La gente anda leyendo: La medida de un rato
Una microhistoria que entrecruza tiempos, ficciones y realidades para dialogar con "Todos los fuegos el fuego", de Julio Cortázar.
Por Dante Galdona
Esta vez, Damita no quiere que me acerque a la señora que lee en la plaza, que no entable diálogo, ni busque devoluciones. Rezonga cuando le insinúo que voy a preguntar, ya está bastante saturada de esas fugaces charlas literarias.
¡Ufa! Brazos caídos. Papá, pudre. Papá negocia, pasamos cerca, para ver la tapa. Damita sabe negociar: calesita y dos ratos más. Que sean tres. ¿Cuánto tiempo es un rato? Ella lo sabe pero, como buena negociante, se guarda la carta.
“Todos los fuegos el fuego”, Julio Cortázar, señora que lee, papá que recuerda, niña sortija, ratos.
“La señorita Cora” y la polifonía, mágica y extrema. Le pregunto si ya llegó a ese cuento y me engañaste, papá, me debés otro rato.
Mis dobles disculpas no impiden salir perdiendo en la negociación del tiempo.
“Reunión”, y el espacio de la política que se abre paso en la literatura de Cortázar. El compromiso ideológico y el arte: ¿contradicción o necesidad?
Miro que entre vuelta y vuelta niña no desaparezca y me parece cada vez más grande. Cómo crece.
“La salud de los enfermos” y la focalización, un mantra en talleres literarios. Niña se cambió al unicornio, ya no me necesita para cambiar de muñeco.
En “La autopista del sur”, la metáfora de las relaciones vinculares invade lo cinematográfico y es casi imposible no leerlo con ojos actuales. Sortija, hago cuentas, debo.
¿Qué hubiera sido de Cortázar con la tecnología audiovisual de hoy? ¿Qué de los tiempos imposibles? ¿Qué de los personajes que entran a una galería de Buenos Aires y salen por una de París como en “El otro cielo”? Niña no espera a que se detenga y salta, antes le daba miedo o se hubiera caído en el intento.
Y si acaso el Cortázar cuentista genial fuera hoy un guionista, ¿nos privaríamos de su genialidad narrativa o descubriríamos su arte a un nivel temporalmente más acorde a su genio? ¿Cuántos ratos habrán pasado? Ya se aburrió de la calesita y viene con su carpetas y libros.
No hay Cortázar hoy, pero quizá pueda estar saltando de lenguaje en lenguaje como un cronopio que se fue de gira y encuentra vidas duplicadas -¿cuánto es un rato para Cortázar?-, artimañas de la fantasía, realismos de lo imposible, buscando nuevas formas de colarse en el mundo. Se para en frente de mi nueva amiga y yo. Nos mira. Un rato o dos. “Hola, señora”. “Le presento a mi hija, señora”. “Crecen rápido, los míos ya se fueron de casa”.
En “Todos los fuegos el fuego” se puede ver que lo normal es el mundo de las cosas raras. Lo común, Cortázar en formato audiovisual, descabellado y posible.
—¡Papá, vamos que llego tarde a la facultad! Un gusto, señora.
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