas cosas que no imaginás que podría decir Victoria y sin embargo las decía…
-Bueno, pero ahí hay que interpretarlo. Ella tiene una vocación de servicio, la tuvo con Tagore en 1924. Mi interpretación en el caso de Ortega, cuando ella dice que quiere devorarlo en un rincón, es que ella quiere fagocitar todas las ideas de Ortega, ella quiere apropiarse, asimilar el pensamiento de Ortega, porque está fascinada con sus ideas y por eso utiliza el verbo “devorar”… Ella quiere encontrarse con él en su casa al margen de este círculo de amigas de la Asociación de Amigos del Arte donde estaban todas esas mujeres que aparecen nombradas como “las sirenas”, damas porteñas de la élite de la época. Eran mujeres cultas y probablemente muy bellas todas, pero un público que Victoria consideraba un tanto superficial. Más allá de eso, yo coincido con vos. A mí sinceramente esa carta me da mucho que pensar…
-Durante la traducción, ¿te has encontrado con desafíos a la hora de toparte con frases en otras lenguas?
-Sí, sobre todo en las cartas de los años 28, 29, Victoria se expresa en diferentes lenguas. Pasa del francés al alemán, por ejemplo, porque ella estaba estudiando para poder leer a Keyserling sin pasar por una traducción. En una misma carta me encontré con segmentos en francés, en alemán, en inglés y en español. Me pareció increíble la capacidad de Victoria de pasar de una lengua a otra como pez en el agua y de fundir las lenguas, porque inventa palabras, crea términos. Por ejemplo, a partir de una base léxica del francés y la morfología del español, entonces dice “a Drieu la Rochelle lo regreto”, lo regreto es que “lo añoro”, “lo extraño”; en vez de decir “je le regrette” dice “lo regreto”. A mí me llamó la atención esa tendencia a fundir las lenguas en una suerte de crisol porque revela la aspiración al universalismo de Victoria y sobre todo la hospitalidad, la capacidad de apropiarse de otras lenguas y culturas. Esta hospitalidad la ejercía también en su vida, al recibir en sus casas hombres y mujeres de distintas culturas, creando ese encuentro y ese diálogo al que ella aspiraba. Lo mismo hacía cuando se expresaba libremente en distintas lenguas. Se expresa en francés pero alberga, recibe en el corazón de su francés otras lenguas. Y aquí una pregunta que más de uno se hará ¿cuál era entonces la lengua materna de Victoria? A este interrogante también le di varias vueltas hasta dar con lo que dice la propia Victoria cuando se refiere a su infancia y a su vínculo con el francés. En “Palabras francesas”, un ensayo bellísimo, Victoria cuenta que aprendió a leer y a escribir en francés en París a los 6 años. Las primeras lecturas y juegos de infancia fueron en francés. En esa etapa tan importante en la vida el francés se le pegó y nunca más pudo deshacerse de él.
-Hay una frase muy bonita que dice “el francés era el lugar donde mi alma se había aclimatado”…
-Sí, justamente esa frase proviene de “Palabras francesas”, es maravillosa y me parece muy reveladora por varios motivos. Por un lado, porque para Victoria la infancia es una etapa fundamental en la vida, algún modo, todo se juega allí. Por otro lado, porque ve la lengua francesa como un territorio, pero para mí es un territorio sin fronteras, que puede extenderse hasta las orillas del Río de la Plata, ¿por qué no? Y por último permite entender mejor a Victoria cuando confiesa que solo lograba articular su pensamiento y expresar sus sentimientos con mayor soltura en francés…
-¿Cómo se traduce a Victoria al español siendo ella argentina?
-Fue una de las primeras preguntas que me hice… Cuando me encuentro que tengo que traducir a Victoria al español, siendo ella argentina. Es esa etapa inicial, la de forjar un proyecto traductor, donde se trata de recibir en el corazón de nuestra lengua materna (el español) lo lejano, lo extranjero. Ahí me dije: pero para mí Victoria no tiene nada de lejano ni de extranjero, ¡es argentina! Entonces ¿qué tiene de extranjero Victoria? El expresarse en francés. Mi tarea como traductora consistió en albergar el francés de Victoria en el corazón del español que, convengamos, es también su lengua.
-¿Tenés algún momento favorito entre todas las cartas?
-Uno breve es esa frase que mencioné “tú piensas lo que yo siento” porque condensa el vínculo personal entre Ortega y Victoria, que también es profesional e intelectual. Allí intervienen el corazón y la razón, lo que le da el título a esta correspondencia. Otro momento epistolar es una carta que me gusta mucho, la que Victoria escribe desde Mar del Plata en abril del 37, porque Mar del Plata es mi ciudad natal (y ahí también tomo el componente autobiográfico) y esa carta me tocó el corazón en lo más profundo. Es una carta en la cual ella dice, te leo solo un fragmento: “Esta mañana hace frío y aún estoy en la cama. Frente a mi ventana los árboles (plátanos) amarillean, llenos de pájaros marrones y amarillos. Yo tampoco sé cómo se llaman. Los hijos del jardinero se van a la escuela con sus delantales blancos y sus mejillas rosadas. Los estoy oyendo. Es otoño y es el mes en que nací. Un muy lindo mes para las hojas de los árboles. Disfruto tanto mirándolos que en eso se me van los días. Te escribiré cuando vuelva a la inmunda Buenos Aires. En este momento, no lo sé. Un abrazo con todo mi sol, todo mi aire, todo mi mar y todo mi corazón”. Ese fue para mí el momento epistolar.
-¿Qué aportó este epistolario a tu propia visión de Victoria?
-Yo no sabía hasta qué punto prefería expresarse en francés, al menos en los primeros años y hasta bastante avanzada su producción. Por otro lado, esa hospitalidad lingüística característica de Victoria, esa capacidad de recibir distintas lenguas-culturas coincide con un proyecto vital de promover el diálogo entre las culturas, en vistas, en última instancia (creo), a la paz mundial. Porque ella era una pacifista que admiraba mucho a Gandhi. Me llamó la atención en una mujer de su época ese deseo de viajar, de barrer las fronteras y relacionarse con personas de todo el mundo. Con quienes sentía afinidad, Victoria entablaba relaciones profundas y mantenía estos vínculos en el tiempo a través de las cartas. Cabe destacar el valor de las cartas para mantener vivas y alimentar estas redes culturales, estos puentes que Victoria tendía y tendió durante toda su vida hacia Europa, Estados Unidos y Oriente, no desde un cosmopolitismo superficial sino bien anclado en el Río de la Plata.
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