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Opinión 24 de enero de 2024

General Pueyrredon como polo de desarrollo regional

Por Leonardo Z. L. Tasca

[email protected]

Todos los países que hoy son poderosos
industrialmente y dan excelente calidad de vida a su
comunidad, al comienzo de la gestión productiva
fueron proteccionistas, luego patearon la escalera
ideológica para que nadie suba a esa posición.

“El Polo” como su nombre lo indica y de acuerdo a la acepción que se le da en los países que han aplicado esta política para los asentamientos económicos e industriales, debe en primer término estar en condiciones de atraer a las actividades productivas. Polos son en general los extremos de un eje en lo que éste se apoya. Debe pensarse que al empresario inversor le interesa más que producir, o de igual manera, asegurar su mercado, vender su producto en las mejores condiciones, aprovechando al máximo los servicios de toda índole que le brinde el medio donde radique su industria (agua, energía eléctrica, accesos, transportes y comunicaciones, mercado, disponibilidad de mano de obra especializada, bancos, comercios, proveedores, y sí a todo esto se le agrega un puerto que puede llegar a tener características internacionales, las condiciones son óptimas). Todos estos elementos para la producción y el comercio están en el partido de General Pueyrredon.

Lo primero que hay que analizar y mensurar son los indicadores políticos para saber si una ciudad o partido puede ser cabecera de una zona o región para conseguir una singular polarización económica que favorezca la constitución de una malla institucional y las modificaciones de las estructuras productivas y comerciales, del empleo, por lo tanto la elevación del nivel de renta empresaria para lograr una mayor calidad de vida de sus habitantes. En tal sentido, lamentablemente, es apenas intuido el valor de los potenciales que constituyen el patrimonio del sudeste bonaerense en su totalidad y el puerto de Mar del Plata y las adyacencias, quizás hasta los doscientos kilómetros, en particular. Descubrirlo y ponerlo en valor bajo el dominio corajudo de una decisión regional de desarrollo, constituye una de las inmediatas y grandes metas y deberes de nuestra generación dirigencial que no debemos hacer claudicar ni resignar. Sobre todo porque falta un proyecto nacional para tener fuerza política en contra de las grandes corporaciones, y así poder defender la industria nacional, el mercado interno y las economías regionales, razón por el cual la puesta en vigencia de planes zonales aparecen como instrumentos políticos de la gestión gubernamental aptos para ese cometido.

Esta tarea no es nada más y nada menos que la región lanzada a la conquista interior de su propio destino y de su propio espacio, pondrá fin al atraso, cuando no al hambre y a la miseria, aspectos dominantes de vastas extensiones del territorio, principalmente en lo que se ha denominado “la conurbación” de las franjas costeras y en los suburbios o en los barrios de las ciudades que se han ido formando con la triste expulsión inexorable de compatriotas desocupados del Gran Buenos Aires. Pondrá fin, también, a la tiranía de Capital Federal, casi única beneficiaria y tributaria de la sangre, sudor y lágrimas del extenso y doloroso “país interior” sometido, cuyas resultantes se han traducido en la perdida de la identidad y el rumbo incierto, al mutilar o anular, la esencia misma de nuestro ser y de nuestra naturaleza, que es convertirse en hombres dispuestos a reivindicar el destino del ente humano productor y no mero ocioso consumidor de bienes y servicios que otros fabrican y que otros consumen esas riquezas.

Por supuesto, no es fácil identificar la reacción política contra ese estado de cosas, principalmente en el segmento institucional. Sin embargo, cada día se agigantan las filas de lo que constituye la mayoría silenciosa, que espera una contribución transformadora de las actuales estructuras a favor de un plan de desarrollo regional pivoteado sobre las industrias manufactureras; es decir aquellas actividades que transforman la materia y agregan mano de obra local.

Desde el punto de vista territorial, los polos de desarrollo industriales y/o de promoción sectorial, acertadamente seleccionados, constituyen núcleos claves de condensación del crecimiento; fomentan las interdependencias económicas y sociales en la zona circundante y a través de la creación de inversiones elegidas y apoyadas, son capaces de influir sobre el desarrollo general; es decir, la zona es un apéndice en un marco más abarcativo donde operan factores transformadores. Estas no son ideas en abstracto, porque la zona tiene bien definida algunas herramientas, tales como una aceptable situación respecto al mercado general regional; una adecuada infraestructura de servicios para satisfacer la demanda; disponibilidad de atender los requerimientos de la industria; condiciones técnicas de industrialización; a pesar de varias fallas, existen variadas reservas de mano de obra; la presencia de importantes obras de infraestructura de servicios varios generales.

