Por Claudia Roldós
En “El vuelo de la libélula” (Plaza & Janes), su última novela, la escritora marplatense Gabriela Exilart profundiza en el género policial e incursiona en algunos elementos de realismo mágico, en una historia dramática en la que no dejan de estar presentes la trama romántica y un hecho histórico real que le da marco.
En este caso, entre los paisajes paradisíacos de la Ushuaia de 1930, el naufragio del crucero Monte Cervantes y los avatares del presidio del fin del mundo, Clara, una joven que se ha quedado sin nada, emprende la búsqueda de su identidad y encuentra, en ese lugar tan hostil como fascinante, no solo un sentido para su vida, sino también el amor. Aunque antes debe atravesar tragedias, sospechas, humillaciones y violencia.
Además, en este contexto, Exilart le da un cierre a la historia de Fausto Rivera, uno de los personajes de su anterior novela histórica “El susurro de las mujeres”.
“Fausto al fin tuvo su revancha, su reivindicación. Merecía una historia con final feliz, pese a todo lo que le hice pasar antes” confió Exilart en una charla con LA CAPITAL.
“El vuelo de la Libélula” es una novela en la que, a través del silencio, los secretos, como hilos conductores, va moldeando las historias de los personajes con su sello, su identidad como escritora, pero a la vez de una forma distinta en cuanto a recursos y estrategias literarias.
La estructura en distintos tiempos, el hecho histórico real que le da anclaje, las historias de amor -o desamor-, la violencia contra las mujeres y la infancia -y la ola de impactos que provoca-, una serie de crímenes y la sabiduría del pueblo Yagan construyen las historias de manera que el misterio se mantiene hasta el final. “Creo que seguiré un tiempo más por el lado del policial” confió la escritora.
A menos de un mes de su publicación, la novela ya había trepado a los primeros puestos en los rankings de ventas, dando cuenta, una vez más, de la fidelidad de la comunidad lectora que Exilart ha sabido construir.
“Estoy muy feliz con la repercusión. No esperaba que ascendiera tan rápido en el ranking. Creo que tiene que ver con que mi obra anterior no era romántica, entonces estaban esperando que volviera al género por el cual me conocieron” analizó.
-Uno de los ejes históricos de la novela es el naufragio del crucero Monte Cervantes. ¿Cómo se te ocurrió utilizarlo para esta historia de ficción?
-Conocí el hecho cuando viajé a Ushuaia en 2019. De ese viaje me traje dos novelas, El susurro de las mujeres y El vuelo de la libélula. En el museo del presidio había una librería y allí encontré un libro que trataba sobre el hundimiento del buque, un libro muy lindo, de cartas y recuerdos, con muchas fotografías. Al hojearlo supe que iba a escribir sobre eso, sólo tenía que darle formato a mi ficción.
-También desde lo histórico hay una continuidad en la “cárcel del fin del mundo”: funcionamiento, abusos, sus presos famosos y el rol que cumplió en la formación del poblado ¿Cómo trabajaste la escritura para incorporar los personajes a ese contexto?
-Una vez que uno logra conocer el contexto histórico, el funcionamiento de una ciudad o una institución, como en este caso, la cárcel, no es complejo incorporar los personajes ficticios. Lo difícil es incorporar los personajes históricos, reales, como Simón Radowitzky o el petiso orejudo, a la novela; hacerlos convivir, darles voz, que formen parte de la trama sin cambiar el curso de la historia, que suenen naturales, que el lector los sienta parte de la historia que está leyendo. Trato siempre de que interactúen con los personajes de la novela, de esa manera puedo incorporar su pasado a través de conversaciones y darle más profundidad al contexto histórico.
-En la novela le das voz a la cultura Yagan. ¿Cómo te nutriste para componer a Warhu, Natapai y su abuela y sus saberes y costumbres?
-También en el viaje a Ushuaia visité la galería temática de la historia fueguina, que tiene un excelente recorrido por la historia del lugar, que incluye la cultura yamana, shelknam u onas, con figuras de tamaño real, es como entrar en el pasado. Allí conocí sus costumbres, su idiosincrasia, y me dije que tenía que incorporarlos a la novela. Aunque tuviera que alejarme en el tiempo, valía la pena contar su historia. Los museos me llevaron a los libros y así pude completar la investigación.
