Una obra inmensa a la mitad de la vida
Una obra inmensa a la mitad de la vida
Por Vito Amalfitano
Publicado el 17/07/2016
Tampoco era verdad,al final, que nadie se muere en las vísperas. Hay quienes, penosamente, nos dejan en las
vísperas de una obra imprescindible por venir. Grandes hombres y mujeres,jóvenes o no, nos abandonan físicamente tras completar toda una gran obra.En lo familiar,en lo personal o en la vida pública.Otras y otros, todo lo contrario.Algunos y algunas, lo que pueden, lo
que les deja la vida,apenas semillas.
Pero hay pocos casos,un puñado de elegidos,que dejan una obra inmensa a la mitad de la vida,lo que otros no podrían hacer ni en 300 años,pero de los que se sabe que además queda trunco aun un legado más grande para la otra mitad. Alejandro Giuntini hizo todo. Pero estaba para hacer todo. Dejó una marca indeleble en todos los lugares por los que pasó como futbolista y entrenador.Pero su trabajo como técnico y docente, a su vez, no tenía techo.
Será muy difícil encontrar algún otro antecedente de un futbolista/entrenador que haya entrado en la historia grande de por lo menos cinco camisetas, y que una de ellas
sea nada menos que la de Boca Juniors, y la de otras cuatro divisas marplatenses.
Alejandro Giuntini entró definitivamente al Hall de la Fama de Boca el 20 de diciembre de 1992, cuando se consagró campeón con el equipo que cortó una sequía de 11 años sin títulos en la entidad de la Ribera. Y los hinchas de Boca, para muchos “la mitad más uno del país”, recuerdan todavía hoy la imagen televisiva de un alambrado que se derrumbaba, por el festejo de Giuntini, Alberto Márcico y Carlos Mac Allister (hoy secretario de Deportes de la Nación), que voltearon el tejido, lo que le provocó al marplatense un corte en la cara, por el que le tuvieron que aplicar tres puntos de sutura. Pocas noches, incluso de Copa Libertadores, registran una Bombonera tan desbordada como en aquella oportunidad. Tanto que el partido con San Martín de Tucuman se jugó a las 20 y ya a las 14 cerraron las puertas del estadio porque estaba completo. Para tomar dimensión real del logro de Giuntini, integrante de la columna vertebral de ese equipo de Oscar Washington Tabárez, el Maestro, quien hoy, por esos designios del destino,también está luchando contra una
dura enfermedad.
“Llegué a lo máximo que puedo aspirar”, nos dijo esa noche para LA CAPITAL en el vestuario eufórico de Boca, cuando todavía se podía entrar.
Giuntini, además, ganó otros dos títulos con Boca, internacionales, la Copa Master 1992, en la que convirtió un golazo decisivo en la victoria en la final ante Cruzeiro 2 a 1, y la Copa de Oro Nicolás Leoz.
(…) Dejó marca en Kimberley, en la Selección de Mar del Plata, en Aldosivi. Trabajó en Alvarado (…) En una de las épocas más difíciles de Aldosivi, con Oscar Salerno como presidente, Giuntini como DT salvó del descenso al equipo del Puerto en primera división, con un recordado y épico 4 a 4 en Tres Arroyos.
Más adelante el dirigente Alberto Valastro lo puso al frente del Proyección Juvenil,desde donde Giuntini transfirió conocimientos y formó pibes con conceptos claros, con los valores del fútbol-juego, con llamativa sabiduría para expresarlos, con una cultura general que supera la media general de los futbolistas argentinos (…)
El problema de Giuntini es todo lo que dejó por hacer. Independientemente del legado como persona y profesional y en especial el amor para sus hijos Narella, Chiara y Luchino, y su compañera de toda la vida, Fabiana. Eso está saldado para siempre. Lo que quedó pendiente es justamente ese formador y entrenador sin techo (…).
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