La necesidad y conveniencia de un polo de desarrollo para el sudeste bonaerense con asiento en el partido de General Pueyrredon está plenamente justificado, porque además de reunir las condiciones señaladas, tiene circunstancias socioeconómicas y locaciones de tanta magnitud que podrían llegar a ser un auténtico elemento de “distorsión positiva” no solamente en la economía de la zona, sino también en la extra región que recibiría las influencias genuinas de un proceso de desarrollo que expande beneficios de todo tipo, tal como sucede cuando se dan estos fenómenos industriales.

De las políticas en la dirección que estamos señalando surgen orientaciones de la economía para la obtención de un desarrollo regional armónico, tomando como base la existencia de un área que puede denominarse “atlántica costera”, dicha zona incluida en un programa que fomente las inversiones públicas y privadas. En lo pertinente a lo planteado debe buscarse la expansión regional del sector industrial, utilizando al máximo la infraestructura ya existente o por construir, favoreciendo la concentración adecuada de asentamientos fabriles sobre la base de las consideraciones políticas de eficiencia condicionado al interés de la región y de la comunidad.

Insistimos en que comparativamente el partido de General Pueyrredon está en mejores condiciones que otras áreas del sudeste bonaerense para solucionar los requerimientos de nuevas industrias, incluso en las denominadas “demandas especiales”, tiene además el mejor de los ítems, no sufre ningún tipo de “aislamiento territorial”. La realidad de su infraestructura y servicios generales para hacer frente a las nuevas industrias y ampliación de las ya instaladas, juegan un papel de primerísima importancia para satisfacer las necesidades de las inversiones que se implanten al amparo de los planes regionales de localizaciones industriales, comprometiendo el éxito de las políticas incoadas a través del “Polo de Desarrollo Regional” que debe crearse.

Bajo ningún concepto debe descartarse a General Pueyrredon con la ciudad de Mar del Plata a la cabeza de un proyecto regional que sume a las demás poblaciones en una alianza estratégica para producir el desarrollo industrial. Muy por el contrario las diferencias que pudieran existir o que existen en la zona de influencia, quedarían dirimidas en el proceso dinámico de crecimiento, que debe buscar beneficiar a toda la región, aprovechando en cada uno de los partidos integrantes sus ventajas dentro de la propia zona, pero hermanados con los demás. Todo esto sucede, tal como ya lo demostraron las diversas regiones europeas, donde nadie pierde identidad ni independencia, sino por el contrario todos ganan con la integración territorial, productiva y política.

La concepción del desarrollo regional es un instrumento al servicio de la integración social. Y en una economía regional como la que estamos alentando, las empresas de nueva constitución tienden a localizarse en estas regiones y todo se facilita cuando los empresarios / inversores encuentran un sistema de infraestructura, de ahí la importancia de la decisión política desde El Estado municipal que debe diseñar la estrategia de interés, captación y anclaje zonal en simetría con la Provincia.

“La población que allí se forme está llamada a ser una de las más felices de la Provincia, tanto por su clima como por la feracidad de su suelo”, conceptos en la carta fundacional de Mar del Plata enviada por Patricio Peralta Ramos el 14 de noviembre de 1873, al entonces gobernador Mariano Acosta. La afirmación del estanciero, loteador y fundador sigue teniendo su total vigencia, razón por el cual corresponde a las generaciones presentes acometer la noble empresa de transformar el espacio económico y productivo y dar las bases de un proceso regional de producción y consumo.

Queremos rescatar otro interesante párrafo donde también expresa, que “… no se requieren grandes costas para habilitar un puerto que sería de una importancia por cuanto está llamado a ser el punto de salida natural y barata de los valiosos productos que forman la riqueza de aquella vasta extensión de la provincia”. La referencia fue positiva totalmente y era productivamente clarividente, estaba señalando la ubérrima región del sudeste bonaerense, que hoy todavía está reclamando ese proyecto de desarrollo regional, articulado con una estación marítima o portuaria en condiciones de ser el instrumento transformador en el espacio regional para dinamizar el comercio y la producción con ramificaciones internacionales.

El núcleo primitivo que dio origen a la constitución del “pueblo Mar del Plata” en 1856, es esencialmente industrial, es imposible adjudicar otra condición. En consecuencia, es necesario comprender políticamente que las características primigenias poco han variado. También hoy podría concebirse un período fundacional basado en el concepto más movilizador socialmente y auténticamente revolucionario que conoce el mundo moderno: el desarrollo a través de la transformación de las materias primas.

Estamos muy lejos de eso ¿verdad?. Sin embargo, estamos conviviendo con la pobreza, la marginación y la desocupación ¿hasta cuándo?.