Una de sal y una de arena
Por Raúl "Bigote" Acosta Periodista del diario La Capital de Rosario
Lunes 2 de enero. Junto al mar. Los papeles en el suelo son los de la fiesta de fin de año. Las envolturas de los fuegos de artificio se mezclan con botellas y envases de cartón. El suelo refleja la fiesta. Es la mejor alegoría. Fue. Sin embargo el 31/12 abrió el verano definitivamente. Listo. A la cancha.
Para los habitantes de las ciudades mutantes la temporada de veraneo, de verano, como su nombre lo indica, no puede tener otro sentido que el de la esperanza. Hay dos economías muy claras. El balance es anual, cierto, pero claramente aquí comienza la esperanza. Enero. Sin vueltas.
Dos meses almanaque. Según sus cálculos en 58 días el empate, al menos el empate que al sumar aquellos días de diciembre, mas los de Semana Santa como bono extra, definirán como muy positivos (eso esperan) cuando hagan el balance de 2016/ 2017
La cantidad de visitantes, ya desde antes de Navidad, fue mucha. Esperan que en enero, además de mucha gente, abunden las ventas.
Los que viven en MDQ no entienden un informe “porteño” que la califica de ciudad infeliz (su eslogan clásico, el mas conocido era/ es este:”la ciudad feliz”)
Vivir en Rosario permite entender que el día a día no es aquello que los cronistas porteños describen y saberlo sirve de vacuna. Rosario ya fue la ciudad “comegatos”, cuna del narcosocialismo y capital del bunker custodiado por soldaditos. Já.
El Barrio “Los Troncos” es el mismo pero no lo es. La mayoría de las casas mas bellas de la costa tiene rejas. Negras, plateadas, marrones. Hay rejas electrificadas que anuncian eso:”Cuidado, rejas electrificadas”. No es el bellísimo tema de Charlie y su experiencia electrónica. Es una decisión criminal de la que alguna vez me ocupé en Rosario. Criminal. Ya está en varias de estas villas. Cómo negar, después de las rejas y los vallados, que la inseguridad es la que resuelve la jornada. Reflectores y cámaras de televisión están visibles. Siglo XXI. Somos otra sociedad allá o acá, junto al mar
No se les pasó por la cabeza
No entienden los marplatenses. Ellos tienen una caja registradora, una sonrisa y un almanaque. Temporadas buenas, regulares o malas según cantidad de turistas, alfajores vendidos y camas ocupadas. Ser las víctimas de una operación periodística no les pasó por la cabeza.
Los rosarigasinos tienen vacunas. Bienvenidos a casa. Claro que, convengamos, esta era la ciudad donde Daniel Scioli establecía su palacio de verano y a muchos aún les duele en el bolsillo un intendente que (ya hablaremos específicamente de él) no tiene registros conocidos, convenientes, convencionales, esperados, comunes.
Se insiste: ya hablaremos del Intendente Carlos Arroyo. No es semejante a otros. No tiene reciprocidades. El contrafactismo es un ejercicio onanista. Este intendente no es lo que esperaban.
La esperanza es diferente si se duerme bajo el arco de las recovas de la Bristol. No los dejan, pero allí se quedan. En la Plaza Central también.
Los que piden en la calle son diferentes. Uno, sobre Avenida Independencia, asombra al viajero. Su camiseta dice “Ingeconser” y es amarilla y azul. Cómo tiene una camiseta canalla es cuestión de itinerarios, destinos de pobreza y libre (mal) albedrío. Cuando vemos, en La Perla (el balneario de la entrada y el de la estatua de Alfonsina Storni) un cartelito de cartulina arrugada:”enfermo de lepra” y los colores clásicos, entendemos que no hay modo de parar la pasión.
Acaso la pasión futbolera acá, a la distancia, habilita la interpretación de Carl Jung cuando sostiene que “toda pasión exacerba la esperanza”. Leprosos y canallas en una madrugada y una mañana de 2017 marplatense no tienen otro sentido (sentimiento) que ese: esperanza.
Una ciudad que depende de la lluvia, el sol y los visitantes no tiene un significante mejor: esperanza.