La cancha, ¿un lugar de intolerancia?
Por Eduardo Marostica (*)
En una reciente entrevista me preguntaron mi opinión acerca de las manifestaciones de racismo y xenofobia que recibió días atrás Vinicius Jr., jugador del Real Madrid. Expresé allí que en estas ocasiones, cuando se dicen cosas “indecibles”, sucede a menudo que eso se venía pensando desde hace rato, aunque no se dijera en voz alta. Y aún menos, que algunos de estos discursos aparezcan en declaraciones oficiales de las instituciones, dado que todo debe ser políticamente correcto. Por esto es que las apreciaciones “oficiales” que se hacen en contra de las verbalizaciones que en este caso tienen connotaciones xenofóbicas, operan mecanismos de maquillaje comunicacional.
Lo podemos poner en estas palabras: lo pienso pero no lo digo. El punto es que en una cancha de fútbol, y en especial entre sus tribunas, estos pensamientos se expulsan de manera explícita, filtrando entre lo políticamente correcto diferentes epítetos violentos donde el blanco siempre es un “otro” al que no puedo reconocer como semejante. Un otro enemigo. Y tan amenazante resulta su presencia, que a veces hasta ni siquiera se le reconoce humanidad.
Por otro lado, ¿cuán patriarcales siguen siendo las canchas de fútbol, a pesar de haber sido pobladas masivamente por mujeres en los últimos años, y aún más, de que nuestro fútbol ya cuenta con ligas profesionales femeninas?
Sabemos que el machismo del patriarcado atraviesa a todos los cuerpos, y el desafío pasa por reconocer cuánto portamos de este residual del que no logramos deshacernos. Pretendemos convencernos de que la deconstrucción está en marcha, pero los cánticos que son parte del folclore en los estadios de fútbol dicen lo contrario. Y los insultos, cuyo blanco puede ser el árbitro, los jugadores del otro club o, con nostalgia, la otra hinchada, todos tienen connotaciones donde la xenofobia y el sexismo están presentes, sumados al siempre peyorativismo clasista.
Si bien se tiende a la paridad en la presencia de varones y mujeres en los estadios, esta no repercute en una merma a la hora de amedrentar al contrario y ejercer violencia verbal que se naturaliza. El machismo se instala en la materialidad corporal de ellas y ellos.
Por estos desboques en las tribunas, la FIFA y la Conmebol comenzaron a ocuparse de estos temas, y las multas a los clubes comienzan a llegar. Pero más allá de lo punible, esto precisamente es un síntoma de que hay mucho por deconstruir y no sólo en cuestiones de género. Me pregunto: ¿Dónde está esa indistinguible frontera entre el folclore saludable del fútbol y el de una cultura que anida violencia y alienta la intolerancia y el maltrato?
(*) Psicólogo y narrador rosarino, autor del ensayo En el ojo de la tormenta, reflexiones sobre la construcción de las masculinidades (Laborde Editor, 2022) y de la nouvelle juvenil El viaje de Camila, declarada de interés municipal y provincial por el Concejo Municipal de Rosario y la Cámara de Diputados de Santa Fe por el abordaje de la problemática ESI en su contenido.
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