Christian Baldini: “Lo más importante para mí siempre fue la conexión emocional con la música”
El prestigioso director marplatense dirigirá a la Orquesta Sinfónica Nacional en el CCK un repertorio que combina obras de Robert Schumann, con Eusebius del argentino Gerardo Gandini. Volverá en diciembre a dirigir una ópera -también de Gandini- en el Teatro Colón.
Christian Baldini.
Se define como un “omnívoro musical”. Escucha, busca, comparte, analiza todo tipo de géneros y artistas de distintas artes del mundo. Desde chico comenzó a acudir a conciertos porque “encontraba un placer que ninguna otra cosa me daba” y, años después, ya formado y con una vocación clara, siente un gran disfrute y compromiso en compartir sus conocimientos, su experiencia, como docente, con las nuevas generaciones y con aportar su granito de arena para difundir la obra de los compositores argentinos. Christian Baldini, marplatense, residente en California desde 2003, prestigioso director y compositor de música académica, se encuentra en Argentina para encabezar un especial concierto dirigiendo a la Orquesta Sinfónica Nacional en el Centro Cultural Kirchner, que se realizará con entrada gratuita este miércoles 25 de julio y se transmitirá por www.radionacional.com.ar y Sonido Cultura (www.cck.gob.ar ).
“Lo más importante para mí siempre fue la conexión emocional con la música” compartió Baldini en una charla con LA CAPITAL luego de uno de los ensayos con la Sinfónica, en la que también aseguró que la obra artística no puede separarse del contexto personal, político y social que atraviesan los autores, sean obras clásicas o contemporáneas.
El programa que ejecutará “está centrado alrededor de los compositores Robert Schumann y el argentino Gerardo Gandini”.
“Gandini era un gran amante de la música de Schumann, su originalidad, sus sonidos. Y en Eusebius, que es la que vamos a ejecutar, tomó una pieza de Shumann y la deconstruyó completamente. Son cinco nocturnos y a cada uno de los cuatro primeros, los subdividió en cuatro grupos distintos. Y en la quinta pieza, el quinto nocturno, las cuatro piezas anteriores se tocan en simultáneo. Recién ahí uno escucha esa obra de Schumann, que inició todo. Es una gran genialidad, un despliegue de la técnica, una obra muy linda y en la que permanentemente es como si estuviera Gandini filtrando los sonidos de Schumann a través de sus propios oídos”, definió.
Baldini destacó que es un orgullo y un desafío como director encarar esta obra que “tiene muchos detalles, una gran sutileza, en la que el trabajo es lograr claridad, sonidos diáfanos, unas texturas muy transparentes para que se pueda escuchar todo esto”.
El programa también incluye el Concierto para Piano y Orquesta de Schumann con Emilio Peroni como pianista solista invitado y la Primera Sinfonía de Schumann -Primavera-. “Si nos imaginamos el noreste de Alemania donde vivía, en una época de invierno crudísimo, con nevadas… ese es el contexto en el que escribe esta sinfonía, que el subtítulo es primavera, como una expresión de deseo. Es un momento ideal del año para tocarla porque justamente el momento que estamos viviendo” relató.
Desde que emigró en 2003, Baldini ha regresado periódicamente a la Argentina a participar de distintos proyectos, incluidos tres direcciones de óperas en el Teatro Colón, al que volverá en diciembre para poner escena, en dos funciones otra obra de Gandini: La ciudad ausente -basada en la novela de Ricardo Piglia-. “Creo que hubo cinco directores artísticos nuevos del Teatro Colón y, de alguna manera, todos se siguen acordando del trabajo que hice con las orquestas”, contó el artista quién considera “un placer, como argentino, volver a la Argentina a trabajar con las grandes orquestas que tenemos y devolver también mi pequeño granito de arena, cerrar el ciclo de público a integrante”.
Baldini recordó que cuando empecé a ir a ver a la Sinfónica Municipal en Mar del Plata, de adolescente, o cuando estudiaba a las de Buenos Aires, no se me ocurría ni remotamente algún día dirigirlas. Iba porque me causaba un placer enorme que en ningún otro lado podía tener”.
Si bien el violín -aunque no sabía cómo se llamaba ese instrumento- fue el motivo por el que comenzó a estudiar música, se inició con una profesora de piano. Luego estudió violoncelo y viola y, durante un tiempo, como materia optativa de la carrera en la UCA, también estudió clarinete.
Pero también desde chico, la composición estuvo entre sus intereses y sus prácticas, junto al disfrute de la música. “Ir a conciertos era el mejor plan que podía tener, escuchar la ópera, ir a la Sinfónica para aprender repertorio. Pero no lo pensaba desde un punto de vista especulativo o educativo, sino más que nada por la conexión emocional que yo tenía con la música. Eso era lo más importante” definió.
-¿Además de la disciplina, la técnica, el estudio, también como director, como compositor considerás fundamental transmitir esa emoción?
