Leonor Benedetto: “Es esto la vida, una carrera de obstáculos”
Es la jueza brillante de "Perdida mente". La actriz reflexiona sobre la justicia, habla de su propuesta teatral paralela que sube a escena en Villa Victoria y cuenta cómo transita el presente.
En la obra que dirige José María Muscari desde el Teatro Atlas, la reconocida actriz Leonor Benedetto se luce en su rol de una jueza que, de a poco, pierde sus capacidades cognitivas ante el estupor y la incredulidad de su familia.
En la historia se develan las complejas tensiones del sistema familiar frente a la enfermedad de una de sus integrantes.
Por segunda vez, Benedetto hace temporada con esta pieza (se estrenó en Mar del Plata el verano pasado). Y conforma un dueto maravilloso con su compañera Ana María Picchio. A ellas, se suman Iliana Calabró, Mirta Wons y Emilia Mazer.
No le costó mucho decidir si se calzaba o no este personaje. La estimuló “no solo la posibilidad de hacer una persona que está perdiendo su facultades cognitivas”, dijo en una entrevista con LA CAPITAL. “Este personaje es como dos personajes, porque atraviesa momentos donde está realmente perdida y además hay cuatro o cinco interrupciones donde este personaje no solo recobra la memoria, sino que recobra su capacidad intelectual que está absolutamente intacta y habla prácticamente de la historia de la humanidad. Eso me sedujo como pocas cosas”, contó.
Además, Benedetto llegó a esta ciudad con otra propuesta. Se trata de “El café del señor Proust”, en la que dirige al actor italiano Néstor Saied. La pieza sube a escena los martes 6, 13, 20 y domingo 18 en Villa Victoria, a las 21.
“Es una propuesta mía, dirijo a un actor italiano que es el que hace este monólogo, y entre los dos parimos esta idea que nos parece formidable: es el relato de la que fue la ama de llaves de Proust. Cuando vi este espectáculo en Roma me enamoré absolutamente del texto. No es una obra para multitudes. La estamos haciendo en lo que a mí me parece que es el ámbito más propicio, la casa de Victoria Ocampo”, contó.
-A través de su personaje de jueza en “Perdida mente”, podría entenderse que es en realidad la justicia, la institución, la que está perdiendo la memoria, la que entra en crisis. Sería una lectura más política, ¿coincide?
-Sí y no. Ahí hay todo un campo abierto para la sabiduría o la falta de ella del espectador. Hay partes en las que tranquilamente el espectador puede meter la significación que se le ocurra y hay otras que el espectador tiene el libre albedrío, de poner eso y decir: “Bueno, lo que está pasando es porque los jueces son corruptos o no son justos, de acuerdo a lo que es su propio entendimiento”. Cuando alguien tiene que dirimir justicia… yo he tenido que ser jueza en cosas que comparadas con las que tienen que hacer los jueces de las naciones son un juego de niños, como por ejemplo pertenecer a un jurado de un festival cinematográfico. Y realmente es de un estrés imposible. Lo más fácil es cometer una injusticia, con poquito estás cometiendo una injustica.
-Impartir justicia parece ser muy injusto, contrariamente.
-Totalmente, cuando pensás de verdad decís “¿quién soy para decidir que esto es mejor que aquello?”. Y ojo que no está en tela de juicio la vida de nadie, imagínate los jueces que tienen que dictaminar sobre un asesinato. Es uno de los actos probablemente más serios a los que tenga que enfrentarse una persona.
-¿Hay algún costado del personaje que le cueste más?
-No, lo entendí enseguida y es más, siento mucho placer al hacerlo, a pesar de que ya hace bastante tiempo. Cada noche siento placer al hacerlo y hablo de una cosa bastante egoísta, porque podría hablarte del elenco, que es extraordinario, podría hablarte de la dirección de Muscari que es absolutamente fantástica. El Muscari director no tiene nada que ver con ese personaje social vestido con colores estridentes y que sin ningún tipo de prurito cuenta su vida personal. Es un ser con una línea de disciplina férrea y así dirige, lo cual se agradece bastante.
-¿A qué apela, cómo sobrelleva estos momentos de crisis?
-Este presente raro lo he vivido muchas veces, mi vida no cambia mucho y este presente raro tiene algunas pinceladas diferentes de otros, pero yo lo he vivido muchas veces. Para los que tenemos un mes más que 20 años hemos pasado la dictadura, hemos pasado enormes pestes porque no sé por qué no se considera al Sida como uno de los azotes que hemos tenido durante el siglo pasado, entonces no sé, decir que estoy acostumbrada es una liviandad, pero decir “esto va a cambiar mi vida”… No lo creo. Me parece hasta un buen ejercicio el convertir la vida en una carrera de obstáculos, no solo por los cambios de gobierno, es esto la vida, una carrera de obstáculos donde celebrás el poder pasar cada obstáculo. Nadie nos prometió un jardín de rosas.