-¿Sentís una inclinación hacia la recuperación de historias de pueblos originarios, como también hiciste en Napalpí?
-Creo que no debemos olvidar ni desconocer la cultura de nuestros pueblos originarios, sus saberes, sus formas de vida, sus recursos, y cómo se terminaron adaptando a la vida que les impuso el hombre blanco. Por eso me gusta contar cómo vivían, en qué creían, como enseñaban a sus hijos, la división de tareas que tenían en la sociedad, sus rituales; me parece muy rico todo eso.
“Creo que no debemos olvidar ni desconocer la cultura de nuestros pueblos originarios, sus saberes, sus formas de vida, sus recursos, y cómo se terminaron adaptando a la vida que les impuso el hombre blanco. Por eso me gusta contar cómo vivían, en qué creían, como enseñaban a sus hijos, la división de tareas que tenían en la sociedad, sus rituales”.
-¿Cómo se te ocurrió integrar el realismo mágico?
-Me gusta mucho el realismo mágico, soy lectora admiradora de García Márquez y de Isabel Allende, y aunque sé que no está de moda, tuve ganas de incorporarlo a mi novela. Surgió ni bien la empecé a escribir, fue algo tímido, no está en todos los personajes sino en algunos pasajes, pero fue un gusto que quise darme, además de que los paisajes del sur lo ameritan, las leyendas mismas de las comunidades originarias, me pareció que podía quedar en contexto.
-Si bien está presente el género histórico-romántico, en tus últimos trabajos hay más protagonismo de la trama policial. ¿te interesa profundizar en ese registro?
-En mis últimas novelas me fui inclinando por este tipo de intrigas. Lo hice en El susurro de las mujeres, que comienza con un homicidio (hoy femicidio), seguí por Pulsión, que también gira en torno a un crimen y acá también se arranca con un asesinato por resolver. Creo que seguiré un tiempo más por ese lado.
-El silencio juega un rol sustancial en el personaje de Catalina, su historia y cómo repercute en otros personajes ¿Cómo la fuiste construyendo?
-Catalina me pareció un personaje muy rico para narrar, con todo un mundo interior sin poder expandir lo suficiente, con amores contrariados, con una cierta indecisión en su vida, con el aburrimiento típico del ama de casa con marido ausente. Al principio no era un personaje relevante para mí, pero luego se me ocurrió la historia de Mateo y me entusiasmé con ellos al punto de llegar a dudar sobre qué historia de amor sería la preponderante. Me gustó jugar con ese misticismo que la rodeaba, allí pude explorar un poco más el realismo mágico. El silencio en definitiva es el que hace la historia, porque si ella hubiera dicho la verdad a su hija, nada de todo lo que ocurre hubiera sucedido.
-¿Fue un gusto que te diste el extender la influencia, la inspiración de las ideas de Julieta Lanteri en el fin del mundo, en Isabel?
-Isabel es un personaje que me hubiera gustado desarrollar más, pero no quería tapar la historia de Clara. No podía dejar en el pasado a Julieta Lanteri, que tanto hizo y luchó por las mujeres, los niños, los desvalidos, y el canal más adecuado era a través de esas cartas que le enviaba a Fausto, las revistas, que él compartía con Isabel. Me hubiera encantado escribir más sobre Julieta, pero esa historia ya estaba cerrada.
-Estás escribiendo una nueva historia. ¿qué te inspiró esta vez?
-Los viajes son inspiradores, siempre encuentro algo para contar. Esta vez me traje una historia del norte de nuestro país, que va por el lado del policial. No puedo adelantar mucho más, excepto que es una novela contemporánea.
-Además de los viajes, hechos históricos… ¿De qué te nutrís para tus historias?
-Me nutro de lo cotidiano, de lo que escucho, lo que leo, lo que me trae mi imaginación. Cuando leo a mis autores favoritos me dan más ganas de escribir, me estimulan, me inspiran.
-¿Cómo combinás tu trabajo como docente, como abogada, con la escritura y, además -tras los lanzamientos- los viajes de promoción, las ferias?
-Para mí escribir es un disfrute, no es un trabajo. Cuando logro cumplir con todas mis demás obligaciones, si me queda energía, aprovecho para escribir. A veces se puede, otras no. Pero cuando se puede, es un disfrute extra, es como ganarle tiempo al tiempo, y soy feliz.