-Totalmente, la conexión emocional y hasta espiritual que a veces uno siente con la música es fundamental. Hace unos pocos meses, en marzo, dirigí en California la segunda sinfonía de Mahler, “La resurrección”, que es una obra gigante de 85/90 minutos de duración que tenía más de 300 personas en escena, coros, solistas, órgano, gran orquesta, una orquesta interna detrás de escenario. Más allá de la emoción que uno va sintiendo a lo largo de esa trayectoria que es como subirse al Everest, cuando terminó me acuerdo que estallé en llanto, no pude evitarlo, fue la primera vez que me pasó una cosa así en el escenario.
A veces uno trata de controlar las emociones, que no se apoderen de uno, pero en este caso tuve la templanza suficiente para controlarme durante los 90 minutos, pero ni bien terminó la obra me di vuelta a saludar al público y estallé en lágrimas. Es parte de uno. Me parece importante soltarse y dejarse fluir.
-¿Cómo definís tu rol como director? ¿Tiene que ver con la impronta, el análisis y la interpretación que se le da a las piezas?
-Exacto, es generar una unificación de criterios, una visión artística, tomar decisiones. La partitura es un documento. Como en una obra de teatro, es cierto, está todo escrito, pero el director puede pedir a los actores que interpreten de una manera, que haga énfasis en determinada frase, que haga una pausa entre esto y esto, que enfatice el color de una emoción. Lo mismo pasa con la música, como director tomo decisiones para generar una interpretación que sea coherente.
-¿Para esas decisiones, influye también el conocimiento del período, del tema que aborda, las situaciones personales que el compositor estaba atravesando?
-Sí, totalmente, uno tiene que ir en retrospectiva. Hay que enfocarse en la obra, pero luego también dar unos pasos para atrás, sacar el microscopio y pensar qué fue lo que pasó, cuál era el momento en la vida del compositor cuando hacía esta obra, qué le estaba pasando, qué obra escribió antes y después, qué otros compositores había en ese momento y qué estaban escribiendo, si alguien lo influenció, cómo se inscribe esto en la historia de la música, qué estaba pasando en ese momento de la historia. Uno no puede separar cuando Napoleón se autocorona emperador, con la rabia que le dio a Beethoven que Napoleón hiciera eso. El contexto cultural histórico es importante, mucho más allá de lo que es puramente técnico en la música. Uno encuentra un montón de códigos en las partituras y es muy difícil descifrarlos si uno no tiene en cuenta todo el contexto.
-¿Por eso también es importante, además de dirigir y seguir visitando y revisitando los clásicos componer, como en tu caso? ¿Seguir aportando obras?
-Sí, por ejemplo la última obra grande que hice fue un concierto para violín y orquesta, que terminó siendo una obra muy política inspirada en un viaje que hice a Corea. Iba a investigar sobre los instrumentos autóctonos coreanos pero terminé descubriendo un montón de la historia de esa nación, de la península coreana separada el norte del sur, con un dictador en el norte apoyado por los gobiernos de China y Rusia comunistas y democracia en el sur apoyada por Europa y Estados Unidos y la cantidad de familias que fueron desplazadas, separadas, relegadas, gente que murió sin poder ver a sus familiares en 60, 70 años, y esa fue la temática de la obra.
De alguna manera creo que los compositores somos un poco el termómetro de nuestros tiempos y cuando ves que hay una injusticia o algún problema que te aqueja, personalmente o a la sociedad, es muy difícil no impregnar algo de eso en tu música. Es difícil separar el arte del artista y su tiempo.
“Omnívoro musical”
-¿Te gusta escuchar música popular?
-Escucho de todo. Soy una especie de omnívoro musical. Escucho mucha música académica de todo tipo y me gusta ir a conciertos, pero en mi casa me la paso escuchando y a mis hijos les hago escuchar de todo, de tango a Larralde y Cafrune, a Cerati o Fito Páez o Calamaro. Me gusta ver lo que está pasando y gente nueva también. Hace poco, con el tema del Mundial descubrí a Wos. Me gusta ir descubriendo nuevas cosas. No me interesa que algo sea académico o no académico, hay buena música y mala música en todo. Dentro de la música clásica también hay muchas cosas que dejan mucho que desear y dentro de la música popular también hay cosas exquisitas y otras que no lo son.
-También te gusta estar en contacto con las nuevas generaciones, la docencia…
-Para mí, como músico, es importante hacer todo lo que podamos para inspirar a las generaciones venideras. Si bien hoy hay muchas opciones, no hay paciencia y la música académica es un poco de “cocción lenta”, que ofrece un montón de sabores distintos y la gente no esta tan acostumbrada, todo lo que uno pueda hacer desde una posición de educador de compartir, para inspirar, mostrar que hay otra manera de hacer las cosas, me gusta. Por eso disfruté de la experiencia de dirigir la Sinfónica Nacional Juvenil Argentina y dar el seminario a directores jóvenes de todo el país y colaborar con la labor que está haciendo Valeria Atela, a quien conozco de hace muchísimos años, de haber estudiado con los mismos maestros y es una luz, un rayo imparable que hace un trabajo incansable por estas orquestas juveniles.
Yo tuve oportunidades con maestros generosos que tuve que dieron horas y días de su vida para enseñarme, acompañarme, tanto en Argentina como en otro países y en toda oportunidad que tengo de devolver y enseñar y dar una mano las generaciones venideras siempre estoy.
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