Investigadores tucumanos estudian bacterias que podrían contribuir en los tratamientos de Alzheimer
Identificaron dos bacterias que podrían ayudar a reducir el estrés oxidativo y fortalecer los tratamientos de la enfermedad. Advirtieron que la investigación se encuentra en una etapa incipiente, el objetivo sería incorporarlas como suplemento dietario.
Por Daniela Orlandi
Científicos tucumanos identificaron dos bacterias que podrían ayudar a reducir el estrés oxidativo y fortalecer los tratamientos de Alzheimer, y -aunque advirtieron que la investigación se encuentra en una etapa incipiente- señalaron que el objetivo sería incorporarlas como suplemento dietario.
En los últimos años escuchamos repetidamente que tenemos un segundo cerebro, el intestino, que contiene más de 100 millones de neuronas y que su microbiota es capaz de producir neurotransmisores que están relacionados con el ánimo y la ansiedad; en este contexto, la estrecha relación del intestino con nuestro cerebro es objeto de estudios de microbiólogos y neurólogos alrededor del mundo, que buscan alternativas terapéuticas a las problemáticas de la salud mental.
Un grupo tucumano, que se especializa en el estudio de bacterias probióticas desentraña la acción de dos bacterias que podrían ayudar a reducir el estrés oxidativo y fortalecer los tratamientos de Alzheimer.
Científicos del Centro de Referencia de Lactobacilos (CERELA) del Conicet NOA Sur y docentes de la Universidad Nacional de Tucumán encontraron que una bacteria aislada de masa madre de harina de quínoa produce GABA (por sus siglas en inglés, ácido gamma aminobutírico), una sustancia que es un mensajero químico del sistema nervioso central que resulta fundamental en la modulación del comportamiento.
Otra de las bacterias estudiadas -que se origina en el queso de cabra- inhibe la enzima acetilcolinesterasa lo que impediría que se destruya la acetilcolina liberada, neurotransmisor que se encuentra en niveles muy bajos en la enfermedad de Alzheimer.
La investigación es liderada por María Lucila Saavedra, del laboratorio de Genética y Biología Molecular y por Elvira Hebert, del Laboratorio de Tecnología, además de Gabriela Bulacios, becaria doctoral de CONICET y de Johana Naja, de la becaria de la Agencia Nacional de Ciencia y Tecnología, que forman parte del Cerela; en tanto que el trabajo que busca dilucidar el mecanismo de acción de las bacterias tuvo un avance importante durante la tesis de grado de Pablo Cataldo, becario posdoctoral del Conicet y docente de la UNT.
La importancia de la microbiota intestinal
Cataldo describió cómo una de las bacterias probióticas es capaz de sortear ambientes ácidos del tracto gastrointestinal, llegar viable al intestino y ser capaz de producir el neurotransmisor GABA.
El investigador explicó que este tipo de probióticos específicos se conocen con el nombre de “psicobióticos” que, al ser administrados en cantidad suficiente, pueden generar beneficios en la salud mental. Agregó que el nombre fue acuñado por un grupo de investigadores de Irlanda en el 2013 cuando estudiaban los efectos de ciertas bacterias en la salud mental.
El científico recordó que tenemos 10 veces más microbios que células humanas en el cuerpo, que están en simbiosis permanente en el intestino y que envían señales al cerebro. “De hecho se cree que se comunican por tres vías: el nervio vago, la circulación (mediante hormonas, metabolitos y neurotransmisores) y el sistema inmune”, describió.
Cataldo mencionó que una microbiota intestinal desequilibrada podría relacionarse con numerosos trastornos y desórdenes neurológicos y del comportamiento humano como la ansiedad, la depresión y hasta el insomnio, aunque no serían las únicas causas, ya que las problemáticas de la salud mental son multicausales.
“Sabemos que una persona con Alzheimer tiene una microbiota intestinal distinta a la de una persona sana“, ejemplificó “y eso no significa que sea la causa, pero sí que están relacionados de alguna manera”, anunció.
Preparan mejor al cuerpo en situaciones de estrés
Por su parte, la doctora en bioquímica, María Elvira Hebert, comentó que actualmente en el mundo se realizan muchos ensayos clínicos de bacterias lácticas para tratar Alzheimer.
“Antes no se juntaban neurocientíficos con microbiólogos, ahora lo hacen y empiezan a conocer desde la microbiología el impacto en la salud mental. Existen ensayos de 2003 en el que hicieron dietas fortalecidas con bacterias productoras de GABA, un mensajero químico clave en nuestro comportamiento, y como resultado esas personas afrontaron mejor las situaciones de estrés y pudieron descansar mejor que el grupo control”, detalló.
Hebert comentó: “Todavía no sabemos si una de las bacterias que estudiamos por si sola tiene efecto inmunomodulador o si es por el GABA que produce. Sabemos que preparan mejor al cuerpo en situaciones de estrés, cuando hay una respuesta exacerbada en el sistema inmune, por ejemplo, en los casos de colon irritable o en la enfermedad de Crohn, esas bacterias disminuyen y controlan la inflamación. Nosotros venimos observando respuestas de esas bacterias en modelos animales con características de Alzheimer, que tienen deterioro cognitivo transitorio”, puntualizó.
Incorporarlas como suplemento dietario
La doctora en ciencias biológicas, María Lucila Saavedra, comentó que estudiaron el genoma completo de las dos bacterias psicobióticas locales. Resaltó que a este grupo de bacterias se las conoce con el acrónimo en inglés “GRAS” utilizado por las agencias regulatorias federales para referirse a sustancias usadas como aditivos para alimentos, que son generalmente reconocidas como seguras, por lo tanto, no necesitan pruebas de toxicidad.
Saavedra señaló que la meta a futuro es incorporar esas bacterias como suplemento dietario que pueda aliviar algunos síntomas del Alzheimer. “En general, el diagnóstico de esta enfermedad se produce cuando los deteriores cognitivos son muy evidentes. A la fecha no tiene cura, solo tratamientos sintomáticos. Sobre eso queremos determinar qué podemos aportar nosotros con nuestras bacterias aisladas de alimentos fermentados”, mencionó.
La investigadora aseguró que si falta un mensajero químico, el cuerpo no funciona bien. El GABA está presente en nuestro cuerpo y cuando hay ansiedad, por ejemplo, se produce menos. La serotonina y la dopamina son otros mensajeros químicos fundamentales.
“Nosotros vimos en el laboratorio que nuestras bacterias producen el mismo mensajero químico que necesita el organismo (GABA), más antioxidantes e inhibidores de la acetilcolinesterasa. La incógnita es desentrañar si el mensajero llega de la misma manera al organismo cuando lo aportamos con bacterias”, completó.
Los antecedentes del trabajo están publicados en revistas científicas como Frontier in Microbiology, International Journal of Food Microbiology y Beneficial Microbes. El equipo recibe un subsidio del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación para Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica. El estudio de psicobióticos arrancó hace tres años y próximamente realizarán nuevos ensayos en modelos animales más específicos de la enfermedad de Alzheimer. Será en colaboración con el Instituto de Biología y Medicina Experimental, de doble dependencia entre el Conicet y la Universidad de Buenos Aires.
(*): Télam-Confiar. Red Argentina de Periodismo Científico.
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