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Cultura 25 de junio de 2023

Iain MacGregor desmiente que la derrota alemana en Stalingrado se debiera al invierno

En "El faro de Stalingrado", el historiador británico recoge testimonios inéditos de soldados de los dos bandos y ofrece una novedosa perspectiva de esta batalla emblemática que marcó el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Iain MacGregor.

Por Jose Oliva

El historiador británico Iain MacGregor recoge en su libro “El faro de Stalingrado” (Ático de los Libros) testimonios inéditos sobre la batalla más sangrienta de la II Guerra Mundial, entre agosto de 1942 y febrero de 1943, que desmienten que la derrota alemana se debiera al “general invierno”.

En una entrevista con EFE, MacGregor explica que en Stalingrado “fue la primera vez que un ejército alemán era derrotado por uno soviético y no por el tiempo meteorológico, sino por los tanques, y el resultado fue una derrota militar sin paliativos para los alemanes, pero también desde el punto de vista psicológico”.

MacGregor cree que tuvo más peso la ayuda de Estados Unidos que el propio invierno: “Era algo que a Stalin no le gustaba admitir, pero el Ejército Rojo por primera vez estaba motorizado y fue gracias a los préstamos y arriendos de Estados Unidos, que suministraron, por ejemplo, cientos de miles de camiones”.

Lucha brutal

En su opinión, hay que tener en cuenta que los alemanes en los dos primeros meses de la batalla emplearon cantidades enormes de munición, cuando pretendían capturar rápidamente Stalingrado: “Dispararon 25 millones de balas y a lo largo de toda la batalla hasta 2,9 millones de proyectiles, con lo que al final se quedaron sin munición”.

“El número de bajas y el hecho de que se quedaran sin provisiones fueron determinantes en la derrota”, añade.

Más de dos millones de combatientes resultaron muertos, heridos o capturados, y en esta lucha brutal, apunta.

Stalingrado, señala, siempre ha despertado una especial atracción porque “es la mayor batalla de la guerra pero también el primer combate urbano y además seguramente la más decisiva”.

La relación de MacGregor con este escenario se remonta a su infancia, cuando con solo 9 años descubrió Stalingrado en un libro ilustrado de grandes batallas de la historia y cuando con 14 participó en un intercambio de estudiantes con la URSS en 1980 y estuvo en la entonces Leningrado, lo que le animó más adelante a conocer la historia de Europa oriental.



Por los testimonios recogidos por el autor, “aunque en este momento del conflicto parecía claro que Alemania no va a estar en situación de noquear a la URSS, los alemanes pensaban que capturar Stalingrado o ganar ciertas batallas podía colocarles en disposición de dictar la paz, imponer cuáles iban a ser los términos de la paz”.

MacGregor ha pretendido “transmitir la experiencia humana de esta batalla, desde los soldados de mayor rango hasta los soldados rasos” y se centra en dos unidades que estuvieron presentes desde el principio hasta el final, “que contaban con unos 7.000-10.000 hombres al principio y que al final eran solo 300”.

Los archivos

El historiador realizó su investigación durante el confinamiento y para salir del Reino Unido necesitó un visado académico, que le permitió estar durante más de una semana en Volvogrado -nombre actual de Stalingrado-, donde está el museo con los archivos de la batalla.


el_faro_de_stalingrado


Durante más de una semana pudo investigar archivos y testimonios, como el del coronel Friedrich Roske, “un verdadero tesoro para un historiador”.

Roske murió en 1956, pero compiló el año anterior sus memorias del frente de Stalingrado, que no habían visto nunca la luz y que su familia guardaba.

En la batalla de Stalingrado, hay mucho campo por explorar en lo referente a los sucesos cotidianos de la batalla, tanto del frente como del liderazgo, qué es lo que pensaba Stalin o un soldado, y para ello sería necesario acceder al archivo central del Ministerio de Defensa ruso en Podolsk, “algo difícil hoy por la guerra en Ucrania”, y lo mismo vale para la perspectiva alemana.

EFE.