Perros sueltos, ataques y una ordenanza que no se cumple
Los ataques de los perros sueltos se repiten, aunque existe una ordenanza municipal que prohíbe que circulen sin correa y bozal. La irresponsabilidad de los dueños es notoria.
Muchas veces los perros tienen dueños pero no se hacen responsables.
Los ataques de las jaurías se repiten y nadie se hace cargo porque los perros están sueltos, en la mayoría de los casos sin vacunas y sin dueños responsables. Problemas de salubridad y seguridad pública de los que nadie se ocupa.
A principios de la semana pasada, una adolescente murió en Córdoba atacada por dogos. Y, en el barrio Virgen de Luján, un niño de 9 años fue mordido por varios canes. Sin alcanzar la fatalidad, el 8 de julio pasado se cumplieron cuatro años del ataque de perros sueltos en las playas de Punta Mogotes a Guadalupe Ferrari, quien todavía hoy sufre complicaciones por las heridas recibidas.
“Tengo muchas pero muchas cicatrices, no puedo caminar bien y por eso sufro esguinces crónicos. Además, los días de humedad tengo dolores”, resumió en diálogo con LA CAPITAL.
“Los perros no tienen que estar sueltos porque son animales en un medioambiente diseñado por el hombre. Muchos mueren atropellados o quedan lastimados porque andan sin correa”, analizó el veterinario Lucio Eyras, con más de 38 años de experiencia.
Tal como reza el logo escrito en su veterinaria -“Perro suelto, perro muerto“-, describió que actualmente la calle es un descontrol con los animales sueltos y “nadie ordena. Estamos normalizando lo anormal”.
“Son animales -añadió- que les gusta la vida en comunidad, por eso viven con los humanos, pero por comportamiento siempre buscan su lugar jerárquico”.
Dolor crónico
Guadalupe Ferrari nunca olvidará el 8 de julio de 2019: caminando por las playas de Punta Mogotes, fue atacada por tres perros y se salvó porque logró meterse al mar.
Aún hoy sufre los daños colaterales del ataque de la jauría. “Físicamente, me faltan pedazos, literalmente, tengo los músculos de la pierna izquierda afectados, me tuvieron que hacer injertos, me duele”, describió a LA CAPITAL.
“Además, -añadió- tengo dolores crónicos y como piso mal y perdí la sensibilidad, tengo esguince crónico del tobillo”.
Si bien reconoció que “me afecta” cuando se entera de casos similares al suyo, aseguró que ya superó los ataques de pánico y se sigue tratando con medicina del dolor.
Más allá de los problemas físicos, Guadalupe se quejó por la situación legal de los perros atacantes y su dueño. “Hubo hasta un juicio -explicó- pero no pasó nadie. El dueño pagó una multa y ya está. No pasó nada, no me ofrecieron ningún tipo de ayuda ni tampoco me pidieron perdón”.
Y, en ese sentido, señaló que “te da bronca porque nadie te protege, a mí me ayudó mi familia y nadie más, porque estuve meses internada y en rehabilitación, sin poder trabajar y soy monotributista, o sea que si no trabajo, no cobro”.
Sin control
En enero de 2015 se promulgó la ordenanza municipal 22.031 que obligaba a los dueños de perros de “razas peligrosas” a pasearlos con correa, bozal e instalarles un chip para su identificación. La letra quedó en el papel, porque casi nadie la cumple. Lo mismo sucede con la 4.133 que prohíbe la estadía de los canes en la playa.
“En el primer mundo -contó Eyras- no es común que los perros anden sueltos, sin correa. Acá muchos que pasean a los suyos van con la correa en la mano o ves a un caniche atado y a un rottweiler suelto. Es el mundo del revés”.
También reseñó que se puede dar la situación de “llevar al perro con la correa pero se te aparece uno suelto. ¿Qué hacés? Perdés todo el control de la situación y podés pasar un mal momento”.
Y contó los numerosos casos que recibe en la veterinaria, llevados por los proteccionistas, de “perros atropellados, que quedan muy lastimados o directamente se mueren”.
“En el primer mundo -agregó- si un auto atropella a un perro, el conductor frena y lo atienden y después van a ver los daños del vehículo. Acá si atropellan a un perro, siguen de largo porque tienen miedo de que los culpen”.
Además de los siniestros que pueden sufrir los perros, también pueden provocarlos, como los ataques a personas. En ese sentido, aclaró que los perros de todas las razas pueden morder y deben ir atados y algunos con bozal.
La salubridad también es un factor a tener en cuenta, ya que es habitual ver las veredas de los distintos barrios o plazas colmadas de desechos fecales caninos que “sus dueños ni levantan o dejan en las bolsas de nylon con caca en las esquinas o en la casa de los vecinos. Incluso, muchas veces defecan en los areneros donde juegan los chicos”.
La ley está escrita pero pocos la cumplen. “Desde el área Zoonosis y los proteccionistas hacen lo que pueden, pero no alcanza”, se lamentó el veterinario.
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