Las tormentas de Santa Fe, las brisas de Córdoba
Por Jorge Raventos
La elección de hoy en la que se juega el próximo gobierno de la capital cordobesa es una oportunidad para ver si el peronismo cordobesista que encarna Juan Schiaretti confirma su victoria provincial de un mes atrás o si la oposición se toma la revancha.
En el comicio por la gobernación se impuso Martín Llaryora, representante de una nueva generación cordobesista que hasta diciembre ejerce la intendencia de la capital cordobesa, un distrito donde él salió victorioso sobre Luis Juez. El candidato peronista a reemplazarlo es Daniel Passerini, que ha sido su viceintendente y tiene una amplia experiencia política iniciada junto a Schiaretti y Juan Manuel De la Sota.
El postulante opositor es Rodrigo de Loredo, de la escudería radical que orienta Martín Lousteau, presidente del bloque Evolución en la Cámara de Diputados y, hasta hace tres meses, aspirante a la candidatura a gobernador. En esa categoría comprendió que iba a perder frente a Juez y, en cambio de aceptar ser compañero de fórmula de éste, decidió jugar por la intendencia de la capital. Algunos analistas estiman que esa opción que tomó De Loredo perjudicó a Juez, porque no lo ayudó a superar la renuencia radical a votarlo.
De Loredo va a contar con un respaldo sin fisuras de su coalición. Los radicales que quedaron heridos por las negociaciones previas a la confección de listas (por caso, Mario Negri y sus amigos) puede que no apoyen con entusiasmo, pero jamás se animarían a boicotear su campaña. Fuera de eso, De Loredo se ha asegurado el apoyo de todos los grandes accionistas de Juntos por el Cambio, desde Gerardo Moirales y Lousteau a Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Mauricio Macri.
Si hoy triunfa, el festejo reunirá a toda la no siempre funcional familia opositora. Y si pierde no podrá apelar a las excusas que en su momento esgrimió Juez. Más allá de lo que puedan vaticinar las encuestas, el olfato político indica en este caso que la elección será muy pareja. Y que, suponiendo que los resultados dictaminen la cohabitación entre un ejecutivo provincial de un signo y una alcaldía opositora, prevalecerán la civilización política y la convivencia.
Por su lado, las primarias santafesinas del domingo 16 dejaron mucha tela para cortar. Como en otros distritos que ya han pasado por las urnas, el prometido fenómeno Milei tampoco se corporizó en Santa Fe, por lo cual la abrumadora mayoría de los votos positivos emitidos allí (la abstención y el voto en blanco sumaron 37 de cada 100 empadronados) fueron a respaldar a lo que el líder libertario define como “la casta”, las dos grandes coaliciones que protagonizan la polarización.
Por otra parte, esa polarización se manifestó allí de modo particularmente desequilibrado: el oficialismo cayó de modo escandaloso ante la principal oposición, que lo superó en una proporción de casi 3 a 1 (63,7% a 25,6%). Todos los estudios demoscópicos destacaban el debilitamiento del gobierno que encabeza Omar Perotti y anticipaban que la oposición superaría cómodamente al oficialismo, pero nadie (y menos que nadie el oficialismo) imaginaba la dimensión del revés.
Aunque el gobernador Omar Perotti, que competía en la categoría diputados, fue el candidato individualmente más votado, la ínfima respuesta electoral que recibió su fuerza entraña una nota reprobatoria para su gestión. También –quizás principalmente- fue una señal de disgusto con el gobierno central y con el kirchnerismo. Si bien se trataba de una elección primaria, que combinaba muchos componentes locales, el resultado no es precisamente un buen augurio para el oficialismo ante el desafío de la elección general de octubre. La diferencia en favor de la coalición opositora que sugiere el cómputo de la primaria parece, en principio, irremontable.
Carolina Losada: de todo a nada
El otro aspecto significativo de la PASO del domingo 15 ha sido la rotunda victoria de Maximiliano Pullaro en la interna opositora por la candidatura a la gobernación.
Las de la oposición se presentaban como las elecciones primarias más enardecidas de este ciclo. En Santa Fé la coalición opositora no abarca sólo a socios de Juntos por el Cambio, sino que está recargada con el aporte del socialismo y el progresismo, tendencias arraigadas en el electorado santafesino, que confluyeron en un “frente de frentes”.
La fuerte presunción de triunfo fue probablemente uno de los motores principales de la virulencia de la interna opositora, donde la presentadora y panelista televisiva Carolina Losada (alineada con Patricia Bullrich) chocó “a todo o nada” con el ex ministro de Seguridad de la provincia y radical (de la línea de Martín Lousteau) Maximiliano Pullaro.
Ambos contendientes estaban convencidos de que se estaban jugando la gobernación lo que subió desmedidamente la temperatura de la discusión, a tal punto que Losada declaró que ella no acompañarñia a Pullaro si éste ganaba la interna y que tampoco admitiría su compañía si la victoriosa fuera ella. El último viernes, en principio, no se presentó en el plenario del frente de frentes en el que se buscaba empezar a pacificar los espíritus.
En una Santa Fe que luce como un foco principal de la actividad delictiva ligada al comercio de drogas y en la que la inseguridad pública es un tema prioritario, el debate revoleó acusaciones de vínculo con las redes de narcotráfico. Elisa Carrió, socia de la coalición opositora a nivel nacional tomó distancia de su versión santafesina, levantó su propio candidato a gobernador y cuestionó muy acentuadamente las campañas de ambos postulantes principales. “Esa campaña es pornográfica. Cada cartel sale 1.800.000 pesos y en Rosario hay cinco por cuadra, me descompuse, sentí asco (…) la Justicia Electoral tiene que investigar de dónde sacaron el dinero. el nudo de corrupción y vinculación con el narcotráfico en Santa Fe”.
Los resultados fueron definitorios. Pullaro recibió el 54 por ciento de los votos del frente de frentes opositor, mientras Carolina Losada, su crítica contrincante, llegó a un 34 por ciento y la socialista Mónica Fein, tercera en discordia, superó por unas décimas el 13 por ciento.
Pullaro, adscripto a la línea radical que orienta Martín Lousteau, sostiene un modo moderado y dialoguista que sintoniza con el que predica Horacio Rodríguez Larreta. Razonablemente, el jefe de gobierno porteño celebró su victoria como un peldaño más de su propia trayectoria y la colocó en la misma línea que las del puntano Claudio Poggi y el sanjuanino Marcelo Orrego, dirigentes que comparten la idea de ir más allá de la confrontación estéril y tratar de construir una nueva mayoría.
Dado que Losada se había encolumnado tras la candidatura presidencial de Patricia Bullrich, con la que parece compartir el ánimo intransigente e impetuoso, su derrota golpeó a la rival de Larreta, que prefirió no compartir con ella el reconocimiento de la caída en las urnas.
Encuestas: ¿se equivocaron?
La dimensión de la victoria de Pullaro lució particularmente sorpresiva habida cuenta de que las encuestas anticipaban una puja muy cerrada con Losada, a quien en definitiva le sacó 20 puntos de diferencia en la interna. Si bien los fallos de los analistas demoscópicos son muy reiterados y últimamente se incrementan tanto por la resistencia del público a responder encuestas como por el sesgo que introducen los interrogatorios telefónicos que, por motivos de costo, tienden a reemplazar a los presenciales, vale la pena preguntarse si los errores de cálculo no tienen otro motivo, que pueda esconder consecuencias sobre la elección general.
Algunos analistas sospechan que, dado que la de la oposición es la única interna competitiva , muchos votantes de otras fuerzas pueden tentarse con participar e incidir en ella. En esa hipótesis, Pullaro podría haberse beneficiado con un voto independiente (o, incluso, peronista), que en la elección presidencial (y hasta en la elección general de la provincia) no necesariamente apoyará a la oposición, pero que en esta instancia decidió respaldar a un candidato moderado para la etapa próxima.
El desafío para Pullaro ya no es neutralizar la agresividad de sus opositores internos, que han sufrido el correctivo democrático del voto, sino trabajar para garantizar la gobernabilidad en el próximo período. Lo que implica, en términos caros a Larreta, ampliar las bases de su gobierno, construir una “nueva mayoría”. Pullaro obtuvo 54 de cada 100 votos entre los que participaron en la interna, pero eso representa, en rigor, apenas un tercio del padrón electoral.
La lucha contra el narcotráfico, que es un desafío prioritario en la provincia, solo puede librarse con un gobierno fuerte y una articulación eficaz entre la autoridad local y la autoridad nacional.
Los dilemas del candidato-ministro
Entretanto, la interna oficialista procura mostrarse disciplinada, aunque la procesión va por dentro. Massa consolida los apoyos a su candidatura. Su conexión con los gremios se suma a lo que parece la resignación de la señora de Kirchner a aportar electoralmente al triunfo del candidato, sumando su presencia en la tarea proselitista.
El ala izquierda kirchnerista masculla sus objeciones y se propone dañar a Massa (a quien caracterizan como candidato del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional) sosteniendo la boleta de Juan Grabois. Se disponen así, voluntariamente, a que, cuando se escruten los votos de la PASO, el peronismo les cuente las costillas y les atribuya muy estrictamente lo que Grabois coseche (un capital que además, en alguna proporción, deberán compartir con el candidato).
El problema de Massa es el ministerio de Economía: ese es un espacio en el que debe dar respuestas prácticas, donde la repentización declarativa y la creatividad táctica tienen períodos de vencimiento muy breves.
Sería una ilusión imaginar (y un exceso reclamar) que en los tramos que restan hasta el cambio de gobierno se encuentre alguna solución mágica a los problemas de la inflación, la brecha cambiaria o la sequía de reservas, si hasta aquí no se ha querido o podido.. Massa no tiene esa ilusión y los principales actores de la economía tampoco. Se espera de él que siga maniobrando y emparchando para que el tránsito de un ciclo gubernamental a otro no incluya ningún estallido.
El candidato Massa desea que el ministro Massa pueda cumplir esa plomería de emergencia que todos le agradecen (inclusive la oposición, aunque no lo admita públicamente en medio de la campaña) sin perjudicar (y hasta estimulando) a los sectores que componen el electorado real y potencial sobre el que el candidato construye, contra todo pronóstico, su esperanza presidencial. Si la negociación con el FMI –todavía en el umbral de un acuerdo- se ha demorado más de lo que se creía es, en gran medida, porque Massa ha tratado de que la resultante no sofoque algún margen de maniobra para eludir las fórmulas del ajuste puro y duro.
Algunos de los estrategas que rodean a Massa parecen convencidos de que, más allá de la suerte económica, las expectativas del candidato crecen si el opositor a vencer es Patricia Bullrich. Especulan que llegar a un balotage con ella le permitiría a Massa engrosar su capital, principalmente aportado por el peronismo, y atraer parte de un electorado de centro que, en otro caso, podría ser absorbido por Rodríguez Larreta.
Puede ser que, en el pizarrón electoral se confirmen esos movimientos. Pero lo cierto es que, en una perspectiva política de más extensión, el riesgo sería una reconstrucción de la grieta que ha inmovilizado al país tanto tiempo. Si en un sector prevalece un liderazgo intransigente, es muy probable que en el otro crezcan las presiones para una intransigencia de sentido contrario.
Massa, más allá su candidatura (o, si se quiere, a través de ella y, sobre todo, a partir de haber tomado el hierro hirviente de la economía en medio de las dificultades) está erigiendo un protagonismo decisivo en un instante en que el peronismo se topa con los riesgos de desarticulación que acompañan el ocaso del ciclo kirchnerista. Si el país recayera en la lógica de la grieta estéril ese protagonismo en ciernes se vería empujado a la radicalización confrontativa. Sería un mal negocio para un político capaz que ha mostrado gran capacidad para adaptarse a distintas circunstancias sin dejarse arrastrar a los extremos.
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